martes, 3 de marzo de 2020

M. El hijo del siglo, de Antonio Scurati

En esta narración o ensayo se nos cuentan unos años de la vida de Mussolini, desde 1918 a 1924, que son aquellos en que surgió el fascismo hasta que se hizo con el poder en Italia. Así que no estamos ante una biografía de Mussolini (que era lo que pensaba cuando empecé a leerlo) ni ante unas memorias del gobierno fascista de Italia. Como digo, el foco es muy estrecho: surgimiento y toma de poder por los fascistas.

Es estilo narrativo es, contrariamente a lo que cabría esperar de un estudio histórico, bastante poético, por eso lo he calificado arriba como ensayo. Eso sí, cada capítulo va acompañado de extractos de documentos históricos en que se justifica la realidad de la narración.

La historia comienza con Mussolini, periodista de un influyente medio, recién abandonado el partido socialista (sorpresa, eh, el fascismo tiene sus raíces en el socialismo), y tratando de construir sin éxito las que él llama Fascios de Combate. El objetivo de estos fascios parece ser defender a la gente de la posible revolución socialista o comunista, pero no está claro. En todo caso, como he dicho, tiene un éxito bastante limitado: los elementos se cuentan con los dedos de una humano, siendo la espina dorsal miembros del antiguo cuerpo de los Osados, recién vuelto de la Primera Guerra Mundial.

En contraste, brilla la figura de Gabrielle d'Annunzio, el vate, poeta y héroe de guerra, que tomará la iniciativa de tomar Fiume (actual, Rijeka) para los italianos, ante los titubeos de los negociadores internacionales. A Italia se la percibe como humillada por el reparto posguerra.

Pero el disparador del fascismo no tiene nada que ver con ésto. Una vez más, el éxito de esta ideología totalitaria se lo debemos, tachán, al socialismo. ¿Por qué? Como he dicho, los "fascistas" (integrantes de los fascios) se contaban con los dedos de una humano. Hasta que, tras las elecciones y con los socialistas en el Parlamento, decidieron empezar la revolución socialista, por Ferrara ni más ni menos. La cosa se extendió como la pólvora, y la gente normal se empezó a asustar: pequeños propietarios, funcionarios, profesionales... En esos momentos, fueron los fascios los que salieron a defenderlos (¿o a atacar a los socialistas?), y, en consecuencia, se produjo lo inesperado: la gente cambio el miedo por odio, y empezaron a aparecer "fascistas" por todos lados. Así que el surgimiento del fascismo tiene un origen bastante claro.

Scurati aprovecha estos momentos para presentarnos al contrapunto de Mussolini, el socialista Giacomo Matteoti. Aunque su figura se irá agrandando durante la narración, no hay que olvidar su primera elocución de presentación, para que veamos socialismo en vena: "es el momento —proclama Matteotti— en el que la clase burguesa, que posee la riqueza, el ejército, la judicatura, la policía, se desmarca de la legalidad y se arma contra el proletariado para preservar sus privilegios. El Estado democrático que se basa en el principio de que «la ley es igual para todos» es una burla." O sea, que todo lo que sea frenar la revolución socialista va contra la democracia. Si no fuera por lo que tenemos ahora mismo en el gobierno de España, sería de risa.

Contra ellos, los fascitas empiezan a mostrar su consumada capacidad de propaganda. Ante unos muertos asesinados por los revolucionarios, se hace una ceremonia pero "todo en ella, la homilía, el mea culpa, el padrenuestro, las hileras de la multitud presente, debe servir para que queden sin enterrar. Que no caiga la tierra sobre su tumba. Los muertos no se conmemoran: se vengan."

Esta inflexión inesperada en el fascismo da lugar a la aparición de famosas figuras, tipo Italo Balbo, Arpinati o Aldo Finzi, además de adhesiones de notables como Toscanini, Wifredo Pareto y algún otro. La siguiente inflexión importante es el paso de milicia a partido político (por eso hasta ahora ponía "fascismo" entre comillas). Este paso se hace en un congreso en que básicamente los fascistas tienen que definir su posición política, su ideología. Importante: NO son de derechas ni de izquierdas, son fascistas, por mucho que los socialistas se empeñen en ubicarlos en la ultraderecha. Los socialistas odian a los fascistas por la sencilla razón de que en Italia pusieron fin a sus desmadres, no por un tema ideológico. La próxima vez que oigas a un socialista insultar así ya sabes por qué es.

No queda clara la posición política, pero sí el populismo del partido, nacido para una capa intermedia de la sociedad italiana, que está aterrorizada ante la revolución socialista. Lo dice Mussolini con gran claridad, en una frase que todos deberíamos recordar: «No es culpa del fascismo el haber nacido en nuestros pueblos, más que en otros lugares; fuisteis precisamente vosotros, apóstoles de la fraternidad humana, los que, al instaurar un régimen de terror, forzasteis a todos los hombres honestos, incluso a los más pacíficos, a levantarse, porque en nuestra situación debíamos hacer una elección trágica: defendernos o morir». Por cierto, si alguien ve paralelismos con la II República y el comienzo de nuestra Guerra Civil no es el único.

A partir de aquí se tiene un manejo táctico magistral de la pinza política-violencia por el Duce Mussolini, hasta instaurar el régimen fascista en Italia. Un primer hito es el desastre la huelga general de 1922 que lamina completamente al partido socialista, y deja al Estado solo ante el fascismo.

El siguiente hito es brutal: el encargo a Mussolini de formar gobierno: "A pesar de que el Partido Fascista cuenta solo con treinta y cinco diputados, la Cámara de Diputados vota conceder plena confianza al gobierno de Mussolini que a su vez le ha retirado la suya. Una voluntad adamantina de capitulación." La última frase recuerda a Pedrito Sánchez con los independentistas catalanes y, por qué no, con los comunistas de Podemos.

Y es que se espera que con Mussolini "animal nocturno, surgido de la oscuridad, la noche llegue a su fin." Una vez en el Gobierno, será capaz de imponer una ley electoral, la Ley Acerbo, en la que el partido que supere el 25% de los votos automáticamente obtiene 2/3 del hemiciclo. Impresionante, pero la saca adelante a base violencia, demagogia y populismo. Entre sus acciones, la toma de Corfú sin  respuesta. Con esta ley en vigor, todos los políticos profesionales afluyen al partido Fascista para asegurarse su puesto, y, claro, en las siguientes elecciones arrasan. Cualquier denuncia de la violencia fascista, siempre es respondida con que los bolcheviques son mucho peores ( y en eso tiene razón Mussolini, en Italia la oposición no era asesinada por el Gobierno, bueno, no todos).

Aún habrá un episodio final que tal vez hubiera permitido derribar al Duce: el asesinato de Matteotti, del antihéroe. Pese al escándalo que se suscitó, a la hora de la verdad ningún diputado exigió responsabilidades a Mussolini, y este pudo seguir en el gobierno. Y aquí termina la narración de Scurati.
 
Me ha gustado mucho este libro, y me ha parecido muy esclarecedor en muchos aspectos: concepto del fascismo y paralelismo de la situación con la España pre-guerra Civil. No cabe duda de que en Italia, gracias al fascismo, la cosa se resolvió de una forma mucho menos cruenta. Ya imagino que a muchos escocerá la frase, pero es la conclusión que se deriva lógicamente de los hechos descritos.

Sería injusto haber calificado este libro como de estilo poético y no rescatar alguna frase bonita. Dejo un par de Scurati, y una última que él cita, debido a Pareto (sí, el del máximo de Pareto).
- "Con doble moral no se abandona nunca la ortodoxia"
-"Belgrado, ciudad situada en la confluencia entre el río Sava y el Danubio y en todas las tragedias de Europa, un lugar donde la guerra es tan endémica como el hambre en ciertas regiones africanas"
- Esta de Pareto: "Los italianos aman las grandes palabras y los hechos pequeños."

Y no puedo evitar cerrar la entrada con esta frase que quizá se pueda considerar de rabiosa actualidad en España: "Un rey no es un cerdo de engorde, como sostenía Napoleón. Un monarca constitucional debe saber lo que ocurre en su país. Si un primer ministro criminal hunde ese país en la vergüenza, reprobada por la mayoría de sus súbditos, el soberano, apoyándose en la lealtad del ejército, tiene el deber de poner fin a ese régimen delictivo presionando al jefe de Gobierno para que presente su dimisión." Creo que lo decía el socialista Matteoti. Si es que tenemos buenos principios, pero si no les gustan, pues se cambian.

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