domingo, 15 de mayo de 2022

Das weisse Russland: Menschen ohne Heimat, de Essad Bey

Essad Bey es el verdadero nombre (o al revés) de Kurban Said. O sea, es el autor de dos maravillas en lengua alemana que descubrí en 2020. Me refiero a Das Mädchen vom goldenen Horn y sobre todo a la magnífica Ali und Nino. Esta es la tercera de sus obras, ya no conozco más, y ya no tendré oportunidad más que de re-leerle.

Ests "Rusia Blanca" es una crónica, no una novela como las otras dos. Pero está escrita con el mismo estilo de Mil y Una Noches con las que escribe sus novelas, y que me llevaban a calificarle como el Aamin Maalouf de la lengua alemana.

Las historias que nos cuenta tienen todas que ver con la gran emigración que se produjo desde Rusia por motivo de la revolución Bolchevique. En más de 3 millones cifra Bey el número de afectados. Y tiene el gran valor de que es una crónica que se nos cuenta casi en tiempo real, con algunos de los protagonistas todavía vivos, ya que es un libro de principios de los años 30. Eso presenta también algún problema, como veremos al final.

El origen de la historia es la ya citada revolución Bolchevique, Aunque las nieblas del tiempo nos ocultan ahora la verdad de lo sucedido y la sustituyen por mitos, en los 30 todo el mundo tiene claro que dicha revolución fue un golpe de estado en toda regla contra un régimen constitucional y democrático que se acaba de formar, en él que ya había un presidente elegido democráticamente, Kerensky, y en que los zares eran ya una figura del pasado. En suma, los Bolcheviques no liberaron Rusia, sino que la llevaron al caos para luego esclavizarla al comunismo. No nos cansemos de repetirlo, porque quien olvida la historia está condenado a repetirlo. Lo pongo en mayúsculas: LOS BOLCHEVIQUES NO LIBERARON RUSIA, SINO QUE LA ESCLAVIZARON.

Es necesario aclarar esto para entender los sucesos que se produjeron tras dicha revolución, como sobre todo la guerra civil que duró unos años, y que a punto estuvo de vencer el ejército Blanco (frente al Rojo), germen de esa Rusia Blanca que se vio obligada a emigrar. Desconocía lo cerca que había estado de la victoria dicho ejército, como se desconocen las causas por las que de la noche a la mañana se derrumbó su poder y cedieron la victoria. ¿Quizá las luchas intestinas por el poder que se veía tan cerca? En fin, una pena, porque, aunque no sabemos las consecuencias en la historia de una Rusia gobernada por los "Blancos", sí conocemos las que ha tenido el gobierno de los Rojos (tanto en la URSS como fuera de sus fronteras: Cuba, China, Etiopia, Corea del Norte, Camboya y tantos otros), y es difícil creer que hubieran podido ser peores.

El caso es que tal derrota hizo que la mayor parte de las clases altas, liberales e intelectuales de Rusia salieran a toda prisa de su territorio, principalmente a Europa, pero también a China y otros países limítrofes. Y es que la Cheka ya estaba en acción y hacía estragos entre nobles y, en general, gente no bolchevique. El ejemplo más sonado es, por supuesto, la masacre de la familia del antiguo zar, ya un ciudadano normal, al que los bolcheviques deciden asesinar a sangre fría sin motivo alguno. Por cierto, los detalles del asesinato son bien conocidos precisamente porque al día siguiente los "Blancos" conquistaron el territorio e investigaron y documentaron lo sucedido. Evidentemente, nunca lo hubiéramos sabido en otro caso.

Contra este fondo están las historias particulares que nos cuenta Bey con su estilo de cuento de hadas. Dedica capítulos a los cosacos y su historia; a los suevos, emigrantes alemanes con 500 años en Rusia y que, pese a permanecer neutros en el conflicto roji-blanco como siempre habían hecho, son expropiados y expulsados por los vencedores bolcheviques; a la Ucrania libre de Pawlo Skoropasky, y a la Ucrania anárquica y caótica de Machno; a las desventuras del último descendiente de Tamerlán y la pérdida de Bukhara...

Como nos dice Bey, los emigrantes eran muy distintos unos de otros, y los partidos en que se agrupaban eran muchas veces opuestos. Lo único que los unía era el odio a los Bolcheviques. Y en esto parecían tener el apoyo europeo en ese momento, sobre todo en Paris, la capital informal de la Rusia Blanca. Es curioso como será de Francia de donde empiece el apoyo al gobierno comunista y soviético de la URSS, y donde se comprendan y oculten con más éxito sus desmanes. Y será desde Francia de donde llegue el virus maligno a la universidad de los EEUU y mute en todos los grupos identitarios que empezamos a sufrir en Europa y llevan años soportando allende el océano (ver The Madness of Crowds, de Douglas Murray). Pero esa historia no la puede saber Bey.

Lo otro que une a los emigrantes es que la convicción de que el régimen soviético caería pronto, que era una cuestión de poco tiempo que todos pudieran volver a sus vidas y sus casas, y ayudar a la construcción de la nueva Rusia, insisto, ya democrática. Bey ya constata (escribe 15 años tras la Revolución) que la cosa va para más tiempo. Nosotros sabemos que aún les quedaban muchos años de soviets. 

La lectura de este libro es muy agradable, pese a lo luctuoso de los acontecimientos. El talento de Bey es indiscutible a la hora de atrapar al lector en su narración. En ella nos cuenta todo tipo de hechos, más o menos ridículos (el Georgiano que intentó arruinar la economía soviética falsificando la moneda). más o menos heroicos (los terroristas que se infiltran en la URSS con el destino marcado, tenga éxito o no su misión), más o menos íntimos (el papel de las mujeres de los emigrantes).

Lo único que se puede reprochar a Bey es su equidistancia entre emigrantes y Soviets. No lo digo en el sentido de poner al mismo nivel las acciones de aquellos con las de éstos, que no lo hace, tiene claro quienes son los "malos", sino a la hora de valorar el régimen. Para él, parece tan viable el Comunismo como el Capitalismo. La prueba evidente es su capítulo final, de una ingenuidad sin límites a la luz de lo que luego sucedería (y que él no puede conocer): ve la esperanza en la creación del "Jungrussische Bund", en que jóvenes comunistas y segunda generación de emigrantes comienzan a unirse bajo el manto del nacionalismo: lo importante no es lo ocurrido, sino avanzar hacia una Rusia nueva sobre los rescoldos bolcheviques a la que puedan volver los emigrantes.

En fin. Quedaba todo Stalin por venir, ni más ni menos. Eso, para quienes piensen que se puede llevar algo a buen puerto con bolcheviques o sus herederos directos, los comunistas (aunque cada vez más los socialistas).

Una vez más, un libro magnífico del autor, cuya lectura es muy recomendable. Desgraciadamente, no creo que esté traducido, y que ni siquiera sea fácil de encontrar en alemán.

 



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