Lo cierto es que cogí con mucho interés este ensayo, del que esperaba obtener un conocimiento básico, pero sistemático, de lo que es la economía de la complejidad y sus posibles aplicaciones. Desafortunadamente, creo que el objetivo no se ha acabado de cumplir, y si se ha cumplico, entonces es que la economía de la compejidad es bastante sencilla.
El libro resulta una especie de pastiche epistemológico, en que más que hablar sobre la economía de la complejidad, se habla de filosofía de la ciencia y de otras escuelas económicas, lo primero ya conocido de las fuentes originales, lo segundo perfectamente superfluo para mí. Y es que sí la economía de la complejidad es un nuevo paradigma, como propone y supone el autor, lo primero que habría que hacer es explicar aquellos aspectos de la realidad mal explicados o sin explicación por el paradigma actualmente dominante, y que sí explica el nuevo. Así es como se pueden superar los paradigmas, como bien explica Kuhn, y no contándonos que los modelos del nuevo reflejan mejor (según el autor) la realidad.
Así las cosas, uno entra desorientado al tema, y de inmediato se pone el autor a definir conceptos relacionados con la economía de la complejidad, sin que haya quedado muy claro cuál es su objetivo. Es más, es que ni el autor parece tenerlo claro: "Consideran que la propia economía convencional, en lugar de ser completamente desplazada, está incorporando poco a poco herramientas procedentes de la economía de la complejidad: experimentos económicos, ABMs, modelos de economía conductual, análisis institucional, perspectiva más evolutiva, etc." O sea, todo es economía de la complejidad para el autor.
Para más inri. y aún confesando el autor su procedencia de la economía austriaca, en vez de centrarse en vez cómo la economía de la complejidad mejora y complementa este último paradigma, escoge como rival a mejorar al mainstream, a los neoclásicos, como si a estas alturas de la película no supiéramos ya todos de qué pie cojean. Y no tiene empacho en atribuir a la economía de la complejidad las críticas que, por ejemplo, ha hecho Kahneman al homo economico. Y es que todas las consecuencias que dice deducir de la economía de la complejidad, ya las sabemos los economistas austriacos sin necesidad de hablar de emergencia, autoorganización, complejidad computacional o CASs.
Una pista para entender la importancia que para el autor uede tener esto de la complejidad la da esta frase, que por cierto es una burrada (léase a Rothbard o cualquier historia del pensamiento económico):"dado que la economía ha seguido históricamente a la evolución de la física y matemáticas, ¿habrá seguido también los últimos avances con respecto al paradigma de la complejidad?"
En suma, las ciencias de la complejidad no son más que unas nuevas matemáticas, y en la medida en que alguien crea que la teoría económica avanza con la matemáticas, pensará que la economía de la complejidad es un avance. De hecho, su propio origen es sospechoso: en el encuentro de Santa Fe se reunen 10 físicos con diez economistas, liderados por Kenneth Arrow. ¿Qué se podía esperar de este encuentro? Lo que iban buscano los economistas era claramente cómo aplicar estas que veían como nuevas matemáticas a la ciencia económica. Y de repente se empiezan a buscar aplicaciones de la teoría del caos, de la teoría de las catástrofes o de la teoría de grafos a la ciencia económica, de las que Moreno hace un pequeño recorrido, sin a mi entender encontrar nada nuevo que justifique el uso de estas herramientas.
De hecho, el único punto que me parece con un poco de recorrido sobre los llamados ABMs (Agent-Based Models), en que se hace una simulación en que se dejan interactuar agentes programados según diferentes algoritmos de acción, y se observan los resultados ("Los agentes se comportan conforme a unas reglas explícitas que delimitan sus posibilidades de acción, y estos interactúan libremente entre ellos a través del propio espacio generado de forma exógena o incluso endógena."). De hecho, mi proyecto fin de carrera era un ABM (aunque no lo he sabido hasta leer este libro), en que se trataba de optimizar el funcionamiento de los semáforos en una red de calles; los agentes eran los conductores; lanzabas la simulación probando una determinada configuración de semáforos y veías el tiempo medio de tránsito.
Lo que me parece imposible es asumir que para un sistema económico, en que la creatividad del ser humano es lo fundamental, podamos modelar al individuo de forma relevante. Pero vamos, esto ya lo debería saber el señor Moreno, que dice conocer la economía austriaca. Y creo que lo sabe, cuando reconoce en el capítulo de limitaciones del paradigma que defiende, que estos modelos son arbitrarios y no universales.
Junto a la presentación de los conceptos relacionados con la complejidad, se nos cuelan cosas de mero relleno, como la explicación del dilema del prisionero (¿otra vez?, ¿no la podía dejar para un apéndice?) y, sobre todo el capítulo dedicado a las conexiones con escuelas heterodoxa de pensamiento económico, en que repasa clásicos, austriacos, marxistas, institucionalistas, evolutivos, ecofíscos y fractales (!). No acabo de entender para qué hace esto, pero hay quedan estas páginas para la posteridad.
Y así llegamos al último capítulo donde a uno se le saltan las lágrimas ante la ingenuidad del autor, cuando reflexiona sobre por qué no ha triunfado, ¡todavía!, el paradigma de la economía de la complejidad. Una de las tres causas sería la arrogancia de los economistas, jajajajaja, como si fuera algo exclusivo de esta ciencia. Creo que es un argumento pillado de su admirado Rodrick, pero es ridículo. Supongo que yo soy también un economista arrogante por no haberme dejado convencer por las posibilidades que se derivan de su descripción de la economía de la complejidad.
Se cierra la obra con el deseo, muy poco científico desde mi punto de vista, de que este paradigma de la economía se imponga. Más explícitamente: "Sea cual sea el resultado, ojalá contribuyamos a hacer progresar al paradigma de la complejidad en economía." O sea, Moreno no quiere que su libro contribuya a mejorar la teoría económica, solo aspira a que progrese el paradigma que a él le parece correcto. Pues va a tener razón en lo de que los economistas somos arrogantes.
Yo lo que querría es que este libro me hubiera hecho ver cómo la economía de la complejidad ayuda a entender mejor los fenómenos económicos, cómo completa al paradigma austriaco o incluso podría llegar a sustituirlo. Lo que he deducido de este libro es que la pretensión de este paradigma es continuista con la del mainstream, pero aplicando nuevos métodos matemáticos que capturan mejor ciertos parámetros sociales. Ell dejará sin resolver el principal problema que confronta la teoría económica para su modelización, que sigue siendo la creatividad del individuo, por lo que me mantendré en el paradigma que hasta ahora me parece correcto, y veré si las aportaciones de la economía de la complejidad lo enriquecen de alguna forma.
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