De Leonardo Padura he leído la que diría que es su obra más conocida El hombre que amaba a los perros, que oculta bajo el título una crónica del asesinato de Trotski. La recordaba con cierto cariño, aunque repasando la entrada que hice en el blog parece que no me entusiasmó tanto. Con la asunción incorrecta de que me había gustado dicha novela y la expectativa que da el título de que es una especie de guia de La Habana, donde estuve hace ya casi dos años, poco más hacía falta para animarme a leerla. A eso hay que unir que llevo un tiempo sin identificar lectura atractiva en español, como revelan mis últimas entradas en el blog.
Empecé la lectura con ilusión, que no se vio atenúada con las advertencias que aparecen en el prólogo, y que a un lector más avezado le hubieran informado inmediatamente que este libro es recauchutado de material previo del autor. Vamos, como esos capítulos que hacia Friends con los mejores momentos, solo que aquí no son los mejores momentos de Padura, sino simplemente extractos referidos a La Habana.
El único material original está en la primera parte, consistente es una especie de memorias de Padura sobre su vida en La Habana. Dichas memorias se ven constantemente interrumpidas, aunque el autor más generoso con sí mismo habla de "apoyadas", por fragmentos de novelas en que se reflejan lo que dicen las memorias. El recurso funciona de pena, ya que, como digo, interrumpen la narrativa de forma a veces asíncrona, y además resultan repetitivas con el propio texto de la memoria. Esto dificulta la lectura, hasta el punto de que un servidor prefería leer el capítulo del tirón y dejar los extractos para el final.
La segunda parte es una recopilación de artículos periodísticos también sobre historias habaneras. Y mi sensación personal, quizá equivocada, es que el señor Padura escribió unas memorias originales, pero su breve extensión hacía inviable su publicación en un volumen convencional. Así que lo hicieron los editores con la complicidad del autor es meter relleno hasta llegar a dicha extensión mínima. Total, el tiempo lo van a perder los lectores. Esto es especialmente evidente en que Padura agradece a terceros la búsqueda de los extractos de sus novelas que complementan su memoria, y en la inserción de estos de forma cuasialeatoria.
Todo ello contribuye a una lectura decepcionante. De los problemas de la primera parte ya he hablado; de la colección de artículos, hay que decir que su interés es muy desigual: la historia de la inmigración china a La Habana es apasionante, las relaciones con Cataluña algo menos, y los dedicados a músicos cubanos de cierta fama, como Chano Pozo y El Chori son un tostón en que La Habana solo sale de paso.
Lo más interesante del libro es el esbozo que da de la historia de La Habana, y sobre todo el contraste entre la rica e ilusionada Habanda de principios del XX (la Niza del Caribe, como la llama varias veces Padura), y La Habana post-revolucionaria y socialista, donde al declive arquitectónico se une el declive social y humano. Fechas destacadas son la prohibición de toda actividad empresarial privada en 1951, tan pronto con los revolucionarios confiesan su ideología (eso sí, ya con el poder asegurado gracias al apoyo de los EEUU), y sobre todo 1990, cuando comienza la eterna crisis Especial por el colapso de la URSS.
O sea, que las penurias de La Habana (y en general de Cuba) no se han acentúado especialmente después del COVID como yo pensaba, sino que la cosa viene de largo. Lo que hubo fue un respiro en 2015-16 con la relajación en las relaciones con los EEUU. El COVID lo que ha hecho ha sido acelerar el tremendo declive de una ciudad que si sobrevive fue por toda la riqueza que fue capaz de generar en unos pocos años. Parece increíble que La Habana fuera de las ciudades más ricas del mundo tan solo el año antes de la Revolución de Fidel Castro, y que por allí pulularan Ava Gardner, Errol Flyn o Marlon Brando, por decir unos cuantos nombres de relumbrón.
En realidad, de la lectura de este libro, lo que a uno más le cuesta entender es que el señor Padura siga viviendo allí y no se haya pirado a mejores pagos. Pero ahí sigue el camarada, en su Mantilla natal. Será por el milagro cubano: "El milagro cubano es que muchos cubanos viven de milagro. O de los «salvavidas» o «donaciones» que les hacen sus parientes desde el exterior. Por eso se dice que en Cuba es muy importante tener FE: familiar en el extranjero."
Algo tendrá, seguro. Pero no este libro, que es una pérdida de tiempo.
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