De Vázquez Figueroa leí hace mucho tiempo cosas. Si no recuerdo mal, Tuareg lo leí, y creo que también es suya ¿Quién mató al embajador? (La verdad es que "creer" en la época de Internet es cosa de perezosos: ya he chequeado que realmente es suya, aunque prefiero dejar la redacción que me salió).
En su momento me parecieron unas novelas correctas, entretenidas, pero sin más capacidad para engancharme al autor y seguir leyendo cosas. Tenían, como tiene este, ese tono ingenúo de la novela española setentera y ochentera, en que los personajes tienen pocas dobleces y las cosas están más o menos claras a nivel psicológico, por lo que solo hay que centrarse en la aventura.
Esta me la he leído por su temática y subtítulo, puesto que acabo de volver de un viaje a la capital Ashanti (Kumasi, en Ghana) y he tenido tiempo en los largos trayectos para reflexionar sobre la esclavitud. Por cierto, dejo ya aquí caer que la potencia del imperio Ashanti se debió a que exclavizaban a las tribus vecinas para vendérselas a los comerciantes blancos.
El caso es que la historia que nos plantea don Alberto va precisamente de esclavitud en nuestros tiempos. Bueno, en sus tiempos (la novela es de 1974), espero que ahora la situación haya mejorado y ya no haya transporte de esclavos a través del Sahara.
El protagonista, David, fotógrafo, se casa con una hermosa negra, Nadia, atleta olímpica y con carrera universitaria (incidentalmente, descendiente de los Ashanti) y se va de luna de miel a hacer fotos por Áfirca. En un descuido por Camerún, la moza es capturada por un traficante de esclavos que se empeña en llevarla a través del Chad y Sudán a Arabia Saudi, donde espera obtener un buen precio por ella, y algo menos por los otros esclavos que la acompañan.
A partir de aqui, la novela traza en paralelo el recorrido de David en busca de su amada, y el de ésta en la caravana de esclavos. Ello dará lugar a grandes momentos en que se describe el África subsahariana, en los que se revela a Figueroa como un claro amante del continente.
"No completó la frase; habían sobrepasado un campo de cortas dunas, y ante ellos se abría lo que siglos atrás debió de ser un caudaloso y ancho río, y ahora no era más que una profunda depresión de escarpadísimas orillas y lecho pedregoso.—La Sekia…—señaló el targuí—. Aquello es Sudán."