jueves, 21 de noviembre de 2019

House of Lies, de Martin Kihn

Llego a este libro obviamente a partir de la serie homónima, que vi hace unos años. Me ha costado dar con el libro y por eso he tardado tanto en leerlo, pero me interesaba enormemente, como prueba que haya estado tantos años a su caza y captura.

¿Por qué? Pues porque la serie es una sátira-parodia-crítica del mundo de los consultores estratégicos. Y como uno ha trabajado en el tema y lo conoce de primera mano, me parecía muy buena idea esta sátira. Además, si el libro había conseguido el salto a serie, entonces, deducía yo, tenía que merecer la pena. O sea, risas aseguradas a costa de la consultoría estratégica.

Por supuesto, el hecho de que me costara tanto hacerme con el libro por cauces informales es un buen indicio de lo que cabía esperar del libro, como el de que no haya sido traducido. En efecto, la serie, sin gustarme demasiado, lo único que parece haber hecho es coger el título del libro y el concepto, y a partir de ahí inventarse personajes e historia. Apenas hay coincidencias, si alguno, entre lo que cuentan una y otro. Y donde más conspicua es la diferencia es en el tema del sexo, una constate en la serie desde la primera escena, y sin aparición apreciable en el libro.

Dicho lo cual, ello no tiene por qué suponer demérito del libro. Yo esperaba una narración costumbrista de la vida del consultor estratégico abordada desde la burla. Y algo de eso hay, por supuesto, pero relativamente poco y relativamente poco gracioso. Quizá mi problema sea que no me hace gracia por conocerlo desde dentro. Me explico, quizá a alguien que no lo conozca le puedan hacer gracia determinadas cosas por no conocer las razones por las que eso ocurre. Pero si las conoces, pues lo único que te llega es una descripción de la vida corriente del consultor. Sin más. Nos cuenta su entrevista de trabajo (con su empresa y también la que tuvo con McKinsey, generalmente reconocida como consultora líder en el mercado), su primer proyecto, algún curso de formación, y también algún conflicto con el cliente.

Aunque trata de poner "punch lines", la cosa no le funciona. La narración es amena, pero no especialmente graciosa. Quizá el momento mejor sea en el que te cuenta la rutina de todos los lunes para llegar al cliente: el madrugón, el viaje en avión, el coche alquilado (impagable ese momento en que el equipo de consultores tiene que distinguir cuál de todos los coches del mismo modelo es el de cada uno) y la llegada al sitio del cliente sin tener ni idea de cuál es el objetivo del proyecto. Eso sí, ya van retrasados cuando empieza el proyecto.

Junto a estos episodios convencionales, esperables, tenemos otros conformando una especie de totum revolotum sobre el oficio. Tenemos un capítulo dedicado a burlarse de los principios de consultoría; otra, a meterse con McKinsey (como digo, la empresa líder con diferencia); más adelante tenemos un diccionario explicando términos de la jerga de los consultores (primero extractado y luego completo en un apéndice). Pasado un determinado momento del libro, empiezas a pensar que te está tomando el pelo: ¡llega a incorporar un autosumario de MS Word de su propio texto! (a mi entender es un desprecio al lector, como los niños que metían en su examen el Padrenuestro para ver si el profesor lo leía de verdad). También tiene sitio para hablar de las principales referencias bibliográficas de la consultoría estratégica, encabezadas por el genial (esto lo digo yo, Kihn se burla también de él) Michael Porter y su modelo de las cinco fuerzas, y completada con otros tres libros cuyos títulos dejo aquí para el interesado: In Search of Excellence, Reengineering the Corporation, and Built to Last.

No descarto leerlos, pese a que para Kihn: "Business books are boring. They are bloated compendiums of half-baked ideas committed in fourth grade prose. Their purpose is to transform a common sense concept or two into a consulting career through the catalyst of hollow jargon." Afirmación que seguramente sea cierta para la mayoría de estos libros, pero no para todos.

Uno de los principales problemas que tiene la lectura de House of Lies es que es un libro tramposo. El autor utilizar muchas veces falacias para sus críticas, algunas veces las reconoce y otras no. Por ejemplo, hace una diatriba sobre que los salarios de estos consultores (120.000 USD para empezar a hablar), no son tan altos, justificándolo con lo que te queda después de impuestos. Pero, claro, señor Martin, los impuestos los sufre todo el mundo, y a todos les atenúan los salarios en mayor o menor medida. Vamos, que ese sueldo inicial suena bastante bien con independencias de que el neto sea menos. O también despotrica sobre el poco valor de los puntos de fidelización de hoteles, compañías aéreas o de alquiler de coches: pero, digo yo, será mejo tenerlos que no tenerlos. No sé por qué le parecen mal. El punto más falaz, aunque este si lo reconoce, es cuando calcula la probabilidad de que alguien llegue a entrar en McKinsey.

En cuanto al estilo, se refiere a sí mismo como "tú" (you), lo cual le permite cobrar distancia de los hechos y quizá ser más caustico en sus ironías. Aunque no sea especialmente gracioso, lo cierto es que le funciona. Por ejemplo, en frases como ésta: "You are no expert in the art of leadership; most of your life has prepared you simply to be an expert in followership."

Hombre, y sí tiene alguna frasea graciosa, que ha escrito unas cuantas. Por ejemplo, esta metiéndose con las matemáticas supuestamente complicadas que utilizan los consultores: "As business prose is prose for drool-bucket doofoids, so everyday business math is math for blistering bozos.", cuya traducción, de ser posible, le restaría impacto sonoro.

Me cuesta pensar que este libro pueda resultar interesante o siquiera gracioso a gente que no esté relacionada con el mundo de la consultoría. No es un mal libro, pero es poco ocurrente, y además desordenado, hasta llegar quizá a la falta de respeto. Yo, por mi parte, me quito así un peso de encima.

Dejo una cita de Peter Drucker, recogida por Kihn, que comparto (aunque poco tenga que vez con el resto del libro). Imagino que a Drucker sí le tendrá respeto:
"Whenever anything is being accomplished, it is being done, I have learned, by a monomaniac with a mission." Lo que explica porque hay que ser un poco psicópata para triunfar en la vida.



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