domingo, 31 de mayo de 2020

Adiós a la Verdad, de Gianni Vattimo

Leo muy poca filosofia. Y cuando leo cosas como esta que acabo de terminar, entiendo muy bien por qué. Lo he leído por dos razones, porque era corto y porque me lo recomendó un amigo de discusiones. Pero ya desde el primer momento me estaba repeliendo.

Para empezar, ese estilo de constante cita a otros filósofos más o menos conocidos y oscuros. Aquí n botón: "Heidegger en su crítica a Jaspers que, como he mostrado, vale también para Husserl: (,,,)
Schürmann, al menos si lo comprendo bien, pues él, consciente también de su lectura de Meister Eckhart...
"Eso sí, el cachondo de Vattimo se queja de que en EEUU, "la filosofía ha ido reduciéndose a una función académica, un asunto de especialistas que discuten problemas de lógica y de epistemología en sus departamentos universitarios bien protegidos y con relaciones casi inexistentes con la opinión pública." ¿Y él qué?

Luego, la oscuridad general en la forma de escribir, con frases que si las lees rápido parecen absurdas, y que seguramente lo sean, como bien nos enseña Roger Scruton, este sí un filósofo con ánimo de que se le entienda. Un par de botones: "Lo oculto que tiende a huir en la especialización de las ciencias es el ser en cuanto ser" o "indica el pensar el ser en el doble sentido , subjetivo y objetivo, del genitivo.". ¿A qué parecen de coña?

Y, por último, el sesgo socialista que se trata de disimular bajo la verborrea. Así, "las únicas, o casi únicas, novedades políticas de nuestro tiempo llegan de esa parte del tercer mundo que ha tenido la fuerza de resistir al imperialismo estadounidense (Cuba, Venezuela, Bolivia)." Maravillosas novedades políticas. O, escribiendo en 2009, "la competencia ilimitada (con los resultados que la actual crónica de la crisis económica ha hecho bien visibles a todos)". Y como se ha producido "la unificación acelerada del mundo contemporáneo bajo los poderes paralelos del imperialismo, de la globalización económica y de la tecnología. Todos esos factores son responsables de la falta de un evento auténtico en nuestro mundo". Sin olvidar que como ejemplo justificando el origen de su preocupación por la verdad esta saber si Bush y Blair mintieron al mundo en relación a las armas de Iraq. Si fuera en España, podría haber hablado del Prestige, por ejemplo.

Afortunadamente para el lector, pasado el primer achuchón de citas y autocitas, llega un momento en que se puede entender lo que esta defendiendo Vattimo. Y cuando llega ese momento, nos damos cuenta de lo poco novedoso de su aportación, a poco que uno haya leído algo reciente sobre psicología o sociología.

Aunque Vattimo parece inspirarse en los paradigmas de Kuhn (que el llama "aperturas"), no parece entender muy bien en qué consisten. Ahora me explico: Vattimo toma de Kuhn la idea que todas las teorías se construyen y hay que entenderlas dentro de un grupo de principios; esto es, no hay teorías científicas por si solas. Sin embargo, ello no implica que no haya explicaciones crecientemente ciertas y contrastadas para los fenómenos: cada paradigma explica de forma satisfactoria y cierta una serie de fenómenos, y ha de evolucionar cuando encuentra anomalínas, hacia un nuevo paradigma que resuelva esas anomalías y al tiempo explique los fenómenos ya explicados de una forma coherente. O sea, nada en el cambio de paradigmas de Kuhn impide la existencia de una verdad final a la que aproximarse.

Cuando Vattimo extrapola la idea a la metafísica, se encuentra con que las "verdades" de esta índole van a depender siempre del paradigma, o sea, del grupo de individuos que tengan un acuerdo sobre los principios interpretativos: "Puesto que la verdad es siempre un hecho interpretativo, el criterio supremo en el cual es posible inspirarse no es la correspondencia puntual del enunciado respecto de las «cosas», sino el consenso sobre los presupuestos de los que se parte para valorar dicha correspondencia." Así pues, "la verdad no se «encuentra» sino que se construye con el consenso y el respeto a la libertad de cada uno."

Siendo así, son inaceptables "pretensiones de imponernos comportamientos que no compartimos, en nombre de alguna ley de la naturaleza, esencia del hombre, tradición intocable, revelación divina."
Más aún,"Allí donde la política busca la verdad no puede haber democracia." Es curioso que, sobre todo al principio del ensayo, Vattimo opone la existencia de verdad absoluta a la de la democracia, pareciendo asumir que ésta, la democracia, sí se considera un valor absoluto, como si la democracia fuera la panacea. Y digo yo si no es inaceptable también la "pretensión de imponernos comportamientos que no compartimos" en nombre del consenso de la mayoría. Pero, bueno, son las típicas contradicciones con las que viven los intelectuales de izquierdas.

Y, también como buen filósofo de izquierdas, no puede conformarse con la filosofía entienda, la filosofía ha de transformar. Aceptado que no existe la verdad absoluta, sino que la verdad es contingente según la comunidad, Vattimo nos propone una "ética de la finitud", en la que aceptemos que cada comunidad (no estoy seguro de si también cada persona) puede tener su verdad. Y como proyecto de futuro, la "progresiva eliminación de los muros: muro de Berlín, muro de las leyes naturales que son predicadas contra la libertad de los individuos, muro de la ley del mercados." Le ha faltado añadir "muro de la ley de la gravedad" para que quedara claro lo absurdo de su propuesta.
Aunque no es optimista, porque pese a su declaración pro-democracia, constata que "mientras más involucradas están las masas en los procesos políticos, menos posible es imaginar un cambio radical." (El "mientras" es del traductor).

La "Verdad" a la que dice adiós Vattimo es la verdad metafísica, aunque no quede claro del título. Afortunadamente para los seres humanos, ese adiós no se debe a que ahora las verdades se decidan por mayoría, sino a que cada vez más las ciencias, físicas y sociales, siempre con el paradigma adecuado, invaden terrenos reservados a la metafísica, hasta ir dejando ésta vacía de contenido. Con cada avance científico, se sustrae al mito, también al de la mayoría, más ámbito de conocimiento.
Es por eso que el hombre o las comunidades no tratan de eliminar el "muro de la ley de la gravedad", sino de adaptarse a él de la mejor forma posible. Y aunque Vattimo se refiera al "muro de la ley de mercados" como algo eliminable, le espera la misma decepción, aunque él siga sin aceptar la existencia de leyes económicas absolutas. Si quiere alguna prueba, no sé por qué no le basta la caída del socialismo, a la que alude varias veces, cuya imposibilidad ya estaba demostrada en 1930 por Ludwig von Mises.

Leer este libro es poco recomendable. Sin llegar a calificarlo como una pérdida de tiempo, lo cierto es que el lector interesado en estas materias disfrutará y aprenderá mucho más con Haidt, Pinker o, sin ir más lejos, Dunkan Watts (de quien estoy leyendo un libro en estos momentos).

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