viernes, 9 de febrero de 2018

Salammbô, de Gustave Flaubert

De Flaubert había leído hasta el momento su super-clásico, Madame Bovary, que no dejó en mí una gran impronta. Antes de Salammbô, estaba convencido de que era escritor de una obra: aunque habíao oído de su "Educación sentimental", pensaba que era un ensayo y no una novela. Ahora conozco un poco mejor la obra de Flaubert, y sé que escribió alguna cosa más, aunque no mucho. En todo caso, entre esas cosas, está la excepcional novela a la que dedico esta entrada.

Y digo excepcional no porque me haya parecido maravillosa o haya disfrutado con su lectura. No. Su excepcionalidad radica en que posiblemente fue la primera instancia del género de novela histórica que tanto nos apasiona a muchos en la actualidad. Solo por eso, quizá merezca la pena leerla.

Flaubert hizo una extensa investigación, llegando incluso a visitar Cartago, para redactar esta novela. Hizo un gran esfuerzo para que los detalles de escena e historia fueran correctos, hasta el punto de que incorporó un dossier a sucesivas ediciones sobre las razones por las que las cosas eran como eran, y respondió a un par de críticos con las justificaciones históricas de determinados momentos de su novela, incluidas las fuentes utilizadas. En resumen, Flaubert trata de ser riguroso en su narrativa.

La historia que nos cuenta es la guerra de los Mercenarios, un episodio relativamente poco conocido de la historia de Cartago, recogido por Polibio y parcialmente por Tito Livio. Debió de ser una guerra muy cruenta, incluso para los parámetros de la antigüedad. Tiene lugar tras la primera Guerra Púnica, cuando los mercernario contratados por la ciudad acampan en su torno a la espera de sus salarios.

Como era de esperar, los cartagineses, una vez terminada la trifulca con los romanos, no están por la labor de cumplir su parte, y van dando largas a los mercenarios. Eventualmente, estos se cansan del mareo, y comienzan sus propias fechorías, liderados por Spendius y Mâtho, coprotagonista del relato con la titular. Flaubert nos narra los acontecimientos que se suceden, con sus vaivenes, y al fondo un poco de la relación Salammbô-Mâtho.

Pero lo de menos es la historia de la guerra, para eso ya tenemos a Polibio. Lo que destaca en esta obra es la riqueza de las descripciones y el detalle de las mismas. Flaubert se deleita en la exageración, en la prolijidad, en la erudición, en lo escabroso. Los personajes son lo de menos, no es casi relevante lo que les pasa. Todo se centra en recrear Cartago, la vida en Cartago, sus riquezas, sus ritos religiosos, sus sacrificios, o, cuando toca, la crueldad en las batallas y demás lances. Trata de poner al lector en medio de lo que sucede. Apenas distingue personajes, no le interesa, la relación  entre Mâtho y Salammbô apenas le interesa, pero es una disculpa para contarnos cómo son los jardines de Hamilcar Barca (padre de la heroína), el templo de Tanis, la vida en el campamento mercenario, o el zaimph que roba Mâtho.

Me han resultado espectaculares varias escenas especialmente, Una de ellas es el retorno de Hamilcar Barca a su casa, en que se nos describen sus riquezas hasta el último detalle, en minerales, plantas, animales...incluso en olores!!!, tiene un chef de oleres, increíble. No sé si eso tendrá base histórica, pero nadie se lo crítico a Flaubert.

Otro de los mejores momentos es el de los funerales de los mercenarios tras la batalla Maqar, en que Flaubert aprovecha para describir los ritos de muchas de las tribus integrantes de tal ejército, venidas de todas las partes del Mediterráneo (destacan los baleares por el uso de las hondas) y de África. Lo cual me recuerda que también la enumeración de los integrantes del ejército mercenario es muy interesante.

Y, por supuesto, uno de los momentos más importantes de la obra, y verdadero punto de inflexión de la misma es el sacrificio a Moloch de niños cartagineses. Flaubert no nos ahorra ni una gota de sangre cuando la escena lo requiere. Aparte, y por mis inclinaciones personales, me resultaron muy instructivos los párrafos dedicados a explicar algunas de las instituciones vigentes en Cartago en la época, empezando por los suffétes, similares a los cónsules romanos.
 
Me ha resultado entretenida la lectura. No es una novela histórica al uso, y te puedes perder en los detalles. Al mismo tiempo, quien tenga la imaginación suficiente podrá visualizar en su cabeza una buena recración de lo que pudo ser Cartago... según Flaubert, claro. Y para los amantes de la novela histórica, esta lectura tendrá al menos un sabor arqueológico, ya que, como dije, es la primera del género.


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