sábado, 21 de marzo de 2020

Darkness in Noon, de Arthur Koestler

Esta es una novela bien conocida en el ámbito ideológico, pues fue la primera en denunciar las purgas que estaba haciendo el régimen de Stalin, y en darlas a conocer a Occidente, solo para que el autor, comunistas hasta su viaje a la URSS, fuera vilipendiado por la "inteligencia", en particular la francesa. Todos esto no se me ha ocurrido a mí, se lo leí a Losantos en su Memoria del Comunismo.

El libro fue escrito originalmente en alemán ("Sonnenfinsternis", que más bien sería penumbra), pero la versión original se perdió hasta hace muy poco, por lo que todo el mundo lo que ha leído es la traducción al inglés que hizo la novia de Koestler, Daphne Hardy, y las versiones en alemán serían traducción de esta. Así justifico haberlo leído en inglés, en vez de en original.

Pero bueno, al grano. El libro nos narra la estancia en prisión de un antiguo gerifalte soviético, un tal Rubashov, no sé si personajes histórico o alter-ergo de alguno. El relato comienza con su entrada en prisión, y se estructura en torno a los cuatro interrogatorios que sufre. Pero no es un libro de vida en prisión, ni mucho menos. Si veremos algún atisbo, principalmente en la forma de comunicarse con los otros presos, que es a través de golpes en las paredes, con una especie de código Morse.

Lo importante del libro, una vez superado el escándalo de la denuncia, algo que ya no podemos apreciar por el tiempo pasado, es el debate que mantiene Rubashov con sus sucesivos interrogadores, primero Ivanov, también de la vieja guardia y ex-compañero del prisionero, y luego Gletkin, más joven y representante de la clase staliniana. Antes de ellos, Rubashov compartirá con el lector su experiencia para resistir la tortura (sabes exactamente en qué consiste) y el seguimiento de su curso según el tipo de gritos. Ya ves.

Lo cierto es que nadie tortura a Rubashov, al menos no físicamente. Entre interrogatorios, se producirá la muerte de un amigo de Rubashov, el comandante y héreo Bogrov, acusado de sabotaje por tener discrepanacias con el Número 1 en la forma de extender la revolución: Stalin para ese momento cree que Occidente no está maduro para la revolución y opta por la táctica del Bastión, aguantar la revolución en la URSS hasta que el resto del mundo esté maduro, mientras que otros, como Bogrov, creen que hay que hacer la revolución ya. Eso se traduce en un conflicto a la hora de fabricar submarinos: Bogrov cree que tienen que ser grandes, para atacar; Stalin que pequeños, para defenderse. En conclusión, Bogrov es un traidor y es ejecutado.

La discusión con el primer interrogador, Ivanov, versa sobre el individuo en relación con la masa: "You have now repeatedly said ‘you’—meaning State and Party, as opposed to ‘I’—that is, Nicolas Salmanovitch Rubashov. For the public, one needs, of course, a trial and legal justification. For us, what I have just said should be enough.

O el cambio de esquema tras la revolución, la decepción de con la gestión del día a día tras el espíritu revolucionario: "Politics mean operating with this x without worrying about its actual nature. Making history is to recognize x for what it stands for in the equation.”(donde x es el pueblo). Por eso, no tienen reparos en ser iconoclastas, como con este golpe a Gandhi: "Gandhi’s inner voice has done more to prevent the liberation of India than the British guns. To sell oneself for thirty pieces of silver is an honest transaction; but to sell oneself to one’s own conscience is to abandon mankind." (hay que entender liberación a la bolchevique, claro). Y concluyen con este desesperanzado: "... humanism and politics, respect for the individual and social progress, are incompatible."

 
De repente, desaparece Ivanov del escenario y le sustituye Gletkin. Luego nos enteraremos de que ha sido ejecutado mediante expediente administrativo. Rubashov tiene la suerte de estar sujeto a juicio público, de ahí la importancia de que sea condenado con una propia confesión que sirva al régimen para sus fines. El último sacrificio del revolucionario es inmolarse con una confesión que le sirva de algo a Stalin.
 
La discusión pasa a ser sobre cómo guiar a las masas incultas y no preparadas. Rubashov escribe:  “The maturity of the masses lies in the capacity to recognize their own interests. This, however, presupposes a certain understanding of the process of production and distribution of goods. A people’s capacity to govern itself democratically is thus proportionate to the degree of its  understanding of the structure and functioning of the whole social body.", y le da un hostión a cualquie regimen democrático occidental, donde la gran mayoría de la gente no tiene ni idea de economía, y sin embargo ahí les tienes votando (y sobre el consenso en cómo luchar contra el Coronavirus no voy a entrar por puro cansancio).
 
Gletkin nos va a deleitar con un maravillosa alegoría, que comienza con una inesperada pregunta a Rubashov: ¿aprendió a manejar un reloj de pequeño? Gletkin sostiene e ilustra que la masa rusa NO está lista para la industrialización (nadie les enseñó a manejar el reloj), pero que el régimen no le puede echar la culpa del desastre, y que por tanto necesita chivos expiatorios. Aunque sean falsos chivos expiatorios ("Truth is what is useful for humanity, falsehood what is harmful"). A ver, el Número 1 sabe lo que es bueno para todos, no como los individuos; y como estos no están preparados para la gran visión, los planes salen mal, por culpa de la masa. Ahora bien, a ellos no se les puede echar la culpa, así que muere confesando que fuiste tú para que la masa no se desmoralice y aguante.
 
Y por fin hace Rubashov esta magnífica confesión “I plead guilty to not having understood the fatal compulsion behind the policy of the Government, and to have therefore held oppositional views. I plead guilty to having followed sentimental impulses, and in so doing to have been led into contradiction with historical necessity. I have lent my ear to the laments of the sacrificed, and thus became deaf to the arguments which proved the necessity to sacrifice them. I plead guilty to having rated the question of guilt and innocence higher than that of utility and harmfulness. Finally, I plead guilty to having placed the idea of man above the idea of mankind. ...”

Pero le han surgido dudas sobre la revolución y lo que está haciendo el régimen, que se pueden resumir en otro excelente párrafo, de análisis frío y teórico: "Obviously only such suffering made sense as was inevitable; that is, as was rooted in biological fatality. On the other hand, all suffering with a social origin was accidental, hence pointless and senseless. The sole object of revolution was the abolition of senseless suffering. But it had turned out that the removal of this second kind of suffering was only possible at the price of a temporary enormous increase in the sum total of the first." (subrayado propio).
 
Habida cuenta del contenido del libro, la vena escandalosa que debió suponer en su momento el descubrimiento de lo que estaba haciendo Stalin, ya no resulta de demasiado interés para el lector contemporáneo, al que supongo suficientemente informado de tales desmanes. Lo más interesante de este libro es meterse en la forma de pensar y teorizar de los comunistas, los razonamientos sobre esa x o masa. El libro no es una maravilla de estilo (no deja de ser una traducción de una amateur), pero tampoco se sufre demasiado con el texto.
 
 

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