sábado, 3 de octubre de 2020

Antonio im Wunderland, de Jan Weiler

Se trata de una novelita sin demasiadas pretensiones, de un autor alemán de abundante obra y que asumo de cierto renombre en su país, pero que a mí solo me vale para practicar la lectura de alemán. Sería difícil trazar mi hallazgo de esta novela, baste decir que la elección aleatoria de lecturas puede ser fuente de grandes descubrimientos, y rara vez lo es de grandes decepciones, porque las expectativas están bajas para empezar. Puede ser especialmente agradecido cuando uno empieza a leer en otro idioma, pues aunque la novela sea mala, al menos te queda el aliciente de practicar.

No digo que este novela sea mala, es, como dicen los jóvenes, "sin más". Lo más interesante es el planteamiento de un escritor alemán contándonos la vida y costumbre de los italianos, tanto en su país de acogida (Alemania) como en su país de origen y, también en este caso, en los Estados Unidos. La disculpa la da que el narrador está casado con una hija de un italiano emigrante, el Antonio del título. Esto le lleva anualmente a disfrutar de unas vacaciones en Campobasso, en el sur de Italia, y puntualmente de un viaje al país americano para celebrar la jubilación del personaje.

De la primera parte, obtenemos algunas críticas alemanas al modo de vida italiano, pero siempre sin acritud. Al protagonista, por ejemplo, no le gusta el panettone: "Ich würde einen panettone lieber als Kopfbedeckung benutzen, als ihn zu essen.". Nos cuenta la típica rivalidad entre familias, en este caso de los Carducci y los Marzipan, con algún episodio jocoso, y también la complicada relación de los napolitanos con sus vacaciones en Cerdeña. En esta parte aparecen los episodios más dramáticos, relacionados con la juventud de Sara (la mujer del protagonista) y la intervención en sus affaires de Antonio, como cuando la encuentra besándose con un chico en casa: "«Ah, war super, ja? Du haste meine Kind gekusst und nun willste du mehr, was?»". No se profundiza en ellos, no preocuparse.

El autor aprovecha para meter un viaje a las vacaciones en Canarias (curioso que en todas las novelas alemanas de este estilo los protagonistas viajan a islas españolas), a las que califica de "spermabunker", para justificar porque prefiere las vacaciones italianas en familia extendida.

Antes de ir a EEUU, se nos cuenta una Oktoberfest con italianos, que tiene su puntillo de gracia. El autor tiene también cera para los alemanes, en este caso metiéndose con su manía de reciclar hasta la exageración: "Dieses philisterhaft deutsche Sortieren von Zigarettenpackungsfolie, Zigarettenpackungsstanniolpapier und Zigarettenpackungspappe in unterschiedliche Behälter?"

La segunda parte del libro consiste básicamente en el viaje del Antonio, su mejor amigo Benno y el narrador a Nueva York ("Ja, richtig, bin in New York, der Stadt, in der niemand schläft. Das kommt wohl vom Jetlag." - "Sí, Nueva York, la ciudad donde nadie duerme. Ello se debe al jetlag").
 
Las peripecias en New York son perfectamente predecibles: lío con las preguntas del formulario de entrada a los EEUU, confusión de unos chavales del metro con criminales, asunción de que en Little Italy la gente habla italiano...Poco reseñable. Menos predecible es el encuentro con Robert de Niro, a quien Antonio cae tan simpátio como para pagerle una suite en el hotel Península y hacerse un upgrade a Business en el viaje de vuelta. De la estancia en el Península me quedo con esta descripción del baño, que tiene un remate brillante: "Sogar Waschbecken, Pissoirs, Boden und Decke sind mit Spiegeln verkleidet. Man fühlt sich wie ein Echo."
 
Tras la vuelta, se nos describe el parte de la primera nieta de Antonio, hija de su hija menor Lorella, y poco más. Termina el libro y a otra cosa mariposa. 

 

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