Es otro de los libros que he conocido leyendo las memorias de Vargas Llosa (El pez en el agua). En este caso, se trata de un escritos que podíamos llamar étnico, muy centrado en los indígenas y la cultura del Perú, por lo que no de extrañar que llamara la atención del Nobel, quien además ha prologado la edición que he leído.
Poco más ha durado el atractivo de esta novela. El principal problema es que está mal escrita, como si fuera una (mala) traducción de otro idioma. Con la diferencia de Arguedas escribe en castellano. Cuando uno se tropieza con este problema, es fácil perderse en la narrativa y difícil mantener el interés sobre algo que no acabas de entender.
La historia la cuenta en primera persona el protagonista, hijo mestizo (supongo) de una abogado itinerante. Comienza con mucha potencia en la ciudad de Cuzco, donde el narrador se quedará impresionado con las obras incaicas. Quizá sea de esta descripción de dónde viene el título de la obra: "¿Acaso no podría decirse «yawar rumi», piedra de sangre, o «puk’tik’ yawar rumi», piedra de sangre hirviente? Era estático el muro, pero hervía por todas sus líneas y la superficie era cambiante, como la de los ríos en el verano, que tienen una cima así, hacia el centro del caudal, que es la zona temible, la más poderosa."
Aunque ya cuesta adentrarse por la descripción del Cuzco, al menos resulta evocadora, y más si has estado por allí, porque hace un verdadero recorrido turístico de la ciudad y las afueras. Pero, claro, siendo abogado itinerante el padre, es cuestión de tiempo que el viaje siga. Tampoco nos llevará mucho más lejos, pues llegando a Apurimac nuestro héroe queda como interno en el colegio, y gran parte de la novela es lo que ocurre aquí con sus compañeros internos y externos, cholos, negros y blancos. La historia termina con el comienzo de una epidemia de peste, que vuelve a poner en la retina del lector imágenes poderosas, si es que para entonces ha aguantado la lectura.
"Ya no hay salvación, pues, misa grande, dice quieren, del Padre grande de Abancay. Después sentarán tranquilos; tiritando se morirán, tranquilos. Hasta entonces van a empujar fuerte, aunque como nube o como viento vayan los civiles."
"Si los colonos, con sus imprecaciones y sus cantos, habían aniquilado a la fiebre, quizá, desde lo alto del puente, la vería pasar, arrastrada por la corriente, a la sombra de los árboles. Iría prendida en una rama de chachacomo o de retama, o flotando sobre los mantos de flores de pisonay que estos ríos profundos cargan siempre."
Por lo demás, llama la atención el uso del quechua con bastante frecuencia, y especialmente en canciones (siempre acompañadas de su traducción, claro). Dejo aquí una por curiosidad:
"Paraisancos mayu
río caudaloso
aman pallk’ankichu
kutimunaykama vueltamunaykama.
Pall’ark’optikik’a ramark’optikik’a
challwacha sak’esk’aypin pipas
challwayk’ospa usuchipuwanman."
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