El título de este ensayo invita a pensar en algo doctrinario o teórico, un análisis de por qué las democracias son intrínsecamente inestables, lo que me parecía de gran interés. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Se trata de un análisis coyuntural sobre las relaciones entre los países comunistas y totalitarios con los países democráticos desde 1950 hasta principios de los 80, que es el momento en que se escribe el libro.
En ese momento, Revel no puede saber que en 1989 caerá el muro de Berlín y con él el regimen soviético, y también sus temores de que desaparezcan las democracias, al menos por las razones que expone. Al añadir este hecho histórico al análisis de Revel pierde bastante sentido, pues no se puede evitar leerlo como un error de análisis continúo, empezando por la que para él es la principal cuestión de su momento: "savoir lequel de deux événements se produira le premier : la destruction de la démocratie par le communisme ou la fin du communisme usé par sa propre maladie. Cette seconde séquence évolutive me paraît suivre un cours moins rapide que la première."
Los hechos que constata Revel toman como punto de partida la imposibilidad de que el comunismo subsista sin expansión. Ya lo dijo Stalin: "Tout gouvernement librement élu serait antisoviétique. Et, cela, nous ne pouvons le permettre". Así, la Unión Soviética, como en los comunistas actuales, aunque eviten llamarse así, están en constante lucha. Allí donde uno vea sloganes llamando a la lucha que sospeche de la presencia cercana de comunistas.
Y esto es algo que no comprendían las democracias del momento. En esa lucha los comunistas, como el rojerío actual, no tiene límites en las armas que usar. La propaganda comunista consigue que las democracias se sitúen en una posición asimétrica de cara a la ahistoria y la opinión pública: "des causes de mécontentement comparativement mineures rongent, perturbent, paralysent, désarçonnent les démocraties plus vite et plus fort que les famines gigantesques et la misère constante ne gênent les régimes communistes"
El tema se repite durante toda la lectura, como en este caso que todos conocemos: "Pinochet, lui, au moins, est toujours fidèle au poste et bon pour le service. Il assure le dépannage, vingt- quatre heures sur vingt- quatre, sept jours par semaine, quand l’âme socialiste est en peine. Et le cri « Pinochet ! Pinochet ! » exorcise les démons, tous les Cambodge du monde, tous les Afghanistan, toutes les Éthiopie, toutes les Tchécoslovaquie, tous les Tibet."
El complejo de las democracias se puede remontar al final de la segunda Guerra Mundial, donde dejaron a la URSS los mismos territorios o más que le había garantizado el pacto con la Alemania Nazi de Hitler. Esto eso, la URSS, que quería destruir a las democracias occidentales, únicamente entró en guerra con Alemania porque ésta rompió el pacto y la invadió. La compensación que obtuvo de su esfuerzo bélico es a todas luces reveladora del extraño complejo con que los países democráticos iban a comportarse con la URSS.
Otro ejemplo son los acuerdos de Helsinki de 1975, "L’Ouest faisait à l’URSS deux cadeaux somptueux: reconnaissance de la légitimité de l’empire soviétique d’Europe centrale, indûment annexé après la Seconde Guerre mondiale ; aide économique et technologique massive et presque gratuite. En contrepartie, l’URSS s’engageait à la modération dans sa politique étrangère et au respect des droits de l’homme dans son empire" Evidentemente, la URSS no cumplió su parte, pero tampoco los países occidentales dejaron de cumplir la suya.
Revel denuncia un desastre diplomático tras otro, quejándose amargamente de la negligencia de las democracias, frente a una diplomacia soviética que le parece casi perfecta (como si los funcionarios comunistas fueran gente especialmente diligente), dando la sensación al lector que una situación con difícil salida positiva para Occidente, que afortunadamente podemos contemplar con la tranquilidad de lo que finalmente ocurrió.
Lo que sí me parece más actual es algo que también denuncia Revel, la toma de control por parte de funcionarios prosoviéticos de un gran número de puestos clave en la ONU, y que yo me atrevería a extender a todo tipo de organizaciones estatales a niveles nacionales y supranacionales. Obviamente, ya no son prosoviéticos, pero sí izquierdistas que actúan ideológicamente desde aparatos supuestamente técnicos, como la Comisión Europea, la OCDE o las mil afiliadas a la ONU.