miércoles, 17 de abril de 2019

El asesinato de Pitagoras, de Marcos Chicot

Este libro lleva un tiempo rodando por Amazon como uno de las mejores novelas de autores independientes, esos que se autoeditan. La verdad es que me cuesta dar oportunidades a este tipo de libros, pues creo que hay mucho clásico y libro importante que leer, y muy poco tiempo como para invertirlo en cosas que no estén consolidadas. Pero como este libro lleva en el candelero ya unos cuantos años, no me ha parecido descabellado darle una oportunidad.

Me he encontrado más o menos lo que me esperaba: una novelilla más o menos bien trazada, pero que no pasará a la historia, y que no puede competir con las novelas históricas de autores consolidados. El principal problema para mí es que no es capaz de llevarte a la época en que se desarrolla la trama, la de Pitágoras coincidente con el fin de Roma como reino y su paso a república.

No hay descripciones costumbristas, ni de las ciudades o lugares en que pasan las cosas. Solo acción y trama. A estas alturas de mi vida lectora, le pido algo más a las novelas que leo, y más si tienen márchamo histórico. Por ejemplo, la trama se desarrolla principalmente entre Crotona y Sibaris, pero apenas vemos cómo vive la gente en estas ciudades, salvo los protagonistas, o cuáles son sus costumbres, salvo el bastante anónimo Consejo de los Mil que gobierna Crotona, y este solo en lo que interesa a la trama.

Más atención presta el autor a las matemáticas que soportan la comunidad pitagórica y la trama, con pequeños capítulos dedicados a los conceptos matemáticos utilizados, para que nadie se pierda por el camino. Que nadie se asuste, no es una matemática difícil, ni siquiera demasiado importante para la trama. Se nos hablará del tetraktys, del pentáculo, de la sección aúrea y de como calcular el número Pi. Incluso, de los números irracionales, que de alguna forma ponen en crisis la comprensión que los pitagóricos tenían del mundo. Si Chicot fracasa en trasladarnos a la época de los hechos, no lo hace tan mal a la hora de hacernos ver la importancia que estos conceptos podían tener en la vida de los contemporáneos.

Aunque sin duda a todo los lectores les rechinará la enorme recompensa que uno de los protagonistas (Glauco, de Sibaris) ofrece a cambio del cálculo de Pi, sin aparentes implicaciones prácticas posteriores para su vida. Y el problema de que esta recompensa sea tan exagerada es que juega un papel bastante importante en la trama, por lo que esta naufraga en proporción a no entenderse dicha cuantía.

Respecto a la trama, bueno, no será una sorpresa a la vista del título, que diga que va de cómo un siniestro personaje, con ayuda voluntaria e involuntaria de otros enemigos de Pitágoras, trata de poner fin a la hermandad pitagórica. Ningún lector medianamente avezado en lecturas policíacas no tardará mucho en adivinar quién es el malo "enmascarado" (yo lo hice en el capítulo 80 de 140), por lo que por aquí no hay incentivo a la lectura.


Lo que me sorprende, a la vista de que el libro es pura trama y casi nada de descripción, es cómo le ha resultado tan extenso al autor. La respuesta está en que cuenta los mismos acontecimientos desde diversas perspectivas, y también de forma directa y luego a modo de flashback, completando aspectos del suceso que no se han detallado en la primera narración. Así, en determinada batalla, por ejemplo, nos repetirá 5 ó 6 veces que uno de los ejércitos tiene 2000 caballos. Me parece un cierto abuso, pero tampoco entorpece demasiado la lectura.

Entre las cosas más positivas de la novela, está el personaje de Bóreas, que me ha parecido bastante original. Se trata del típico coloso forzudo, del que uno espera que no tenga pensamientos propios, pero que resulta ser un sádico y nada tonto. Y me gusta también el contraste entre la ordenación social del círculo pitagórico y la de clases presente en la sociedad civil que le rodea: esto es, un esclavo "civil" puede ser un maestro "pitagórico". Por desgracia, Chicot no emplea apenas las posibilidades que esta situación da (en las que es magistral Ildefonso Falcones).

Y, por último, una cita para ver cómo pensaba Pitágoras (según el autor del libro), a ver qué os parece: "El poder nunca debe ser un fin, sino el instrumento con el que lograr que el mayor número de personas viva de acuerdo con los principios en los que creemos". Vamos, que Pitágoras ya tenía el marxismo en vena. Supongo que será una ocurrencia de Chicot.

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