domingo, 21 de septiembre de 2025

Cómo terminan las democracias ("Comment les democraties finissent"), de Jean-François Revel

El título de este ensayo invita a pensar en algo doctrinario o teórico, un análisis de por qué las democracias son intrínsecamente inestables, lo que me parecía de gran interés. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Se trata de un análisis coyuntural sobre las relaciones entre los países comunistas y totalitarios con los países democráticos desde 1950 hasta principios de los 80, que es el momento en que se escribe el libro.

En ese momento, Revel no puede saber que en 1989 caerá el muro de Berlín y con él el regimen soviético, y también sus temores de que desaparezcan las democracias, al menos por las razones que expone. Al añadir este hecho histórico al análisis de Revel pierde bastante sentido, pues no se puede evitar leerlo como un error de análisis continúo, empezando por la que para él es la principal cuestión de su momento: "savoir lequel de deux événements se produira le premier : la destruction de la démocratie par le communisme ou la fin du communisme usé par sa propre maladie. Cette seconde séquence évolutive me paraît suivre un cours moins rapide que la première."

Los hechos que constata Revel toman como punto de partida la imposibilidad de que el comunismo subsista sin expansión. Ya lo dijo Stalin: "Tout gouvernement librement élu serait antisoviétique. Et, cela, nous ne pouvons le permettre". Así, la Unión Soviética, como en los comunistas actuales, aunque eviten llamarse así, están en constante lucha. Allí donde uno vea sloganes llamando a la lucha que sospeche de la presencia cercana de comunistas.

Y esto es algo que no comprendían las democracias del momento. En esa lucha los comunistas, como el rojerío actual, no tiene límites en las armas que usar. La propaganda comunista consigue que las democracias se sitúen en una posición asimétrica de cara a la ahistoria y la opinión pública: "des causes de mécontentement comparativement mineures rongent, perturbent, paralysent, désarçonnent les démocraties plus vite et plus fort que les famines gigantesques et la misère constante ne gênent les régimes communistes"

El tema se repite durante toda la lectura, como en este caso que todos conocemos: "Pinochet, lui, au moins, est toujours fidèle au poste et bon pour le service. Il assure le dépannage, vingt- quatre heures sur vingt- quatre, sept jours par semaine, quand l’âme socialiste est en peine. Et le cri « Pinochet ! Pinochet ! » exorcise les démons, tous les Cambodge du monde, tous les Afghanistan, toutes les Éthiopie, toutes les Tchécoslovaquie, tous les Tibet."

El complejo de las democracias se puede remontar al final de la segunda Guerra Mundial, donde dejaron a la URSS los mismos territorios o más que le había garantizado el pacto con la Alemania Nazi de Hitler. Esto eso, la URSS, que quería destruir a las democracias occidentales, únicamente entró en guerra con Alemania porque ésta rompió el pacto y la invadió. La compensación que obtuvo de su esfuerzo bélico es a todas luces reveladora del extraño complejo con que los países democráticos iban a comportarse con la URSS.

Otro ejemplo son los acuerdos de Helsinki de 1975, "L’Ouest faisait à l’URSS deux cadeaux somptueux: reconnaissance de la légitimité de l’empire soviétique d’Europe centrale, indûment annexé après la Seconde Guerre mondiale ; aide économique et technologique massive et presque gratuite. En contrepartie, l’URSS s’engageait à la modération dans sa politique étrangère et au respect des droits de l’homme dans son empire" Evidentemente, la URSS no cumplió su parte, pero tampoco los países occidentales dejaron de cumplir la suya.

Revel denuncia un desastre diplomático tras otro, quejándose amargamente de la negligencia de las democracias, frente a una diplomacia soviética que le parece casi perfecta (como si los funcionarios comunistas fueran gente especialmente diligente), dando la sensación al lector que una situación con difícil salida positiva para Occidente, que afortunadamente podemos contemplar con la tranquilidad de lo que finalmente ocurrió.

Lo que sí me parece más actual es algo que también denuncia Revel, la toma de control por parte de funcionarios prosoviéticos de un gran número de puestos clave en la ONU, y que yo me atrevería a extender a todo tipo de organizaciones estatales a niveles nacionales y supranacionales. Obviamente, ya no son prosoviéticos, pero sí izquierdistas que actúan ideológicamente desde aparatos supuestamente técnicos, como la Comisión Europea, la OCDE o las mil afiliadas a la ONU.

En suma, que parece que en la época la URSS podía hacer lo que quisiera sin encontrar apenas respuesta en las democracias occidentales, que actuaban como si fueran las culpables de una constante provoación a los soviéticos, alimentadas en parte por la propaganda comunista y sus tentáculos en forma de partidoso políticos permitidos en ella, y sin contraparte alguna en el mundo soviético.

En el ensayo se echa también de menos la ironía que rezuma Revel en otras de sus obras. Además se hace bastante repetitivo, uno tiene la sensación de que está leyendo los mismos hechos en todos los capítulos aunque para argumentar cosas ligeramente distintas.

En la última parte parece que Revel va a tratar de abstraerse del fenómeno concreto y dar explicaciones más genéricas de las que se pueda aprenden algo más, pero no llega a hacerlo, y el libro termina con más ejemplos históricos del modo de actuar soviético.

A mí este libro me ha parecido poco interesante, aunque puedo entender que en su momento causara sensación. De hecho, eso es lo que me parece, bastante sensacionalista, apelando a la actuación de los políticos occidentales, pese a que Revel insiste en que solo está describiendo hechos. Yo creo que el propio título es una llamada a la acción, pero Revel prefiere que no lo vean así.

Antes de cerrar el post, un par de reflexiones largas que me han parecido interesantes, más la segunda por su recopilación histórica.

"Certes, les idéologues politiques tentent aussi d’introduire une opposition entre vie présente et vie future, pour justifier les duretés de la première par les félicités de la seconde. Mais une différence irréductible séparera toujours l’avenir religieux de l’avenir politique : le premier, situé après la mort, échappe à toute observation ; le second appartient au temps historique. Même si la patience humaine laisse passer plusieurs générations avant de le juger, elle le juge un jour ou l’autre sur pièces."

"Le Moyen Âge européen, la Chine des Ming, les sociétés africaines, polynésiennes ou américaines antérieures à l’intervention des Européens, la France de Louis XV ou de Napoléon III, l’Angleterre élisabéthaine, l’Espagne de Philippe IV, l’Inde de la dynastie Gupta, l’Allemagne de Kant n’étaient pas des sociétés démocratiques, sans être pour autant des sociétés totalitaires. La distinction à laquelle je me réfère est tout autre, plus profonde, plus radicale. Elle établit une séparation entre d’une part un ensemble de systèmes politiques s’étageant de l’autocratie à la démocratie, justiciables de toutes les critiques qu’on voudra, mais compatibles avec la vie normale d’une société civile, avec une coutume, et, d’autre part, le système totalitaire, qui a pour vocation de détruire toute autonomie de la société, de la culture et de l’individu."

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