martes, 27 de febrero de 2018

Los enemigos del comercio - I, de Antonio Escohotado

Con este libro he vivido una pequeña relación amor-odio hasta que por fin lo he leído. Conocí de su existencia a través de una noticia breve en el ABC en mis albores de la economía austriaca, y me dije que tenía que leerlo, pero entonces era difícil de encontrar en electrónico. Años después tuve ocasión de asistir a una presentación de Escohotado en el IJM, y el autor me pareció brillante, pero poco riguroso en comentarios e investigación (había dejado fuera de su libro todo lo que no era Occidente) y además inneceriamente anticlerical (como si todos los problemas de la intervención económica tuvieran su base en el cristianismo), por lo que descarte su lectura.

Pero, bueno, un libro histórico sobre las ideas liberales tarde o temprano tenía que volver al radar. Así ha sido y por fin ha caído, al menos este primer de los tres volúmenes de la obra. Ya anticipo que al menos a por el segundo voy a ir también.

Empiezo por lo malo, que es precisamente la introducción. Confieso que estuve a punto de no superar este capítulo. El estilo de Escohotado es algo pedante, y es en la introducción donde lleva a su culmen esa pedantería, hasta hacer la lectura insoportable. Valgan estas líneas para animar al lector a superarla si se empeña en leerla, o si no a saltársela sin más. Observo que en el segundo volumen vuelve a ocurrir lo mismo.

Además, la estructura de la obra es algo confusa. Sus frases largas son a veces difíciles de comprender, lo que exige muchas veces detener bastante la lectura antes de progresar. Al mismo tiempo, es graciosa la actualización de la nomenclatura: Escohotado llama a las cosas por su nombre, usando, por así decirlo, una nomenclatura homogénea para todos los periodos que trata: al principio, es chocante, pero, cuando te acostumbras, se agradece.

A vista de pájaro, este ensayo es una mezcla de relato histórico, historia del pensamiento económico e historia de la iglesia cristiana. Ello hace que su lectura sea un poco lío. No ayuda que Escohotado nos esté prometiendo en realidad una historia del comunismo (que según él existía antes de que fuera calificado como tal) complementada con la inseparable historia paralela de las ideas liberales. Pero ello sin olvidar que el subtítulo de la obra es "Historia de las ideas sobre la propiedad privada", lo que invita a pensar un enfoque institucional de la historia.

Como ya he anticipado, y es un punto de decepción, Escohotado no es sistemático en su investigación del asunto. Nada más empezar descarta estudiar China, India o Egipto (no hablemos ya de América), por considerar que en estos lares no se ha planteado el debate que le interesa. Así que el foco se nos viene a Europa, empezando con los griegos, siguiendo con los romanos, la Edad Media y el Renacimiento, hasta llegar a la Revolución Francesa, momento en que termina el volumen. Por supuesto, no olvida la revolución islámica, y también dedica algún capítulo a los judios.

Al principio, Escohotado se enfoca al marco institucional griego y romano, aunque también se refiera a las polémicas sobre el concepto (por ejemplo, la República "comunista" de Platón). Alaba las bases originales de la república romana, donde los jueces son legos, y sobre todo el "reinado" de Augusto, a partir de quien se inicia el declive con altibajos del imperio romano, sobre todo por las demandas crecientes de los pretorianos en torno a cada emperador. Me encanta, porque para mí Augusto es la prueba histórica de los males que tiene ceder el contrapeso de poderes del Estado a una persona por ser ésta excepcional, porque los sucesores no tienen por qué serlo también.

En paralelo con este relato histórico-institucional que también alcanza a la Edad Media, Escohotado escribe una historia de la iglesia católica y de sus ideas. Hay dos problemas para mí en esta narrativa: por un lado, el sesgo aparente. El autor nos bombardea con citas de los testamentos y de los Padres de la Iglesia contra la propiedad privada y el comercio; pero es que estoy seguro de que si incluso a Mises lo citas sin contexto, puede parecer comunista. Por otro lado, una cosa son las ideas y otra las instituciones. Es cierto que las primeras muchas veces se llevan a las segundas, pero Escohotado no detalla de qué forma ocurre esto. Por el contrario, las instituciones alto medievales, también influidas por los invasores bárbaros, son las que van a permitir una espectacular creación de riqueza a poco de la caída del Imperio, como se recoge en los casos de Venecia y las ciudades Hanseáticas.

Hay que detenerse más en esta parte del libro, porque es sin duda lo mejor (junto con la narración de la Revolución Francesa). Escohotado nos deleita aquí con una espectacular narración en que nos lleva desde el régimen feudal puro y duro (en que la tierra es difícilmente enajenable) hasta el resurgimiento de las ciudades y la potenciación de las monarquias, gracias siempre al comercio. Y lo hace siguiendo el esquema del proceso de mercado como descubrimiento, al más puro estilo Hayek. De hecho, al seguir la evolución del Hansa, observa con claridad el triunfo inicial del orden autoproducido que desemboca en el declive inducido por el orden decretado. Solo por esta parte merece la pena la lectura del libro y quizá hasta de a trilogia.

Desgraciadamente, la extensión de esta reseña me impide recoger y comentar tantos y tantos aspectos dignos de mención en este libro. Algunos, por su ausencia: apenas hay referencias al imperio español, y las pistas que da Escohotado parecen apuntar a unos reinos sin estructura productiva, que básicamente descubren América por casualidad, y son incapaces de beneficiarse y a su sociedad de todo el flujo generado. Francamente, creo que la evidencia histórica se da de bruces con el planteamiento, aunque solo sea por la duración del que según Escohotado se diría inviable imperio. Y ello sin contar con mi reciente lectura de Imperiofobia, que viene a demostrar lo contrario, más coherente con la teoría económica.

Por el contrario, Holanda sí merece los favores del autor, como paradigma inicial de la libertad y el respeto por el comerio y la propiedad privada. Y no digo yo que no, ojo, pero algo parecido creo yo que se podrá ver motivando el emprendimiento de los conquistadores españoles.

Escohotado nos pasea por las ideas del Mercantilismo y la Fisiocracia, y también por las de dos amigos del comercio (Hume, Adam Smith), incluidas asimismo algunas referencias a la Escuela de Salamanca. Y ello antes de que nos sumerjamos en el episodio final de la obra, que corresponde a la Revolución Francesa, en el que una vez más vuelve a brillar el talento narrativo de Escohotado. Aquí acuña lo de la Liberté sin libertades para referirse al régimen francés, una de tantas frases destacables en la obra. Es un digno final para una obra con algunos altibajos, debidos principalmente a la falta de sistema en la investigación (a veces son instituciones, a veces es pensamiento; lagunas históricas), y que invita a seguir sin dilación con la lectura del segundo volumen. A ello me aplico ahora. 


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