domingo, 18 de mayo de 2025

Los ríos profundos, de José María Arguedas

Es otro de los libros que he conocido leyendo las memorias de Vargas Llosa (El pez en el agua). En este caso, se trata de un escritos que podíamos llamar étnico, muy centrado en los indígenas y la cultura del Perú, por lo que no de extrañar que llamara la atención del Nobel, quien además ha prologado la edición que he leído.

Poco más ha durado el atractivo de esta novela. El principal problema es que está mal escrita, como si fuera una (mala) traducción de otro idioma. Con la diferencia de Arguedas escribe en castellano. Cuando uno se tropieza con este problema, es fácil perderse en la narrativa y difícil mantener el interés sobre algo que no acabas de entender.

La historia la cuenta en primera persona el protagonista, hijo mestizo (supongo) de una abogado itinerante. Comienza con mucha potencia en la ciudad de Cuzco, donde el narrador se quedará impresionado con las obras incaicas. Quizá sea de esta descripción de dónde viene el título de la obra: "¿Acaso no podría decirse «yawar rumi», piedra de sangre, o «puk’tik’ yawar rumi», piedra de sangre hirviente? Era estático el muro, pero hervía por todas sus líneas y la superficie era cambiante, como la de los ríos en el verano, que tienen una cima así, hacia el centro del caudal, que es la zona temible, la más poderosa."

Aunque ya cuesta adentrarse por la descripción del Cuzco, al menos resulta evocadora, y más si has estado por allí, porque hace un verdadero recorrido turístico de la ciudad y las afueras. Pero, claro, siendo abogado itinerante el padre, es cuestión de tiempo que el viaje siga. Tampoco nos llevará mucho más lejos, pues llegando a Apurimac nuestro héroe queda como interno en el colegio, y gran parte de la novela es lo que ocurre aquí con sus compañeros internos y externos, cholos, negros y blancos. La historia termina con el comienzo de una epidemia de peste, que vuelve a poner en la retina del lector imágenes poderosas, si es que para entonces ha aguantado la lectura. 

"Ya no hay salvación, pues, misa grande, dice quieren, del Padre grande de Abancay. Después sentarán tranquilos; tiritando se morirán, tranquilos. Hasta entonces van a empujar fuerte, aunque como nube o como viento vayan los civiles."

"Si los colonos, con sus imprecaciones y sus cantos, habían aniquilado a la fiebre, quizá, desde lo alto del puente, la vería pasar, arrastrada por la corriente, a la sombra de los árboles. Iría prendida en una rama de chachacomo o de retama, o flotando sobre los mantos de flores de pisonay que estos ríos profundos cargan siempre."

Por lo demás, llama la atención el uso del quechua con bastante frecuencia, y especialmente en canciones (siempre acompañadas de su traducción, claro). Dejo aquí una por curiosidad:

"Paraisancos mayu 

río caudaloso 

aman pallk’ankichu 

kutimunaykama vueltamunaykama. 

Pall’ark’optikik’a ramark’optikik’a 

challwacha sak’esk’aypin pipas 

challwayk’ospa usuchipuwanman."

El otro punto interesante es la descripción costumbrista, sobre todo al principio en que la novela parece que va a ser una sucesión de cuadros sobre la vida de los indígenas aprovechando los viajes del padre del protagonista. "Cuando se observan desde afuera esas asambleas parecen una reunión de gente desaforada. ¿Quién habla a quién? Sin embargo existe un orden, el pensamiento llega a su destino y los cabildos concluyen en acuerdos."

Pero, sobre todo, la descripción de la naturaleza, perlas que va soltando Arguedas de vez en cuando y que suponen agradables oasis para el sufrido lector dentro de la árida lectura:

"En los grandes lagos, especialmente en los que tienen islas y bosques de totora, hay campanas que tocan a la medianoche. A su canto triste salen del agua toros de fuego, o de oro, arrastrando cadenas; suben a las cumbres y mugen en la helada; porque en el Perú los lagos están en la altura."

"En los pueblos, a cierta hora, las aves se dirigen visiblemente a lugares ya conocidos. A los pedregales, a las huertas, a los arbustos que crecen en la orilla de las aguadas. Y según el tiempo, su vuelo es distinto."

"su cabellera era hermosa, tenía esa especie de luz del tallo de la cebada madura. El color de su rostro recordaba también el de la cebada molida en la era, aunque parecía algo más oscuro, quizá como el capulí herbáceo que madura dentro de un lóbulo que amarillea con el tiempo;"

"Y la gente, como en la costa, los mataba, aplastándolos, sin tener en cuenta su dulcísima voz, su inofensiva y graciosa figura. A un mensajero, a un visitante venido de la superficie encantada de la tierra, lo mataban, pudiendo echarlos a volar, después de sentir en las manos la palpitación de su pequeñísimo y frío cuerpecillo." (sobre los grillos)

Dejo como cierre esta maravillosa frase, en la que no obstante se pueden apreciar las dificultades que tiene la lectura de esta novela.
"¿Por qué, en los ríos profundos, en estos abismos de rocas, de arbustos y sol, el tono de las canciones era dulce, siendo bravío el torrente poderoso de las aguas, teniendo los precipicios ese semblante aterrador? Quizá porque en esas rocas, flores pequeñas, tiernísimas, juegan con el aire, y porque la corriente atronadora del gran río va entre flores y enredaderas donde los pájaros son alegres y dichosos, más que en ninguna otra región del mundo."

Vaya dos recomendaciones llevo del señor Vargas Llosa. (La otra fue Vidas imaginarias). A ver si con la tercera acierto.











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