martes, 29 de agosto de 2023

M. Los últimos días de Europa, de Antonio Scurati

Tercera entrega de la biografía de Mussolini, tras El hombre de la providencia y El hijo del siglo. Se trata de excelentes lecturas, en que el estilo lírico de Scurati se encaja como un guante con la vida del dictador y fundador del fascismo, aunque pueda parecer chocante.

Lo que ocurre en esta tercera parte es que aparece un personaje que desde el principio le roba completamente el protagonismo al supuesto protagonista, tanto en la novela como en la historia. Esta es su espectacular entrada: "A primera vista, por mucho que nos esforcemos, no conseguimos encontrarlo repulsivo. Mesurado, ordenado, casi modesto. Casi servil, incluso. Una personalidad de aspecto subordinado: algo así como un revisor del tranvía.". Tal privilegio corresponde, como no podía ser de otra forma, a Hitler, aprendiz que superará con creces a su maestro.

Y es que lo que se nos cuenta son los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, con el papel de comparsa que jugó Mussolini, e hizo jugar a Italia, en los distintos lances planeados por el Reich, empezando por la toma de Checoslovaquía tras el tratado de Munich (ese que dio pie a Churchill para espetar a Chamberlain sus famosas palabras: "Os dieron a elegir entre deshonor y guerra; elegistéis deshonor y tendréis guerra"). 

Entre los episodios, hay algunos ciertamente burlescos, como el de la llamada "lista molibdeno", en que el Duce, a petición de Hitler, hace una lista de los materiales que precisa para entrar en guerra al lado de los alemanes, una lista de imposible satisfacción que revela con claridad la intención de los italianos de evitar sumarse al conflicto en tanto no se decante. ("la lista inagotable, en el círculo de Mussolini, ya ha sido rebautizada burlonamente como la «lista molibdeno» (por el nombre del inencontrable e inaudito metal).").

Más grave resulta la alianza de Alemania con los bolcheviques, algo incomprensible y, en primera aproximaciòn, inaceptable para los fascistas italianos, cuya causa y origen era precisamente la lucha contra el comunismo. "El mariscal de campo acaba de formular la hipótesis de una alianza monstruosa que desmentiría la primera razón de ser del fascismo: la lucha contra el bolchevismo."

El otro punto importante son las leyes raciales contra los judios, que habría impuesto Alemania a Italia para implementar su alianza. La conclusión de la lectura es clara (y Scurati no es precisamente la ultraderecha): el fascismo no era racista, aunque pudiera ser nacionalista, y queda demostrado con la existencia de numerosos y relevantes judios fascistas (entre ellos, Renzo Ravenna, antiguo podestá de Ferrara, a quien sigue la novela). Mussolini impone la discriminación contra los judios sin convencimiento y diría que a regañadientes; y aunque por supuesto que son dañinas para los judios italianos, no se acercan a las terribles cosas que pasaban en Alemania o Austria. Vamos, que quien piense que el fascismo es xenófobo, no tiene ni idea de sus orígenes.

El aspecto internacional de esta biografía hace que tome mucha importante un tercer personaje, el ministro de Asuntos Exteriores y yerno de Mussolini, Galeazzo Ciano, que tendrá numerosas apariciones en la historia, como la conquista de Albania y, sobre todo, la relación con la guerra civil española. En su viaje a España tras la victoria franquista (que no fascista, señor Scurati), disfrutará de una corrida a manos del gran Juan Belmonte, con lo que casualmente se conectan dos de las mejores biografías que he tenido oportunidad de leer: esta de Mussolini y la del torero, obra de Manuel Chaves Novales.

Y básicamente esto es todo lo que da de sí esta entrega: comienza con la visita de Hitler a Mussolini y termina con la entrada de Italia en la guerra, eso sí, con la balanza muy inclinada a favor de unos Nazis a punto de tomar Paris.

Se lee casi del tirón, y el único punto incómodo es el tratamiento que Scurati da a la Guerra Civil española, de cuyas causas demuestra tener poco conocimiento; esperemos que con Mussolini no esté siendo tan desacertado. De entrada, clasifica a Francisco Franco en la categoría de fascista en las biografías de da al final, lo que ya da una idea del despiste. Pero lo más grave es que acepta el discurso socialista (ya no creo que sea mainstream), de que se trataba de una rebelión contra una democracia, cuando más bien de lo que se trataba era de un levantamiento contra el intento de imponer un régimen comunista-stalinista en España. Los fascitas de Mussolini pararon algo similar en Italia sin tener que llegar a conflicto total, pero desgraciadamente en España los socialistas y comunistas no tuvieron reparos en dar pucherazo para quedarse con el gobierno de las checas, y habrá que dar gracias a Franco, militar NO fascista, de que esto no terminara como otra dictadura roja.

Dejo antes de cerrar algunas frases que demuestran, una vez más, el talento lírico del Scurati, que por si solo justifica esta lectura:

"Gabriele D’Annunzio, fallecido el pasado mes de marzo en su cama a causa de una hemorragia cerebral como un jubilado cualquiera tras una vida inimitable persiguiendo una hermosa muerte,"

"La promesa de felicidad, pronunciada por los hombres en armas, detiene el tiempo en la reverberación del sol sobre el agua luminiscente."

"si llevas veinte años presentándote como un dios de la guerra ante un pueblo que al final implora en ti al ángel de la paz, ¿qué ves cuando vislumbras involuntariamente tu rostro reflejado en el espejo de cortesía sobre los asientos de cuero de un vagón ferroviario?"

"la asombrosa empresa de los panzers de Guderian no se inscribe, en efecto, en los registros de la historia sino en los del mito, su exaltadora galopada durante cientos de kilómetros en territorio enemigo no pertenece al tiempo de los hombres sino al de los héroes."

En todo caso, queda recomendada, como las dos partes anteriores, y yo a la espera de la cuarta entrega, que según parece será la última. Ah, para los interesados en la gastronomía italiana, dejo aquí el menú típico de la cocina ferraresa, que comparten el fascista pro-semita Italo Balbo con su íntimo amigo, el ya citado Renzo Ravenna: "cappellacci de calabaza sazonados con mantequilla derretida, y el pasticcio, compuesto por una masa de hojaldre, relleno de macarrones, ragú, bechamel, champiñones, trufa y nuez moscada."

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