Estaba deseoso de leer esta novela tras haber disfrutado lo indecible con la obra más conocida del mismo autor, HHhH, recién comentada. De hecho, era la que ahora comento la que realmente quería leer, cuando descubrí que HHhH era del mismo autor, y empecé por la famosa dejando para más adelante la reciente.
Ahora que ya la he leído, me he encontrado una narración que no me parece a la altura de la obra previa. Además, el hecho de que HHhH fuera su primera novela, premiada con el Goncourt, me hace sospechar que Monsieur Binet sea tan solo flor de una novela, como tantos otros escritores que en el mundo han sido.
La historia que se nos cuenta entrelaza hechos reales en una investigación policial para esclarecer sus causas. Los hechos a que me refiero son la muerte del semiólogo Roland Barthes y la explosión en la estación de Bolonia de poco después (al menos, estos son los que yo he identificado como históricos). Ello da pie al autor para incorporar a su narración infinidad de personajes célebres, muchos de los cuales me suenan "tristemente" por haber leído el Fools, Frauds and Firebrands de Scruton. Así, aparecen Sartre, Foucault, Lacan, Althusser, Chomsky, BH Levi, Sollers o Roman Jakobson, algunos con papeles destacados, como Foucault. También aparecen Mitterrand y Giscard d'Estaing, en los debates previos a la victoria electoral del primero. Y también, en un importante papel que no quiero desvelar, Umberto Eco, a quien Binet homenajea descaradamente.
La trama promete ser interesante, pues orbita en torno a lo que sería la séptima función del lenguaje (adicional a las seis que todos hemos estudiado en el cole) y que al parecer habría también intuido el creador de aquellas (Roman Jakobson). Dicha función sería la función performativa, con la que conseguimos convencer a las personas de lo que queramos. Lógicamente, quien tenga el secreto de esta función se hace con un gran poder, de ahí las intrigas en su torno que desembocarán en los acontecimientos arriba apuntos, entre otros.
Los protagonistas son un policia y un semiólogo (Simon Herzog), que es reclutado por el primer para la causa, tras ver cómo es capaz de analizar los símbolos para deducir el pasado de las personas. Herzog parece (aunque luego no ejerce) que va a ser un Sherlock Holmes en versión semiólogo, ayudando al policía. En el discurso que precede al reclutamiento, Herzog "interpreta" ni más ni menos que a las películas de James Bond, en una escena que sería hilarante sino fuera por qué parece que el propio Barthes hizo tal interpretación en serio.
Sin embargo, pasada esta escena, nos zambullimos en una especie de maremagnum en que pululan los famosos arriba citados, y en el que el lector tiene la sensación de estar perdiéndose algo o mucho. Ello, hasta el punto que un servidor aún no es capaz de establecer si la novela va en serio o en broma. Desde luego, la mayor parte de la ironía que pueda haber respecto a los Sartre, Lacan, Althusser,... yo no la he pillado. Hombre, alguna sí, como cuando hace burla de una frase de Lacan ("Le nom est le temps de l'object", "El nombre es el tiempo del objeto") y uno de los personajes se pone a hacer variaciones con la frase ("El tiempo es el objeto del nombre", "EL objeto es el nombre del tiempo"...) y se ve que todas tienen el mismo, o ningún, sentido.
Lo más interesante de la novela transcurre en las sesiones del llamado Logos Club, organización con la que tendrán mucho roce los protagonistas. Se trata de un club de debate estrictamente jerarquizado, en el que se puede avanzar retando a los niveles superiores y venciéndoles en la discusión, aunque la derrota tiene un severo castigo que no desvelaré. Pues bien, lo mejor de la novela sean quizá un par de estos debates, que se nos transcriben casi íntegros. El debate culminante es sobre clasicismo vs barroco, aunque los hay más peregrinos.
Rescato también la escena en que el telediario anuncia la muerte de Barthes, de gran originalidad y que recuerda al gran Binet del final de HHhH. Aqui, sobre el hilo de la narración de las sucesivas noticias, se nos va contando lo que está haciendo diversos de los personajes de la trama, hasta que el locutor comunica el luctuoso evento y entonces todos se paran y atienden a la pantalla. Magistral.
Con todo, me temo que no es una novela de lectura fácil. Tal vez alguien que conozca mejor a los filósofos antes citados y que pululan por sus páginas, la encuentre más provechosa. Yo la he encontrado prescíndible.
martes, 28 de noviembre de 2017
sábado, 25 de noviembre de 2017
Creación y evolución, de Guido Pagliarino
Llego a este ensayo de la mano de su traductor, Mariano Bas, compañero de tertulias. Como reciente descubridor de la teoría de la evolución (hasta sus últimas consecuencias) y antiguo creyente, sigue vivo mi interés por tratar de conciliar el cristianismo-catolicismo con las consecuencias de asumir la teoría de la evolución como explicación para la aparición del ser humano. Si tal conciliación es posible, mi catolicismo sería recuperable. Esta lectura es un primer paso en esta indagación, aunque no sé si habrá más.
Este ensayo es magnífico, muy claro, breve y al punto, sin entretenerse en zarandajas. Propone breves resúmenes, que a mí parecen acertados, de la teoría de la evolución así como de la posición de los creacionistas, hace su análisis (muy sencillo, como se verá) y se cierra con las posiciones de los Papas recientes según recogen sus Encíclicas, así como el resumen de la obra de un par de evolucionistas cristianos.
También hace un estudio de la relación de las distintas ramas del cristianismo y de otras religiones con respecto a la teoría de la evolución. Aquí ya se revela cuál es, desde mi punto de vista, el objetivo del ensayo. Digamos que su público objetivo no son tanto los evolucionistas-ateos, como los cristianos-creacionistas, que el autor identifica estadísticamente con los protestantes.
Pero vamos con lo que a mí me interesaba. ¿Por qué es compatible el evolucionismo con la existencia del Dios cristiano? Me temo que el argumento es endeble, aunque sí es cierto que proporciona un resquicio para quien quiera o necesite tener fe. Básicamente, el argumento de Pagliarino es que no se ha podido demostrar con evidencia empírica que el curso de la evolución no sea dirigido, esto es, que sea aleatorio, como teoriza Darwin. Por tanto, pudiera ser que el proceso estuviera dirigido por una voluntad superior, divina.
Poco puedo discutir sobre esto. Hasta dónde yo he leído de momento, no he encontrado la evidencia directa que pide Pagliarino, sea en uno u otro sentido. Es cierto que los tiempos manejados por Darwin, coherentes con los tiempos geológicos, son compatibles con el proceso evolutivo aleatorio, pero esta no prueba que lo sea.
Lo que sí sabemos es que la ciencia avanza, continuamente. Y conforme avanza, los creyentes se ven confinados en requicios cada vez más estrechos. Antaño nos bastaba creer que Dios había hecho al hombre, a nadie se le había ocurrido otra explicación; y con anterioridad se creía que los rayos los lanzaba Júpiter. Ahora hay explicaciones verificables alternativas para ambos fenómenos. Digamos que ahora los creyentes creen que Dios ha guiado el proceso evolutivo para hacerlo llegar al ser humano, ya no creen que Dios haya creado al hombre directamente.
¿Se acabarán alguna vez estos resquicios para la fe? No creo. Deutsch nos explica en "The beginning of Infinity" que siempre existirán problemas que resolver, cosas que investigar. Y que cada problema solucionado, abre un sinfin de nuevos problemas cada vez más estrechos y lejos de la experiencia cotidiana.
En otras palabras, tarde o temprano se encontrará la evidencia incontestable de que el proceso es aleatorio (o no); pero ello dará lugar a otra serie de incógnitas aguas arriba, para las que no habrá evidencia científica en ese momento. Será el nuevo refugio de los creyentes, que encontrarán su creencia más compleja y más estrecha, pero en todo caso posible.
Además de esta idea principal, el ensayo también se refiere a un par de ideas teológicas adicionales: por un lado, la posibilidad de considerar a Jesucristo, al Dios hijo, como el hombre completo, esto es, la evolución del homo sapiens. Por otro, la idea de la discontinuidad evolutiva según la cual Dios habría puesto el alma en los homínidos previos para dar lugar al homo sapiens. No merece la pena su discusión científica, por lo ya dicho: si se acepta que la evolución ha podido ser guiada por una voluntad superior, es claro que la misma podría haber hecho estas cosas, así como tenernos como un paso más hacia el hombre perfecto.
Como dije, me ha gustado este ensayito, aunque no haya alterado, desafortunadamente, mis convicciones. Se lee bien y rápido, y se entiende estupendamente. Además, la traducción es excelente, o sea que queden aquí mis felicitaciones para el causante de la misma: Mariano, enhorabuena.
Este ensayo es magnífico, muy claro, breve y al punto, sin entretenerse en zarandajas. Propone breves resúmenes, que a mí parecen acertados, de la teoría de la evolución así como de la posición de los creacionistas, hace su análisis (muy sencillo, como se verá) y se cierra con las posiciones de los Papas recientes según recogen sus Encíclicas, así como el resumen de la obra de un par de evolucionistas cristianos.
También hace un estudio de la relación de las distintas ramas del cristianismo y de otras religiones con respecto a la teoría de la evolución. Aquí ya se revela cuál es, desde mi punto de vista, el objetivo del ensayo. Digamos que su público objetivo no son tanto los evolucionistas-ateos, como los cristianos-creacionistas, que el autor identifica estadísticamente con los protestantes.
Pero vamos con lo que a mí me interesaba. ¿Por qué es compatible el evolucionismo con la existencia del Dios cristiano? Me temo que el argumento es endeble, aunque sí es cierto que proporciona un resquicio para quien quiera o necesite tener fe. Básicamente, el argumento de Pagliarino es que no se ha podido demostrar con evidencia empírica que el curso de la evolución no sea dirigido, esto es, que sea aleatorio, como teoriza Darwin. Por tanto, pudiera ser que el proceso estuviera dirigido por una voluntad superior, divina.
Poco puedo discutir sobre esto. Hasta dónde yo he leído de momento, no he encontrado la evidencia directa que pide Pagliarino, sea en uno u otro sentido. Es cierto que los tiempos manejados por Darwin, coherentes con los tiempos geológicos, son compatibles con el proceso evolutivo aleatorio, pero esta no prueba que lo sea.
Lo que sí sabemos es que la ciencia avanza, continuamente. Y conforme avanza, los creyentes se ven confinados en requicios cada vez más estrechos. Antaño nos bastaba creer que Dios había hecho al hombre, a nadie se le había ocurrido otra explicación; y con anterioridad se creía que los rayos los lanzaba Júpiter. Ahora hay explicaciones verificables alternativas para ambos fenómenos. Digamos que ahora los creyentes creen que Dios ha guiado el proceso evolutivo para hacerlo llegar al ser humano, ya no creen que Dios haya creado al hombre directamente.
¿Se acabarán alguna vez estos resquicios para la fe? No creo. Deutsch nos explica en "The beginning of Infinity" que siempre existirán problemas que resolver, cosas que investigar. Y que cada problema solucionado, abre un sinfin de nuevos problemas cada vez más estrechos y lejos de la experiencia cotidiana.
En otras palabras, tarde o temprano se encontrará la evidencia incontestable de que el proceso es aleatorio (o no); pero ello dará lugar a otra serie de incógnitas aguas arriba, para las que no habrá evidencia científica en ese momento. Será el nuevo refugio de los creyentes, que encontrarán su creencia más compleja y más estrecha, pero en todo caso posible.
Además de esta idea principal, el ensayo también se refiere a un par de ideas teológicas adicionales: por un lado, la posibilidad de considerar a Jesucristo, al Dios hijo, como el hombre completo, esto es, la evolución del homo sapiens. Por otro, la idea de la discontinuidad evolutiva según la cual Dios habría puesto el alma en los homínidos previos para dar lugar al homo sapiens. No merece la pena su discusión científica, por lo ya dicho: si se acepta que la evolución ha podido ser guiada por una voluntad superior, es claro que la misma podría haber hecho estas cosas, así como tenernos como un paso más hacia el hombre perfecto.
Como dije, me ha gustado este ensayito, aunque no haya alterado, desafortunadamente, mis convicciones. Se lee bien y rápido, y se entiende estupendamente. Además, la traducción es excelente, o sea que queden aquí mis felicitaciones para el causante de la misma: Mariano, enhorabuena.
viernes, 24 de noviembre de 2017
La caja de Annie: Darwin y Familia ("Annie’s Box: Charles Darwin, his Daughter and Human Evolution"), de Randal Keynes
No acabo de tener claro por qué me resultaba atractiva la lectura de este libro. Quizá era porque pensaba que me iba a dar una idea de cómo se modificó el pensamiento de Darwin en sus relaciones con Dios tras la muerta de su segunda hija (Annie, la que da título al libro), de qué forma había progresado desde una visión puramente biológica de la evolución a sus aspectos más morales.
Pero no es eso lo que me encontrado. Este libro, escrito por un descendiente de Darwin y también sobrino-nieto de Keynes, es una especie de biografia del matrimonio Darwin, con especial foco en los 10 años que vivió su hija Annie. Está construida a base de numeroso fragmentos de las cartas que se cruzaban los protagonistas y personajes cercano, así como de los diarios de los mismos. Al menos un 50% del libro está ocupado por este tipo de citas textuales.
Una vez leído, la verdad es que no entiendo su función ni el hueco que cubre. Imagino que habrá biografías de Darwin más completas que ésta y que por tanto expliquen mejor de dónde surgieron sus ideas. Tampoco se detiene demasiado sobre la reflexiones de Darwin tras la muerte de Annie, que era lo que yo esperaba iba a ser la parte importante del libro. Así que ni chicha ni limoná. No sé para que lo he leído.
No obstante, he encontrado cosas interesantes. Quizá lo mejor es cómo describe la vida en la época en que Darwin desarrolló su teoría: el ambiente religioso (general y particular en su familia), el ambiente científico (los orígenes teológicos de la biología), cómo se afrontaba la muerte de los niños (bastante común en la época), los primeros atisbos del turismo (ciudades balnerario, primeras guias de viajes, primeros ferrocarriles). Especialmente interesante, dentro de este punto, el capítulo que dedica a la tuberculosis.
Otras cosas que me han parecido interesantes serán más conocidas para la gente familiarizada con la teoría y obra de Darwin: las observaciones en las islas Galapagos, la constatación de que los periodos de tiempo deducidos de las investigaciones geológicas eran compatibles con su teoría de la evolución, los "barnacles" como primera clasificación de especies con base evolutiva, el sustrato físico de la moral. No obstante, todas ellas apenas se apuntan. El lector interesado, comom yo, deberá profundizar con otras lecturas, como "The Descent of Man".
De la lectura de este libro también parecen deducirse otras cosas:
1) Darwin comprendió casi de forma inmediata el alcance de su teoría en lo referente a su compatibilidad con la existencia de Dios. No es algo sobre lo parecía tener demasiadas dudas una vez se convenció de ella. Otra cosa es que tratara de moderar el mensaje para no causar un rechazo frontal a su teoría.
2) En general, la gente aceptaba la teoría de la evolución sin demasiado problema. El obstáculo primordial no era como tal la posibilidad de la evolución, sino aceptar que el hombre podía estar relacionado con especies inferiores por esta vía.
3) En sus últimos años, Darwin se arrepiente de haber estado demasiado concentrado en sus investigaciones y no haber dedicado tiempo a otras actividades (como la poesía), lo que según él le hubiera valido para obtener una visión más amplia de los sucesos que investigaba, No he podido evitar recordar un comentario similar de Umberto Eco en "Número Cero", diciendo justo lo contrario, que los únicos que podían triunfar en la vida eran los que tenían un foco muy claro y no picoteaban por todos los lados. Como yo me identifico con los últimos, agradezco el pensamiento de Darwin, al tiempo que se me plantean dudas sobre si tendríamos teoría de la evolución si Darwin hubiera dedicado mucho tiempo a actividades diversas.
En suma, se trata de un libro instructivo y estimulante, pero que no puede sustituir otras lecturas que, en cambio, creo que sí sustituirían a este. Por eso, y por el tremendo coñazo que constituye el capítulo dedicado a la muerte de Annie, que se hace casi ilegible a base de las constantes notas que se cruzaban los padres de la criatura y de las que apenas nos priva el autor, no puedo recomendar su lectura.
Pero no es eso lo que me encontrado. Este libro, escrito por un descendiente de Darwin y también sobrino-nieto de Keynes, es una especie de biografia del matrimonio Darwin, con especial foco en los 10 años que vivió su hija Annie. Está construida a base de numeroso fragmentos de las cartas que se cruzaban los protagonistas y personajes cercano, así como de los diarios de los mismos. Al menos un 50% del libro está ocupado por este tipo de citas textuales.
Una vez leído, la verdad es que no entiendo su función ni el hueco que cubre. Imagino que habrá biografías de Darwin más completas que ésta y que por tanto expliquen mejor de dónde surgieron sus ideas. Tampoco se detiene demasiado sobre la reflexiones de Darwin tras la muerte de Annie, que era lo que yo esperaba iba a ser la parte importante del libro. Así que ni chicha ni limoná. No sé para que lo he leído.
No obstante, he encontrado cosas interesantes. Quizá lo mejor es cómo describe la vida en la época en que Darwin desarrolló su teoría: el ambiente religioso (general y particular en su familia), el ambiente científico (los orígenes teológicos de la biología), cómo se afrontaba la muerte de los niños (bastante común en la época), los primeros atisbos del turismo (ciudades balnerario, primeras guias de viajes, primeros ferrocarriles). Especialmente interesante, dentro de este punto, el capítulo que dedica a la tuberculosis.
Otras cosas que me han parecido interesantes serán más conocidas para la gente familiarizada con la teoría y obra de Darwin: las observaciones en las islas Galapagos, la constatación de que los periodos de tiempo deducidos de las investigaciones geológicas eran compatibles con su teoría de la evolución, los "barnacles" como primera clasificación de especies con base evolutiva, el sustrato físico de la moral. No obstante, todas ellas apenas se apuntan. El lector interesado, comom yo, deberá profundizar con otras lecturas, como "The Descent of Man".
De la lectura de este libro también parecen deducirse otras cosas:
1) Darwin comprendió casi de forma inmediata el alcance de su teoría en lo referente a su compatibilidad con la existencia de Dios. No es algo sobre lo parecía tener demasiadas dudas una vez se convenció de ella. Otra cosa es que tratara de moderar el mensaje para no causar un rechazo frontal a su teoría.
2) En general, la gente aceptaba la teoría de la evolución sin demasiado problema. El obstáculo primordial no era como tal la posibilidad de la evolución, sino aceptar que el hombre podía estar relacionado con especies inferiores por esta vía.
3) En sus últimos años, Darwin se arrepiente de haber estado demasiado concentrado en sus investigaciones y no haber dedicado tiempo a otras actividades (como la poesía), lo que según él le hubiera valido para obtener una visión más amplia de los sucesos que investigaba, No he podido evitar recordar un comentario similar de Umberto Eco en "Número Cero", diciendo justo lo contrario, que los únicos que podían triunfar en la vida eran los que tenían un foco muy claro y no picoteaban por todos los lados. Como yo me identifico con los últimos, agradezco el pensamiento de Darwin, al tiempo que se me plantean dudas sobre si tendríamos teoría de la evolución si Darwin hubiera dedicado mucho tiempo a actividades diversas.
En suma, se trata de un libro instructivo y estimulante, pero que no puede sustituir otras lecturas que, en cambio, creo que sí sustituirían a este. Por eso, y por el tremendo coñazo que constituye el capítulo dedicado a la muerte de Annie, que se hace casi ilegible a base de las constantes notas que se cruzaban los padres de la criatura y de las que apenas nos priva el autor, no puedo recomendar su lectura.
miércoles, 22 de noviembre de 2017
Blind Faith, de Ben Elton
Sigo poniéndome al día con Ben Elton, quien otrora fue mi autor inglés contemporáneo preferido. Tras las recientes lecturas de Time and Time Again y Past Mortem, le toca el turno ahora a esta "Fe ciega". Y aquí tenemos un libro al estilo original de Elton, al de los primeros libros que le leí, en que lleva al extremo facetas de la realidad que le parecen dignas de burla. Con mayor o menor éxito, lo dejo a juicio del lector.
De entrada, resulta difícil meterse en el libro, pues nos presenta una extraña y ciertamente inverosimil distopia como marco de la novela. En efecto, nos sumergimos en un Londres en que la gente va mayormente desnuda por la calle; en que viven como piojos en costura por carecer de espacio vital (todo son colas y muchedumbres); donde la dieta está dominada por dulces y fast-food, y donde todo el mundo está perennemente conunicado con miles de dispositivos. Este mundo está dominado por El Templo, los prebostes de la religión dominante, que venera al Niño Jesús y a Diana (imagino que se refiere a Lady Di, pero no se llega a explicitar).
Esta distopia absurda echará para atrás al lector que pretanda tomarse este libro en serio, como casi hizo conmigo. Pero hay que recordar que aquí Elton nos está proponinendo una novela satírica, cuyo objetivo es criticar determinadas modas o conductas del momento (2007).
De hecho, el principal foco de su ataque tiene que ver con la privacidad. Pero no con la privacidad como la entendemos ahora (al menos un servidor), que dimana de la preocupación por la explotación del Big Data por empresas y gobiernos. No, el objeto de su burla es la gente que expone su vida en las redes sociales (fenómeno relativamente nuevo en 2007). De hecho, lo lleva al extremo de que la privacidad es un pecado para El Templo. Lo socialmente aceptado en esta distopia es estar constantemente compartiendo con el resto del mundo lo que a uno le ocurre, hasta los más intimos detalles (una razón por la que todos tienden a ir desnudos).
Otras dos pinceladas sobre la distopia de Elton: 1) la única lectura socialmente admitida (por supuesto, nada se prohibe) es la de libros de auto-mejora. 2) Todo el mundo es exquisitamente respetuoso con todo, el "Disrespect" es intolerable.
En este contexto, la razón ha sido abandonada, y todo funciona por consenso. Y, por ejemplo, como todo el mundo cree que no se puede ir contra la voluntad del Amor (el dios de la época), no se vacuna a los niños, que han recuperado mortandades del 50%.
Mi escena preferida es de claro fondo anarcocapitalista, aunque no sé si Elton será consciente de ello. Es el momento en que se reune una muchedumbre en el nuevo estado de Wembley ("the New New Wembley" (sic)). De acuerdo a las leyes democráticas de esta nueva sociedad, allí donde 200.000 personas se reunan se puede promulgar una nueva norma. Pues bien, en el momento al que aludo, el máximo pontífice del Templo propone y hace aprobar una ley por la que todo el mundo es famoso.
Hala, por ley, todo el mundo es famoso. Vamos, de la misma forma que nuestros políticos dicen que resuelven los problemas: con una ley.
Blind Faith no es de las mejores novelas de Ben Elton, pero al menos nos permite unos destellos del Elton de la primera época. Una vez aceptas que la sociedad que te propone no va en serio, el libro se puede disfrutar bastante, sobre todo determinadas escenas concretas en que está demoliendo aspectos generalmente aceptados de nuestra sociedad, sobre todo el tema del respecto a las minorías como religión.
Por cierto, reflexión mía, este problema del respeto a las minorías solo se plantea en presencia de mayorías supuestamente irrespetuosas. ¿Y cuál es el mecanismo que consolida y legitima el poder de las mayorías sobre las minorías? Adivinen, empieza por demo y termina por cracia.
De entrada, resulta difícil meterse en el libro, pues nos presenta una extraña y ciertamente inverosimil distopia como marco de la novela. En efecto, nos sumergimos en un Londres en que la gente va mayormente desnuda por la calle; en que viven como piojos en costura por carecer de espacio vital (todo son colas y muchedumbres); donde la dieta está dominada por dulces y fast-food, y donde todo el mundo está perennemente conunicado con miles de dispositivos. Este mundo está dominado por El Templo, los prebostes de la religión dominante, que venera al Niño Jesús y a Diana (imagino que se refiere a Lady Di, pero no se llega a explicitar).
Esta distopia absurda echará para atrás al lector que pretanda tomarse este libro en serio, como casi hizo conmigo. Pero hay que recordar que aquí Elton nos está proponinendo una novela satírica, cuyo objetivo es criticar determinadas modas o conductas del momento (2007).
De hecho, el principal foco de su ataque tiene que ver con la privacidad. Pero no con la privacidad como la entendemos ahora (al menos un servidor), que dimana de la preocupación por la explotación del Big Data por empresas y gobiernos. No, el objeto de su burla es la gente que expone su vida en las redes sociales (fenómeno relativamente nuevo en 2007). De hecho, lo lleva al extremo de que la privacidad es un pecado para El Templo. Lo socialmente aceptado en esta distopia es estar constantemente compartiendo con el resto del mundo lo que a uno le ocurre, hasta los más intimos detalles (una razón por la que todos tienden a ir desnudos).
Otras dos pinceladas sobre la distopia de Elton: 1) la única lectura socialmente admitida (por supuesto, nada se prohibe) es la de libros de auto-mejora. 2) Todo el mundo es exquisitamente respetuoso con todo, el "Disrespect" es intolerable.
En este contexto, la razón ha sido abandonada, y todo funciona por consenso. Y, por ejemplo, como todo el mundo cree que no se puede ir contra la voluntad del Amor (el dios de la época), no se vacuna a los niños, que han recuperado mortandades del 50%.
Mi escena preferida es de claro fondo anarcocapitalista, aunque no sé si Elton será consciente de ello. Es el momento en que se reune una muchedumbre en el nuevo estado de Wembley ("the New New Wembley" (sic)). De acuerdo a las leyes democráticas de esta nueva sociedad, allí donde 200.000 personas se reunan se puede promulgar una nueva norma. Pues bien, en el momento al que aludo, el máximo pontífice del Templo propone y hace aprobar una ley por la que todo el mundo es famoso.
Hala, por ley, todo el mundo es famoso. Vamos, de la misma forma que nuestros políticos dicen que resuelven los problemas: con una ley.
Blind Faith no es de las mejores novelas de Ben Elton, pero al menos nos permite unos destellos del Elton de la primera época. Una vez aceptas que la sociedad que te propone no va en serio, el libro se puede disfrutar bastante, sobre todo determinadas escenas concretas en que está demoliendo aspectos generalmente aceptados de nuestra sociedad, sobre todo el tema del respecto a las minorías como religión.
Por cierto, reflexión mía, este problema del respeto a las minorías solo se plantea en presencia de mayorías supuestamente irrespetuosas. ¿Y cuál es el mecanismo que consolida y legitima el poder de las mayorías sobre las minorías? Adivinen, empieza por demo y termina por cracia.
lunes, 20 de noviembre de 2017
El puente de los asesinos, de Arturo Pérez Reverte
No tardé demasiado en arrepentirme de haber comenzado este libro una vez hecho. Afortunadamente, no es largo, ya que soy de las personas que tienen que terminar los libros que empiezan. Pero ha sido un sufrimiento por aburrimiento.
Lejos están esos tiempos en que disfruté con la lectura de las primeras obras de Pérez Reverte: La tabla de Flandes, El maestro de esgrima, El club Dumas. Disfruté mucho con su lectura, aunque todas tenían en común que la apasionante trama se esfumaba al final, y el autor no conseguía darles un desenlace satisfactoria, a la altura de la magnífica historia.
Tras estos tres, no volví a leer nada, hasta que sacó El capitán Alatriste, con su hija Carlota como co-autora, en un claro intento de promocionar a la moza para la profesión paterna. El truco no le dió resultado, pero tampoco la novela era una gran cosas. Entretenida y poco más, desde luego nada suficiente para hacerme proseguir con la saga.
Y posiblemente así hubiera sido de no haber oído a gente generalmente fiable, recomendar este "El puente de los asesinos" como una excelente novela. Me dije, por qué no, Pérez Reverte me gustó en su momento, quizá ahora Alatriste haya madurado lo suficiente como para intesarme.
No fue así. Desde el principio se me atragantó el estilillo castellano clásico que utiliza Reverte en estas novelas. En su momento me parecía llamativo, ahora me parece cutre y poco verosimil. Obsérvese por ejemplo esta frase: "con buenas zancada hizo peñas y buen tiempo, tomando las de Villadiego". ¿Por qué tiene que decir con dos circunloquios que el tipo salió huyendo? ¿Quién escribía así? Lo único que parece es que el autor quiere hacer muestra de su erudición y conocimiento de la "parla" (como dice él) de la época.
A esto hay que unir que se combinan dos tipos de narración: una en primera persona, por el acompañante habitual de Alatriste, un tal Iñigo, y otra de narrador objetivo. No se entiende esta mixtura, salvo para justificar el uso de la parla de época. A mí me han resultado desconcertantes los cambios de narrador, y tampoco se justifica por la trama o como recurso narrativo para esta historia.
Pérez Reverte fracasa completamente en su empeño por trasladarnos a la época en que ocurren los sucesos. Sus intentos son patético, propios de un niño empollón que se sabe la lección sin entenderla. Las descripciones de Milán y Roma, por ejemplo, no dejan de ser una retahila de los monumentos y edificios del momento, pero completamente frías, no transmiten un mínimo atisbo de la vida del momento. Parecido ocurre con los personajes: no profundiza en ninguno de ellos. De los compañeros de aventura, poco conoceremos más que su región de procedencias; y de los notables que aparecen, tipo Quevedo, Saavedra Fajardo y Gonzalo Fernández de Córdoba, tampoco se nos llega a transmitir un mínimo sobre su personalidad. Qué diferencia con Posteguillo.
Se podría argumentar que se trata de una novela infantil. Pero, francamente, no me parece que lo sea, aunque la saga empezara como tal. Ni determinadas escenas ni el lenguaje utilizado hacen esta novela recomendable para niños.
Todo esto quizá se pudiera perdonar si la novela fuera entretenida. Pero tampoco es el caso. Es aburrida, prácticamente no ocurre nada. Solo hay diálogos más o menos relevantes, y muy poquita acción. Nada de aventura ocurre hasta pasado más de la mitad del libro, y lo que ocurre entonces tampoco es relevante para la trama. Solo se anima un poco al final (aunque quizá sea únicamente el lector el que se esté animando ante la perspectiva de terminar el libro), cuando cuenta en paralelo la actividad de dos grupos en la conjura que se nos cuenta. El otro momento que se puede salvar de este libro es la visita "turística" del Arsenal de Venecia que hace un grupo de protagonistas.
Sintiéndolo mucho, no puedo recomendar esta novela. Me hubiera gustado poder hacerlo, y seguramente de ser así ahora estaría planteándome recuperar las novelas no leídas del autor. Como no ha sido el caso, el señor Pérez-Reverte y yo partimos peras, y esta vez me temo que de forma definitiva.
Lejos están esos tiempos en que disfruté con la lectura de las primeras obras de Pérez Reverte: La tabla de Flandes, El maestro de esgrima, El club Dumas. Disfruté mucho con su lectura, aunque todas tenían en común que la apasionante trama se esfumaba al final, y el autor no conseguía darles un desenlace satisfactoria, a la altura de la magnífica historia.
Tras estos tres, no volví a leer nada, hasta que sacó El capitán Alatriste, con su hija Carlota como co-autora, en un claro intento de promocionar a la moza para la profesión paterna. El truco no le dió resultado, pero tampoco la novela era una gran cosas. Entretenida y poco más, desde luego nada suficiente para hacerme proseguir con la saga.
Y posiblemente así hubiera sido de no haber oído a gente generalmente fiable, recomendar este "El puente de los asesinos" como una excelente novela. Me dije, por qué no, Pérez Reverte me gustó en su momento, quizá ahora Alatriste haya madurado lo suficiente como para intesarme.
No fue así. Desde el principio se me atragantó el estilillo castellano clásico que utiliza Reverte en estas novelas. En su momento me parecía llamativo, ahora me parece cutre y poco verosimil. Obsérvese por ejemplo esta frase: "con buenas zancada hizo peñas y buen tiempo, tomando las de Villadiego". ¿Por qué tiene que decir con dos circunloquios que el tipo salió huyendo? ¿Quién escribía así? Lo único que parece es que el autor quiere hacer muestra de su erudición y conocimiento de la "parla" (como dice él) de la época.
A esto hay que unir que se combinan dos tipos de narración: una en primera persona, por el acompañante habitual de Alatriste, un tal Iñigo, y otra de narrador objetivo. No se entiende esta mixtura, salvo para justificar el uso de la parla de época. A mí me han resultado desconcertantes los cambios de narrador, y tampoco se justifica por la trama o como recurso narrativo para esta historia.
Pérez Reverte fracasa completamente en su empeño por trasladarnos a la época en que ocurren los sucesos. Sus intentos son patético, propios de un niño empollón que se sabe la lección sin entenderla. Las descripciones de Milán y Roma, por ejemplo, no dejan de ser una retahila de los monumentos y edificios del momento, pero completamente frías, no transmiten un mínimo atisbo de la vida del momento. Parecido ocurre con los personajes: no profundiza en ninguno de ellos. De los compañeros de aventura, poco conoceremos más que su región de procedencias; y de los notables que aparecen, tipo Quevedo, Saavedra Fajardo y Gonzalo Fernández de Córdoba, tampoco se nos llega a transmitir un mínimo sobre su personalidad. Qué diferencia con Posteguillo.
Se podría argumentar que se trata de una novela infantil. Pero, francamente, no me parece que lo sea, aunque la saga empezara como tal. Ni determinadas escenas ni el lenguaje utilizado hacen esta novela recomendable para niños.
Todo esto quizá se pudiera perdonar si la novela fuera entretenida. Pero tampoco es el caso. Es aburrida, prácticamente no ocurre nada. Solo hay diálogos más o menos relevantes, y muy poquita acción. Nada de aventura ocurre hasta pasado más de la mitad del libro, y lo que ocurre entonces tampoco es relevante para la trama. Solo se anima un poco al final (aunque quizá sea únicamente el lector el que se esté animando ante la perspectiva de terminar el libro), cuando cuenta en paralelo la actividad de dos grupos en la conjura que se nos cuenta. El otro momento que se puede salvar de este libro es la visita "turística" del Arsenal de Venecia que hace un grupo de protagonistas.
Sintiéndolo mucho, no puedo recomendar esta novela. Me hubiera gustado poder hacerlo, y seguramente de ser así ahora estaría planteándome recuperar las novelas no leídas del autor. Como no ha sido el caso, el señor Pérez-Reverte y yo partimos peras, y esta vez me temo que de forma definitiva.
viernes, 17 de noviembre de 2017
Limonov, de Emmanuel Carrère
No conocía ni al escritor ni al protagonista de esta obra, pero decidí leerla tras ver que la habían empezado a leer en un grupo de francés que conozco, y que además tenía el Premio Reanudot de la Lengua Francesa. Y siempre tengo curiosidad por leer éxitos contemporáneos tanto en alemán como en francés, que, al contrario que los que están en inglés, rara vez llegan a nuestro país.
Me he encontrado con una biografía, o sea, un libro histórico, de un estilo muy similar al recientemente leído HHhH. Esto es, una narración histórica aderezada por las "aventuras" del escritor para la construcción de la misma. Se trata de un género que me parecía nuevo con HHhH, pero que quizá no sea tan original. O que quizá esté poniéndose de moda. A priori resulta interesante, pues permite meter anecdotas o críticas que en una narración meramente histórica no tendrína cabida.
El tal Limonov es un personaje curioso, aunque quizá un poco marginal, aunque lo digo desde el desconocimiento casi absoluto de la realidad actual en Rusia. Su atractivo le viene, y en esto coincido con el autor, de su variedad de experiencias vitales, difícilmente alcanzables para los individuos convencionales, y coste que no estoy hablando de irse a vivir a la selva, sino de cosas mucho más convencionales.
Limonov fue integrante de un movimiento underground en el Moscú soviético, mayordomo de un rico-hombre de Manhattan, combatiente en las guerras de los balcanes. presidiario en la Rusia de Putin, lider de un partido político nacional-bolchevique y, principalmente, escritor y poeta. Vamos, que ha estado en posiciones de un rango difícilmente imitable, aunque la fama se la han dado sus obras literarias.
Pues bien, es esta la historia que nos cuenta Carrère, utilizando para ello los libros del propio protagonista, que sigue vivo en la actualidad. El resultado no es tan satisfactorio como el que obtuvo HHhH. Por un lado, cuenta una historia bastante menos interesante que la del complot contra Heydrich; por otro, el estilo narrativo de Carrère es peor, más imbricado y menos elegante; y, por último, los "apartes" que nos hace el autor son de escaso interés, y parecen a mayor gloria suya (¿para qué nos cuenta su estancia de dos años en Bali?), con el defecto de romper el hilo narrativo principal.
En cuanto a la vida de Limonov propiamente, me ha resultado especialmente interesante la parte referente a sus años iniciales en la URSS. Hay pocas oportunidades de conocer cómo era con un mínimo de objetividad, y lo sorprendente es que, incluso en las lamentables condiciones que todos conocemos, la gente llevaba una vida mínimamente normal: se cambiaban de casa, tenían sus amigos, sus novias, sus sueños...
El resto de la narración es más convencional, sobre cosas más conocidas: la vida en Nueva York en los 60 o su paso por Paris como escritor de relativo éxito. De allí nos trasladamos de vuelta a Moscú y luego como soldado a Serbia. Reflota algo el interés, pero ya no como al principio, y eso que a priori parece más interesante, pero es que para entonces Carrère ya nos ha roto el ritmo con sus aventurillas y con una interminable lista de nombres rusos a los que conocen ellos y su madre. Todo ello hace que al final del libro estemos pidiendo la hora, y eso que nos están contando sus años en prisión, la creación del partido NAZBOL y, en definitiva, su oposición a Putin, que parecía ser la principal razón para conocer a Limonov.
Por el libro desfilan algunos personajes notables (de verdad). Entre ellos destaca especialmente Solzhenitsyn, del impacto de cuyo libro "Archipiélago Gulag", tanto en la URSS como allende fronteras, nos podremos hacer una buena idea gracias a esta obra. Es curioso como su figura preside todo el preceso, precisamente hasta el momento en que se derrumba la URSS, y con ella su posición, hasta el punto de que su última novela pasó completamente desapercibida. Otros personajes interesantes son Brodsky, Tatiana Liberman,Gorbarchov, Yeltsin y Egor Gaidar, el tipo detrás de la reforma económica en Rusia, y que, atezado por algunos de los comentarios de Carrère, más ha atraído mi curiosidad.
Resulta que el tal Gaidar era un tipo bastante liberal (en sentido de libre mercado) y su reforma económica consistió básicamente en liberalizar toda la economía por vía directa, incluyendo servicios como la propia defensa. Así que podría ser que el mercado ruso fuera un ejemplo de este tipo, aunque no seré yo quien me ponga a estudiarlo. El caso es que esta liberalización es la que parece llevar mal el señor Carrère. Ya al principio nos endilga que "Rusia es un país que se preocupa poco por las libertades formales siempre que cada uno tenga derecho a enriquecerse". Claro, si no sabes teoría económica, no eres consciente de que es este último "derecho" (precisamente, sería una libertad) la única forma de garantizar las otras.
Cierro con observaciones cortas, para reflexión o lectura
- La obra más destacada de Limonov, según el autor, es el "Journal d'un raté", no traducido a español
- Limonov considera que para ser respetado tiene que dar la impresión a sus conocidos de ser capaz de matar. En el libro no que da claro si llegó a matar en alguna ocasión.
- Carrère llama la atención sobre el hecho de que Limonov toca fondo muchas veces, al contrario de lo que ocurre en las narrativas convencionales, donde el héroe remonta tras tocar fondo. Limonov se ve obligado a empezar de cero muchas veces.
Y una frase, la pongo traducida. "El hombre que se considera superior, inferior o igual a otro, no comprende la realidad". No es original de Carrère, la recoge de otro autor al que no recuerdo.
Me he encontrado con una biografía, o sea, un libro histórico, de un estilo muy similar al recientemente leído HHhH. Esto es, una narración histórica aderezada por las "aventuras" del escritor para la construcción de la misma. Se trata de un género que me parecía nuevo con HHhH, pero que quizá no sea tan original. O que quizá esté poniéndose de moda. A priori resulta interesante, pues permite meter anecdotas o críticas que en una narración meramente histórica no tendrína cabida.
El tal Limonov es un personaje curioso, aunque quizá un poco marginal, aunque lo digo desde el desconocimiento casi absoluto de la realidad actual en Rusia. Su atractivo le viene, y en esto coincido con el autor, de su variedad de experiencias vitales, difícilmente alcanzables para los individuos convencionales, y coste que no estoy hablando de irse a vivir a la selva, sino de cosas mucho más convencionales.
Limonov fue integrante de un movimiento underground en el Moscú soviético, mayordomo de un rico-hombre de Manhattan, combatiente en las guerras de los balcanes. presidiario en la Rusia de Putin, lider de un partido político nacional-bolchevique y, principalmente, escritor y poeta. Vamos, que ha estado en posiciones de un rango difícilmente imitable, aunque la fama se la han dado sus obras literarias.
Pues bien, es esta la historia que nos cuenta Carrère, utilizando para ello los libros del propio protagonista, que sigue vivo en la actualidad. El resultado no es tan satisfactorio como el que obtuvo HHhH. Por un lado, cuenta una historia bastante menos interesante que la del complot contra Heydrich; por otro, el estilo narrativo de Carrère es peor, más imbricado y menos elegante; y, por último, los "apartes" que nos hace el autor son de escaso interés, y parecen a mayor gloria suya (¿para qué nos cuenta su estancia de dos años en Bali?), con el defecto de romper el hilo narrativo principal.
En cuanto a la vida de Limonov propiamente, me ha resultado especialmente interesante la parte referente a sus años iniciales en la URSS. Hay pocas oportunidades de conocer cómo era con un mínimo de objetividad, y lo sorprendente es que, incluso en las lamentables condiciones que todos conocemos, la gente llevaba una vida mínimamente normal: se cambiaban de casa, tenían sus amigos, sus novias, sus sueños...
El resto de la narración es más convencional, sobre cosas más conocidas: la vida en Nueva York en los 60 o su paso por Paris como escritor de relativo éxito. De allí nos trasladamos de vuelta a Moscú y luego como soldado a Serbia. Reflota algo el interés, pero ya no como al principio, y eso que a priori parece más interesante, pero es que para entonces Carrère ya nos ha roto el ritmo con sus aventurillas y con una interminable lista de nombres rusos a los que conocen ellos y su madre. Todo ello hace que al final del libro estemos pidiendo la hora, y eso que nos están contando sus años en prisión, la creación del partido NAZBOL y, en definitiva, su oposición a Putin, que parecía ser la principal razón para conocer a Limonov.
Por el libro desfilan algunos personajes notables (de verdad). Entre ellos destaca especialmente Solzhenitsyn, del impacto de cuyo libro "Archipiélago Gulag", tanto en la URSS como allende fronteras, nos podremos hacer una buena idea gracias a esta obra. Es curioso como su figura preside todo el preceso, precisamente hasta el momento en que se derrumba la URSS, y con ella su posición, hasta el punto de que su última novela pasó completamente desapercibida. Otros personajes interesantes son Brodsky, Tatiana Liberman,Gorbarchov, Yeltsin y Egor Gaidar, el tipo detrás de la reforma económica en Rusia, y que, atezado por algunos de los comentarios de Carrère, más ha atraído mi curiosidad.
Resulta que el tal Gaidar era un tipo bastante liberal (en sentido de libre mercado) y su reforma económica consistió básicamente en liberalizar toda la economía por vía directa, incluyendo servicios como la propia defensa. Así que podría ser que el mercado ruso fuera un ejemplo de este tipo, aunque no seré yo quien me ponga a estudiarlo. El caso es que esta liberalización es la que parece llevar mal el señor Carrère. Ya al principio nos endilga que "Rusia es un país que se preocupa poco por las libertades formales siempre que cada uno tenga derecho a enriquecerse". Claro, si no sabes teoría económica, no eres consciente de que es este último "derecho" (precisamente, sería una libertad) la única forma de garantizar las otras.
Cierro con observaciones cortas, para reflexión o lectura
- La obra más destacada de Limonov, según el autor, es el "Journal d'un raté", no traducido a español
- Limonov considera que para ser respetado tiene que dar la impresión a sus conocidos de ser capaz de matar. En el libro no que da claro si llegó a matar en alguna ocasión.
- Carrère llama la atención sobre el hecho de que Limonov toca fondo muchas veces, al contrario de lo que ocurre en las narrativas convencionales, donde el héroe remonta tras tocar fondo. Limonov se ve obligado a empezar de cero muchas veces.
Y una frase, la pongo traducida. "El hombre que se considera superior, inferior o igual a otro, no comprende la realidad". No es original de Carrère, la recoge de otro autor al que no recuerdo.
lunes, 13 de noviembre de 2017
La piedad peligrosa ("Ungeduld des Herzens"), de Stefan Zweig
¿Es Stefan Zweig el mejor escritor en lengua alemana? La verdad es que cada vez que leo alguna obra suya me lo pregunto. Y eso que de entrada me dan un poco de pereza, como esta "Ungeduld des Herzens", de título mal traducido (qué guay, ya sé suficiente alemán como para detectar problemas en las traducciones).
Pero es comenzar a leer algo suyo, y ahí salta el espectacular narrador Zweig para llevarte y traerte por las peripecias físicas y psicológicas de sus héroes. A quien no haya leído al señor Zweig, dos recomendaciones imprescindibles: El mundo de ayer (que yo leí en español en la que me pareció una magnífica traducción) y Los momentos estelares de la humanidad (esta ya sí en alemán, aunque con bastantes pérdidas). Y, entre estos últimos, el mejor sin duda el dedicado a la composición del Mesias por Haendel.
La novela que nos ocupa es eminentemente psicológica, un género en Zweig destaca por encima de ningún escritor por mí conocido (quizá Marias se le acerca; ¿Sandor Marai?). La sutileza con disecciona los sentimientos de los personajes es magistral, sin paragón. Una muestra es el ya citado capítulo dedicado a la composición del Mesias, que te hace saltar y vibrar con Haendel en su lecho.
Lo que se nos cuenta en esta novela es realmente sencillo: un militar de clase media acude a un baile organizado por el noble del lugar donde está su cuartel. Se lo pasa fenomenal, pero en un momento dado se acuerda de que sus deberes de educación le reclaman sacar a bailar a la hija del señor Kefelskava, que así se llama el noble.
No ha reparado en que la chica sufre invalidez en las piernas. Ello da lugar a un incómodo episodio, que a su vez trairá consigo nuevas visitas al palacio y una creciente relación de amistad/amor/compañía entre ambos. Eso da pie a Zweig para explorar y llevar a sus extremos el sentimiento de lástima o compasión (yo no diría piedad como se ha traducido), y su relación con el amor y la amistad.
La frase clave la proporciona el doctor que atiende a la recuperación de la dama, quien, por cierto, está casado con una señora ciega a la que no fue capaz de curar, y básicamente consiste en la diferenciación en dos tipos de compasión: aquella real, que está dispuesta al compromiso con la persona que sufre, y aquella otra a corto plazo que lo que trata es de apagar un fuego y huir, la "Impaciencia del corazón" que da título alemán a la novela. Obsérvese la fineza del análisis.
Por supuesto, estos son los momentos principales de la novela, especialmente cuando el protagonista lee determinado cuento de las Mil y unas Noches, y se identifica con el héroe del mismo que se ve atrapado y confinado a llevar a sus espaldas a un pobre pordiosero por el que tuvo lástima en un momento dado. En otro momento, hace introspección sobre la naturaleza de su compasión por la joven heredera, en comparación con la que "tiene" por su chofer al que inmisericordemente hace levantar de la cama para que le acerque al cuartel en una noche de invierno.
Hay otros momentos psicológicos dignos de mención, aunque no relacionados directamente con la compasión, como cuando hace una "lucha de sombras" con el doctor en el paseo a la estación de tren; las reflexiones de éste sobre lo que significa que una enfermedad sea incurable; la evolución de la visión que tiene Kefelskava del dinero en el momento en que muere su mujer; o el análisis introspectivo ya terminando la novela sobre la naturaleza del amor, la compasión y el desprecio de los colegas,
Como no solo de psicología vive el lector, Zweig también nos deleita con una escena digna del mejor cuento de hadas, que es el desfile con la antigua carroza por los dominios que fueron de la nobleza del pueblo. Aquí tendremos contacto con la vida rural de la época, eso sí, solo con su parte más festiva, ya que el paseo se hace un domingo.
Y para rematar y dejar claro el talento narrativo de Zweig, el mejor exponente es la filigrana que traza para contarnos el pasado de Kefelskava y cómo consiguió su riqueza, y en concreto el palacio en que transcurren los principales eventos de la obra. En efecto, para tal fin utiliza al doctor, que le está contando al protagonista (quien a su vez se lo cuenta a Zweig, que nos lo cuenta a nosotros) lo que en su moemento le contón Kefelskava, a quien a su vez se lo habían contado terceros que aparecen en su historia. Obsérvese que por momentos apacecen cinco narraciones "anidadas": Zweig nos cuenta lo que le cuenta el protagonista que le contó el doctor que le contó Kefelskava que le contó un tipo en el tren. Lo alucinante es que no te pierdes. Ese es el talento inigualable de Zweig.
Lo bueno es que tras esta novela he eliminado la pereza pre-Zweig, y ya tengo un par de libros del autor enfilados para próximas lecturas, uno de ellos la biografía de Fouché.
Pero es comenzar a leer algo suyo, y ahí salta el espectacular narrador Zweig para llevarte y traerte por las peripecias físicas y psicológicas de sus héroes. A quien no haya leído al señor Zweig, dos recomendaciones imprescindibles: El mundo de ayer (que yo leí en español en la que me pareció una magnífica traducción) y Los momentos estelares de la humanidad (esta ya sí en alemán, aunque con bastantes pérdidas). Y, entre estos últimos, el mejor sin duda el dedicado a la composición del Mesias por Haendel.
La novela que nos ocupa es eminentemente psicológica, un género en Zweig destaca por encima de ningún escritor por mí conocido (quizá Marias se le acerca; ¿Sandor Marai?). La sutileza con disecciona los sentimientos de los personajes es magistral, sin paragón. Una muestra es el ya citado capítulo dedicado a la composición del Mesias, que te hace saltar y vibrar con Haendel en su lecho.
Lo que se nos cuenta en esta novela es realmente sencillo: un militar de clase media acude a un baile organizado por el noble del lugar donde está su cuartel. Se lo pasa fenomenal, pero en un momento dado se acuerda de que sus deberes de educación le reclaman sacar a bailar a la hija del señor Kefelskava, que así se llama el noble.
No ha reparado en que la chica sufre invalidez en las piernas. Ello da lugar a un incómodo episodio, que a su vez trairá consigo nuevas visitas al palacio y una creciente relación de amistad/amor/compañía entre ambos. Eso da pie a Zweig para explorar y llevar a sus extremos el sentimiento de lástima o compasión (yo no diría piedad como se ha traducido), y su relación con el amor y la amistad.
La frase clave la proporciona el doctor que atiende a la recuperación de la dama, quien, por cierto, está casado con una señora ciega a la que no fue capaz de curar, y básicamente consiste en la diferenciación en dos tipos de compasión: aquella real, que está dispuesta al compromiso con la persona que sufre, y aquella otra a corto plazo que lo que trata es de apagar un fuego y huir, la "Impaciencia del corazón" que da título alemán a la novela. Obsérvese la fineza del análisis.
Por supuesto, estos son los momentos principales de la novela, especialmente cuando el protagonista lee determinado cuento de las Mil y unas Noches, y se identifica con el héroe del mismo que se ve atrapado y confinado a llevar a sus espaldas a un pobre pordiosero por el que tuvo lástima en un momento dado. En otro momento, hace introspección sobre la naturaleza de su compasión por la joven heredera, en comparación con la que "tiene" por su chofer al que inmisericordemente hace levantar de la cama para que le acerque al cuartel en una noche de invierno.
Hay otros momentos psicológicos dignos de mención, aunque no relacionados directamente con la compasión, como cuando hace una "lucha de sombras" con el doctor en el paseo a la estación de tren; las reflexiones de éste sobre lo que significa que una enfermedad sea incurable; la evolución de la visión que tiene Kefelskava del dinero en el momento en que muere su mujer; o el análisis introspectivo ya terminando la novela sobre la naturaleza del amor, la compasión y el desprecio de los colegas,
Como no solo de psicología vive el lector, Zweig también nos deleita con una escena digna del mejor cuento de hadas, que es el desfile con la antigua carroza por los dominios que fueron de la nobleza del pueblo. Aquí tendremos contacto con la vida rural de la época, eso sí, solo con su parte más festiva, ya que el paseo se hace un domingo.
Y para rematar y dejar claro el talento narrativo de Zweig, el mejor exponente es la filigrana que traza para contarnos el pasado de Kefelskava y cómo consiguió su riqueza, y en concreto el palacio en que transcurren los principales eventos de la obra. En efecto, para tal fin utiliza al doctor, que le está contando al protagonista (quien a su vez se lo cuenta a Zweig, que nos lo cuenta a nosotros) lo que en su moemento le contón Kefelskava, a quien a su vez se lo habían contado terceros que aparecen en su historia. Obsérvese que por momentos apacecen cinco narraciones "anidadas": Zweig nos cuenta lo que le cuenta el protagonista que le contó el doctor que le contó Kefelskava que le contó un tipo en el tren. Lo alucinante es que no te pierdes. Ese es el talento inigualable de Zweig.
Lo bueno es que tras esta novela he eliminado la pereza pre-Zweig, y ya tengo un par de libros del autor enfilados para próximas lecturas, uno de ellos la biografía de Fouché.
viernes, 10 de noviembre de 2017
Sexual Desire: A philosophical Investigation, de Roger Scruton
Hace no mucho leí "Fools, Frauds and Firebrands", de Roger Scruton. Cuando indagaba sobre él, me encontré con que Scruton también tenía ensayos filosóficos sobre temas interesantes, como la música, la belleza o, por qué no, el sexo. Lógicamente, me apunté la posibilidad de leerlos una vez acabara con su libro-insignia. Y, como se puede ver, ya ha he empezado. Y lo he hecho por el relacionado con el sexo, que posiblemente sea el que menos me interesa, pero al mismo tiempo me parecía el más original: análisis filosófico del deseo sexual.
Y ya lo anticipo antes del rollo que viene (porque me temo que esta va a ser una entrada de las largas), que el libro me ha parecido magnífico, bastante mejor que el de los "Fools...", bastante más claro y bastante más constructivo. Creo que es en libros como éste donde Scruton demuestra que es un verdadero genio, un monstruo de la filosofía. Y, por supuesto, no tardaré en comenzar con los otros dos arriba referidos, empezando por "Understanding Music".
Breve referencia al estilo antes de empezar con el contenido. Scruton escribe de una forma muy didáctica y fácil de entender, aunque transmita conceptos complicados. El problema que puede tener esta lectura es el rigor con que Scruton se aplica a su tarea, llevándole a preguntarse y contestarse demasiadas cosas, quizás más de las que a uno le parecen necesarias o le gustarían. Quizá eso haga que el libro gane en entretenimiento, pero hace más difícil seguir la línea argumental básica. Por otro lado, a cualquier lector le llamará la atención la gran cantidad y variedad de citas literales que Scruton utiliza, lo que además hace en diversos idiomas, incluyendo alemán y griego, sin molestarse muchas veces en traducir. Es estas citas las que Scruton usa a modo de evidencia "científica" sobre lo que analiza.
Pero entremos ya en madera, que hay mucho que contar. El primer punto fundamental es la distinción entre la visión científica y la visión intencional del mundo (el Lebenswelt): este último es un mundo superficial, pero no por ello con menos causalidad que el científico (natural). Scruton considera que el deseo sexual es una manifestación del mundo intencional, y que por tanto no se puede explicar con las ciencias naturales, como trata de hacer Wilson a partir de su Sociobiología.
El otro punto básico de partida consiste en la aceptación de la existencia de un punto de vista privado, privativo, no compartible, sobre el que cada uno es la autoridad indiscutible (rule of authority). Scruton dedica a clarificar estos conceptos sendos anexos, que, por cierto, son lo más difícil de digerir de su ensayo.
Así pues, es en el Lebenswelt donde el "ser humano" animal, el analizable mediante la biología, pasa a ser "persona", y las personas constituyen el objeto de interpersonalidad en el Lebenswelt. De la misma forma, por ejemplo, se distingue entre sexo (visión científica, macho vs hembra en función de atributos físicos) y género (hombre y mujer, obviamente influido por los aspectos físico-biológicos, pero no coincidente con el sexo). O, y también es otro ejemplo con repercusiones en el ensayo, la visión de uno mismo como realidad presente (por tanto, guiado por los deseos existentes en cada momento) o como realidad vital (esto es, responsable no solo de lo presente, sino del pasado, de toda la vida de uno mismo). Como dice Scruton, esta visión "duradera" de las personas es un constructo que una vez más procede del Lebenswelt, y no se puede explicar científicamente por la biología.
Con estos mimbres, Scruton establece unua clasificación de los actitudes interpersonales en torno a 6 atributos, en los que luego tratará de encajar los tres conceptos que trata de explicar: arousal (excitación?), deseo y amor.
Las clasificaciones son: universal vs particular, transferible vs no transferible; con o sin propósito; mediata o inmediata; attentive o inattentive; basada en la razón, sin razón o "razonada" ex post. Aquí encaja Scruton el deseo sexual, caracterizándolo como una interacción particular, no transferible, sin propósito, inmediata, attentive, y razonada ex post (si no recuerdo mal). Esta caracterización serviría para diferenciar deseo de amistad o de amor erótico, por ejemplo.
Para Scruton el deseo sexual consiste en desear la unión con la persona concreta (del Lebenswelt), lo que se traduce en desear la unión física con su "embodiment", como única posibilidad real de conseguir tal unión. El autor llama repetidas veces la atención sobre la contradicción que supone el deseo sexual, al desear un sujeto pero donde la única posibilidad que existe de satisfacer tal deseo es transformarlo en objeto (deseo espiritual que solo se puede hacer en lo carnal). Es esta contradicción la que tratará de resolver posteriormente con su propuesta de moralidad sexual.
Armado con esta visión, es capaz de refutar (con éxito, a mi entender), tanto la teoría biológica del sexo (representada por Wilson y su Sociobiología) como la psicológica (aquí el rival es Freud). Respecto a la primera, es claro que la biología no puede explicar el sexo, por ser este un fenómeno del Lebenswelt y no puramente biológico. Más duro es el ataque contra Freud y el psicoanálisis en general. Me quedo aquí con que realmente Freud no explica nada sobre el sexo, sino que simplemente lo confina a una realidad intesteable, cual es el subconsciente. Para Freud el sexo no deja de ser un mito procedente del líbido y las zonas erotógenas, pero para él que no tiene explicación que ofrecer.
Y también con esta visión del deseo como relación interpersonal, y a modo de chequeo de sus hipótesis, Scruton dedica un capítulo a explicar, de nuevo satisfactoriamente a mi entender, aspectos de nuestra vida como la obscenidad, la vergüenza, la modestia, los órganos sexuales, los celos, o conductas como el donjuanismo, el tristanismo (querer morir por el ser amado) o el sadomasoquismo.
Una vez explicada la excitación y el deseo sexual, llega el momento de centrarse en el amor erótico (en oposición al amor a los hijos o a los padres), y en su relación con el deseo. La visión que tiene de esta relación me resulta muy atractiva. Para Scruton el amor supone una "integración" del deseo en el tiempo, el paso de una visión a corto plazo (satisfacción del deseo) a una a largo plazo (proyecto vital). Donde el arousal carece de razón y el deseo es se razona ex-post, la relación de amor es ya una decisión razonada, y quizá sea esta característica la que mejor permita distinguir entre estas tres relaciones interpersonales de una forma sistemática.
Lógicamente, esta visión del amor erótico es la que le lleva a proponer una moralidad sexual aristotélica, como veremos un poco más abajo. Pero previamente, Scruton analiza el concepto de perversión, para tratar de dar una visión más acorde de la misma con sus hipótesis filosóficas. Y eso le lleva a considerar como perversiones aquellas actitudes que pretenden al otro no como "persona" (del Lebenswelt) sino únicamente como objeto, como medio para su satisfacción personal. Con este criterio, analiza una serie de prácticas sexuales para ver si son perversas o no: bestialismo, necrofilia, pederastia, sadomasoquismo, incesto, homosexualidad, fetichismo, masturbación y castidad
Es este uno de los capítulos más apasionantes del libro. Y aunque predecible, no por ello merece menos la pena su lectura. Por supuesto, Scruton considera las tres primeras perversiones, pues se está tratando de satisfacer el deseo con versiones disminuidas de "personas" para poder dominarlas o evitar sus complejidades. Ni el sadomasoquismo ni la homosexualidad son, según Scruton, perversiones per se, aunque ambas (como el "amor" convencional) puedan tener versiones perversas, si alguna de las partes utiliza al otro no como persona.
Ya está Scruton en condiciones de proponer una moral sexual, que, por supuesto, partirá de la visión del ser humano como ente vital (el constructo de que somos todo lo que hacemos en nuestra vida). Por tanto la moral sexual, la educación sexual, ha de ser tal que permita al individuo conseguir el "amor erótico", esto es, que le posibilite trascender del mero deseo sexual (corto plazo) a un amor erótico pleno (largo plazo). Y con este criterio, una vez más Scruton se lanza a explicar aspectos tradicionales, empíricos, de la moral sexual tradicional, como puedan ser la castidad, el evitar la promiscuidad, el uso de la fantasia...
Por último, Scruton da el salto a la política, al afirmar que la implantación de una moralidad sexual como la propuesta (o cualquier otras) requiere de instituciones, pues no todo el mundo está en condiciones de leer o entender a los filósofos (la otra manera de adquirir moralidad). Aquí desliza un pequeño error respecto a Hayek, al considerar que las instituciones no pueden ser "espontáneas" y han de ser firmes, como el Estado. Parece que Scruton habría leído demasiado deprisa a Hayek, ya que cuando este autor se refiere a que las instituciones sean espontáneas, no lo está diciendo en el sentido de aleatorias , sino en su forma de aparición independiente de la voluntad de un individuo concreto.
Bueno, aquí dejo este pequeño resumen con lo que he entendido del magnífico ensayo de Scruton, que espero que os anime a su lectura. Yo, al menos, he aprendido un montón.
lunes, 6 de noviembre de 2017
El poker del mentiroso ("Liar's Poker"), de Michael Lewis
Sorpresa agradable esta lectura. Me tropiezo con él com recomendación para aquellos a los que les ha gustado "House of Lies". Esta novela, inspiradora de la serie homónima, es supuestamente una de burla de la consultoría estratégica. Y, claro, me atrae porque uno tiene un pasado tal.
Por su parte, el autor de "Liar's Poker" es Michael Lewis, que descubro es también el autor de "The big short" en que se basa la magnífica película homónima, con el título español "La gran apuesta". La conjunción de ambas circunstancias hace que inmediatamente me decante por la lectura, con la idea de que es una obra burla, en este caso, de los bancos de inversión.
No es así. Pero no por eso el libro desmerece, ni mucho menos. Aunque empieza como si fuera a ser paródica, tras un par de capítulos nos damos cuenta de que Lewis nos va a contar su experiencia en Solomon Brothers cuando trabajó allí en los años 80. A veces será con comentarios irónicos, a veces no, pero siempre será interesante y bien documentado.
¿Qué conclusiones de pueden extraer? Muchas y muy jugosas. La primera es que el oficio del trader no tiene nada que ver con ser inteligente o saber teoría económica o matemáticas. Es un oficio de matones, de gente que no tiene miedo a jugar con cosas muy importantes, que sigue sus instintos a morir. Esto no se adquiere estudiando, y casi el único factor relevante parece ser la juventud: esto es, no dar demasiadas vueltas a las cosas y lanzarse, las mismas razones por las que los soldados han de ser jóvenes también, si no no habría quien les arrastrara a a la guerra. Lo del master en Harvard es irrelevante, como lo prueba el background que nos explica Lewis para algunos de los principales triunfadores en la profesión, como Rainieri, o el comportamiento de muchos de estos tipos en los cursos de formación al entrar en a firma, cual si fueran niños de secundaria. Pero, vamos, se puede resumir en esta frase que dice alguno a sus compañeros:
"If you guys weren't trading bonds, you'd be driving a truck. Don't try to get intellectual in the marketplace. Just trade.'”
El autor es muy crítico con métodos para invertir, como el chartismo, al parecer mucho más utilizado en Europa que los USA, y hace referencias al mismísimo pater del Value Investing, Benjamín Graham. Esto, junto a una de las frases de su epílogo "One of those beliefs is that the amount of money one earns is a rough guide to one's contribution to the welfare and prosperity of our society.", hace pensar que alguna simpatía por la economía austriaca debe de tener.
Y para quien le dude, que chequee esta frase, clara crítica al mainstream estudiado por él y sus compañeros traders:
"Studying economics was more a ritual sacrifice. I can't prove this, of course. It is bald assertion, based on what economists call casual empiricism. I watched. I saw friends steadily drained of life. I often asked otherwise intelligent members of the prebanking set why they studied economics, and they explained that it was the most practical course of study, even while they spent their time drawing funny little graphs. They were right, of course, and that was even more maddening. Economics was practical. It got people jobs." (obsérvese la ironía final)
Porque, como se ha dicho más arriba, Lewis tiene claro que lo que hacen los traders no tiene nada que ver con la economía, sino más bien con, bueno, los huevos. Dos citas al respecto:
"economic theory (which is, after all, what economics students were supposed to know) served almost no function in an investment bank" y más divertida aún, sobre la forma de reestructuras Solomon Brothers tras las primeras crisis: "The men who made the decision were practicing their favorite anatomical trick of thinking with their balls. In other words, they weren't thinking at all but trading." (subrayado mío)
Me llama la atención cómo Lewis describe la creación del mercado de cédulas hipotecarias, y sus famosas franjas (trenchs), detonante de la crisis de 2007, y que haga referencias a la Ginie Mae y Freddie Mac, que saltaron a la palestras en ese año. Y me llama la atención porque este libro es de 1989, pero ya ilumina con claridad las distorsiones que se estaban creando en esa parte del mercado, guiadas por las preclaras mentes de traders como los de Solomon.
Lewis es también crítico y se burla de aquellos pundits, periodistas, analistas, que pretenden ser capaces de explicar los movimientos de los mercados con un par de eventos ingeniosamente unidos. Y nos dice: "I spent much of my working life inventing logical lies like this. Most of the time when markets move, no one has any idea why. A man who can tell a good story can make a good living as a broker." (otro subrayado mío).
Lo que me lleva a otra de las frases estrella, con la que no puede estar más de acuerdo y que también le he dicho a todo el que me ha querido oir cada vez que algún banco "alerta" de una crisis: "(Note to members of all governments: Be wary of Wall Streeters threatening crashes. They are tempted to do this whenever you encroach on their turf. But they can't cause a crash any more than they can prevent one.)".
Lo cierto es que este libro, pese a su edad avanzada (en mercados bursátiles 1987 es un pasado muy lejano, se han sufrido al menos dos crisis gordas desde entonces), tiene muchas enseñanzas de actualidad, y señala errores y comportamientos que seguramente se estén repitiendo. Por eso, y porque es muy entretenido (en general, los capítulos más históricos, en que no está contando su experiencia personal, son más rollo), merece la pena leerlo.
Dejo algunas frases más de las que he ido rescatando de la lectura:
"There are those who would have you think that a great deal of thought and wisdom is invested in each take-over. Not so." (en fin, mejor no pensarlo)
"A successful undergraduate investment banking interview sounded like a monastic chant." (Todos sabían lo que había que responder a cada pregunta que te hacían) "At that time I hadn't had the education required to feel poor on forty-eight thousand dollars" "But the traders did not become correspondingly more refined in their behavior. For each step forward in market technology they took a step backward in human evolution." (O sea que imaginemos como estarán ahora de involucionados con lo que ha cambiado la tecnología de los traders desde 1987, pensemos tan solo en Internet y los móviles)
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