viernes, 23 de octubre de 2020

Tierra Negra ("Bloodlands"), de Timothy Snyder

Catorce millones de muertos. Este libro es la historia de catorce millones de muertos, como dice autos, catorce millones por uno, porque cada uno de ellos tenía sus circunstancias y su vida, y no está nada claro para que vale su agregación (nadie suma peras con manzanas) a menos que sea en una carrera por el victimismo, a ver quién ha sufrido más. Como dice Snyder "all of these later rationalizations, though they convey important truths about national politics and national psychologies, have little to do with memory as such."

Ese es el número de personas que murieron en las Bloodlands entre 1930 y 1950. ¿Qué son las Bloodlands? Las tierras europeas donde coincidió el dominio de los dos grandes regímenes totalitarios de Europa, el soviético de Stalin y el nazi de Hitler, y que abarca las actuales Bielorrusia, Ucrania, Polonia y los países Bálticos. Las Bloodlands es el sitio donde se ha matado más rápidamente en toda la historia de la humanidad, quizá con la excepción de la China de Mao. Y Snyder nos detalla las matanzas y sus causas aparentes, sin perder nunca de vista a sus protagonistas, tanto para mal (numerosas citas y descripciones de los afectados) como para peor (tratar de entender a los verdugos).

La pesadilla comienza con las hambrunas de Stalin en los años 30. Comienza la colectivización y con ella los problemas que la teoría económica anticipa: carencias y mala distribución. Stalin decide políticamente quién va a sufrir los desabastecimientos consecuentes, y el marrón le toca a Ucrania. Primeros 3,3 millones de muertos.

El fracaso de la colectivización exige una buena tanda de cabezas de turco, que pondrán principalmente los kulaks. Se trata del gran Terror de Stalin, y alcanza a 300.000 víctimas, principalmente ucranianos y polacos.

El enfrentamiento original entre nazis y comunistas se transforma inicialmente en el acuerdo URSS-Alemania por el cual se reparten Polonia y, de hecho, comienza la Segunda Guerra Mundial. Es importante un hecho en él que un servidor no había reparado suficientemente, y es que la guerra no la origina Alemania por si sola, si no que son dos las potencias invasoras, Alemania y la URSS. Qué curioso que este detalle esté normalmente olvidado. El caso es que el reparto de opresión entre las SS y la NKVD añade otros 200.000 muertos a la cuenta, principalmente polacos.

Cuando Alemania decide romper el pacto con la URSS, cambia el "liderazgo" de las matanzas, que los nazis llevan a una nueva dimensión. Y es que los nazis sí tenían un plan claro para los territorios conquistados en el este, que pasaba por la aniquilación por hambruna de los habitantes conquistados. Con su plan, tendrían que haber llegado a los diez millones de muertos por esta causa, para dejar espacio a los granjeros alemanes. El plan no se llegó a cumplir, porque la guerra no siguió las previsiones de Hitler, básicamente acabarla en tres meses. No obstante, sí alcanzó para acabar con 4.2 millones de ciudadanos soviéticos, sobre todo de Bielorrusia, Ucrania y Rusia.

Curiosamente, el fracaso de la guerra con la URSS supuso un cambio de planes para con los judíos. Es cierto que Hitler no quería judíos en Europa, pero inicialmente el plan no era matarlo, sino deportarlos. Cuando la última posibilidad de deportación se frustró (los territorios soviéticos), la Solución Final pasó a ser la que todos conocemos. Snyder explica magníficamente como se gestaron y actualizaron los planes, y cómo los verdaderos campos de matanza quedaron todos al este de Auschwitz, lugares como Treblinka o Chelmno diseñados específicamente para matar y solo para matar. Auschwitz, por el contrario, comenzó siendo un campo de trabajos forzados y tuvo que ir evolucionando conforme la invasión de la URSS retrocedió: nunca llegó a ser tan eficiente matando como otros campos especialmente diseñados para ello, pero sí tuvo el "honor" de ser el último en funcionamiento y el más multinacional. En total, 5.4 millones de judios muertos por los alemanas, principalmente de procedencia polaca o soviética.

Es curioso notar como la población judía de Alemania solo pasó a ser relevante una vez comenzaron las conquistas en el este. En Alemania, había pocos judios; por el contrario, en Polonia, estaba la mayor concentración de Europa. Como dice Snyder. "On a crusade for racial purity, Germany had become by the end of 1939 Europe’s second-largest multinational state.". 

La última rúbrica de muertos se corresponde con unos 700.000 ciudadanos bielorrusos y polacos asesinados por los nazis como venganza por acciones contra ellos. Muchas de ellas en Bielorrusia, porque aquí es donde hubo la mayor resistencia partisana, fomentada y, por supuesto, traicionada por Stalin y su NKVD.

Dejando los números aparte, pues la brutalidad de ambos regímenes es sobradamente conocida y no me hacen falta más datos para aceptar su dimensión, hay otros aspectos muy interesantes en este libro. Quizá el principal sea la descripción de la presión sufrida por las habitantes de las Bloodlands, para quienes no había salida alguna, sobre todo desde el momento en que la URSS y Alemania se reparten Polonia. Para ese momento, ucranianos, bielorrusos, bálticos y, en menor medida, polacos, ya conocen los horrores del régimen soviético. Su giro hacia Alemania es esperanzado. Pero lo que encuentran viniendo del oeste es aún peor, como muestran los datos. Así que la situación en que quedan es desesperante. Como nos dice Snyder, los alemanes llegaban a territorios en que hasta tres días antes la NKVD había estado haciendo sus tareas de limpieza staliniana. Y los habitantes pasan de ser ejecutados por los soviéticos a serlo por los alemanes. 

Ello tiene terribles repercusiones a la hora de tomar decisiones sobre la vida de uno y los suyos. Quizá las más desgarradoras sean las de los bielorrusos, sujetos a tremendas venganzas de los nazis por su guerra partisana, y al mismo tiempo peleando para que volviera el opresor soviético. Más peliagudos son los problemas de la resistencia polaca, cuyos líderes se sabían condenados de antemano en caso de victoria soviética, lo que a su vez parecía la única posibilidad para liberarse del yugo germano. En este aspecto, hay que llamar la atención  sobre la traición de occidente: Inglaterra fue a la guerra por la invasión de Polonia, para después de ella dejarla en las manos de uno de sus invasores, la URSS.

Si bien el libro está bien escrito e hilado, la narración de atrocidad tras atrocidad termina haciéndose redundante y un poco pesada. A eso hay que añadir que el último capítulo es un poco estrambote, ya que habla más de la política soviética tras la Segunda Guerra Mundial y su antisemitismo. De repente, el libro parece preocuparse solo por los judíos. El motivo, explica Snyder, es que Stalin necesitaba para su retórica de Gran Guerra Nacional, que fueran los rusos, y no los judíos, las víctimas de los alemanes. A partir de aquí, es fácil imaginar cómo se canalizaban las fobias de Stalin, aunque ya no lo consiguió como con el Gran Terror.

En cambio, las conclusiones me han parecido magníficas a la vez que inesperadas. Y eso es porque Snyder hace un frío discurso contra la victimización, Tras haberse asomado al dolor de tal multitud de gente, es capaz de razonar brillantemente lo importante que es conocer históricamente lo que pasó, y sobre todo, las razones de los verdugos. Denuncia la victimización, que "The identification with the victim affirms a radical separation from the perpetrator." y que "It is not at all obvious that reducing history to morality plays makes anyone moral." Esta es una de las frases para recordar que acumula en este capítulo, y que están ausentes en el resto de la obra.

Nos recuerda que tanto Stalin como Hitler se pasaron toda su carrera política quejándose de ser víctimas. Stalin, por ejemplo, afirmaba que los muertos de hambre estaban saboteando sus planes; y Hitler, por supuesto, era víctima de una conspiración  judía: "What besides utopian planning, inept calculation, racist arrogance, and foolish brinksmanship could have brought Germany into a war with the United Kingdom, the United States, and the Soviet Union? Hitler had the answer: a worldwide Jewish conspiracy."

Y es que "The human capacity for subjective victimhood is apparently limitless, and people who believe that they are victims can be motivated to perform acts of great violence." Yo creo que esta frase puede servir para cerrar esta entrada, porque es de gran actualidad, en una sociedad como la actual en que todo el mundo se considera víctima. Snyder nos advierte de los riesgos de esta senda, y algunos creo que ya se han materializado ("Black Lives Matter" es el ejemplo más reciente, pero no el único).

Quizá la lectura de este libro sea demasiado larga para el lector interesado en la historia en general, y por eso no estoy seguro sobre si recomendarlo. A mí me ha resultado interesante, a veces algo pesado aunque siempre preciso y riguroso, con autoridad, pero sobre todo me ha gustado la conclusión. Entiendo que no hacía falta leer todo lo anterior con detalle para alcanzar esas reflexiones finales de Snyder. En todo caso, autor interesante del que ya tengo en cartera su último libro "The Road to Unfreedom". Ah, y también han aumentado mis ganas de leer a Vasily Grossman, de quien también tengo preparada su obra magna "Vida y destino", a la que seguramente añada la segunda parte "Todo fluye".

Pero vayamos poco a poco...

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