miércoles, 3 de julio de 2019

Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexievich

Tras quedarme aterrorizado y disfrutar con el blockbuster de HBO, no pude evitar interesarme en el libro en que se basan gran parte de sus tramas, y en su autora, la premio Nobel bielorrusa Svetlana Alexievich. Así que aquí estoy comentando un poco este Voces de Chernóbil. del que la serie saca alguna de las "tramas".

El libro sigo un estilo propio de Alexievich y cuya creación como género literario sea posiblemente la explicación de su Nobel. Se trata de un libro compuesto por testimonios de afectados por Chernóbil, normalmente en monólogo, aunque también a veces de forma coral (correspondiendo a entrevistas de grupo). Y ya está. La autora no nos proporciona ni opinión, ni análisis, simplemente refleja lo que ha surgido en la entrevista con los verdaderos protagonistas del libro. Únicamente, y muy puntualmente, acota sus palabras con algo que está haciendo (por ejemplo, para informar de que se ha indignado al decir algo).

Así las cosas, la lectura del libro comienza con mucho interés. El primer capítulo se corresponde precisamente con la peripecia de la esposa del bombero, que se desarrolla hasta extremos desagradables en la serie. Y así nos vamos adentrando en un mundo de testimonios que, siendo todos interesantes, tienen el grave defecto de ser repetitivos. Claro, hay solo un determinado número de pensamientos y sentimientos que lo de Chernóbil pueda suscitar, y los entrevistados tampoco son (en general) filósofos, sino gente normal que te cuenta su vivencia sin mucha reflexión. Así pues, ese es el gran defecto de este libro: lees y lees testimonios, para rara vez aportan algo que no hayas leído en alguno anterior. Y eso a mí me resulta aburrido. Como muestra, diré que el último capítulo es paralelo al primero: otra señora que te cuenta la degradación y muerte de su marido, en este caso uno de los liquidadores. Siendo el primero un testimonio esencial, este segundo no aporta realmente nada, salvo el mensaje de que no solo una mujer sufrió la pérdida de su marido, sino que fueron muchas.

Una constante en muchos de los testimonios es la constante comparación con la Guerra, que parecen haber vivido muchos de los entrevistados. Y es que no entendían cuál era el problema: el sol seguía brillando, la tierra seguía cultivándose, todo parecía igual. Nadie amenazaba su vida ni la propiedad, no había soldados, ni explosiones, y sin embargo había que hacer lo mismo que hicieron en la guerra. En palabras de una niña, "Todo parece normal pero hay que irse."

También llaman la atención los chistes que muchos de los entrevistados cuentan sobre Chernóbil. Incluso en una situación tan extrema, el humor sigue campando, quizá la mejor defensa psicológica cuando ocurren estas cosas. O quizá porque realmente nadie era consciente de lo que estaba pasando, pero vamos primero con un par de chistes. Ahí quedan:
«¡Compren mis manzanas! ¡Manzanitas de Chernóbil!». Y alguien le recomienda: «Mujer, no digas que son de Chernóbil. Que nadie te las comprará». «¡Pero qué dices! ¡Las compran y cómo! ¡Unos, para la suegra; otros, para su jefe!».
"Después de Chernóbil se puede comer de todo; pero has de enterrar tu mierda en una caja de plomo."

Porque lo que sí está claro es que la información se había ocultado deliberadamente, eso lo recogen casi todos los testimonios. Al menos, se les había ocultado a los bielorrusos, pues aunque la catástrofe fue en Ucrania, posiblemente el país más afectado en términos relativos de los tres, fue Bielorrusia, por su tamaño y por estar muy cerca de Pripiat. Por ejemplo, nos dicen que desaparecieron de bibliotecas y librerías todos los libros sobre radiaciones. O que les parecía imposible que en estos tiempos de Gorbachov se les mintiera:
"Un engaño tan increíble, semejante cantidad de mentiras asociadas a Chernóbil en nuestra conciencia, solo había podido darse en el 41. En los tiempos de Stalin."
Vasili Nesterenko, ex director del Instituto de Energía Nuclear de la Academia de Ciencias de Belarús, nos dice que llamaba "por los canales gubernamentales y, sin embargo, las líneas ya están bajo control. En cuanto empiezas a hablar sobre el accidente, el teléfono se corta al momento."
Y así todo: los liquidadores se estremecen cada vez que nos cuentan como los paisanos y los niños seguían como si tal cosa. Jugando con la arena, bañándose en el río y comiendo salchichón, un huevo..."Los pasamos por los rayos X: no eran alimentos, sino residuos radiactivos.". Horroroso.
Pero es que todo tenía que seguir igual. Los planes de producción no se tocaron (recordemos, URSS, planificación central), no se podían tocar pues hubiera salido la verdad a la luz. Pero es que los jerifaltes soviéticos "tenían más miedo de la ira que les podía llegar desde arriba que del átomo."

Y, como siempre, en estos momentos sale lo mejor de la naturaleza humana, pero también lo peor. "El mecanismo del mal funcionará incluso en el Apocalipsis. Eso es lo que comprendí. La gente sigue yendo con sus chivateos, sigue haciendo la pelota a los de arriba para salvar su televisor o su abrigo de piel. Incluso ante el fin del mundo, el hombre seguirá siendo el mismo, igual que es ahora." O sea que de solidaridad entre los trabajadores, nada de nada. Mientras a la gente la tenían sin informar, los prebostes protegían a sus familias.
Me gusta la frase irónica de uno de los liquidadores: "Desde el punto de vista de nuestra cultura, pensar en uno mismo es una muestra de egoísmo. Algo propio de los pobres de espíritu. Siempre encuentras algo que está por encima de ti. De tu vida."

Termino con algunas perlas halladas en las declaraciones de los entrevistados, que no por ser gente del pueblo tienen menos posibilidades de ser líricos.

Esta la dice una chica habitante en una de las aldeas de Bielorrusia y que trata de reconstruir su vida: "Me casé. Yo no sabía que aquí no podíamos amarnos.

Y esta se la plantea un fotógrafo: "¿Por qué me he hecho fotógrafo? Porque me faltaban palabras".

Finalmente, una frase magistral, aunque esta creo recordar que es de un historiador, por lo que tiene menos mérito: "Las ruedas del carro se hunden en el barro, pero, en cambio, hemos logrado atrapar al pájaro de fuego."

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