Con Haid he aprendido un montón sobre psicología social. Me he leído toda su obra (The righteous mind, The happiness hypothesis y The coddling of the american mind), y lógicamente me puse con este ensayo en cuanto supe de su existencia. Sin embargo, este libro ha sido bastante decepcionante para mí, ya que Haidt abandona la función divulgativa para optar por una activista. Lo que no digo que me parezca mal, sino que no se aprende demasiado con esta lectura, al contrario que con las obras que señalé más arriba.
Este libro retoma uno de los temas del anterior ("The coddling..."). Una de las causas de tal "coddling", que podríamos traducir por mimar, era el uso de las redes sociales, especialmente por las niñas. Otra era la sobreprotección a que someten en los países anglosajones a los menores, no solo directamente por los padres, sino también por el marco legal, que puede llevar a prisión al padre que deje a su niño cruzar la calle solo.
Estas dos tendencias se han conjuntado en los últimos años, y han creado una verdadera epidemia de enfermedades mentales entre los adolescentes, especialmente en las niñas. Haidt es exhaustivo con los datos que prueban este fenómeno, ya que de hecho lleva años recopilando datos al repecto. Y la verdad es que las gráficas son demoledoras, con una clara forma de palo de hockey con la inflexión en 2010.
Constatado esto, se proporcionan algunas explicaciones psicológicas para esta anomalía, relacionados con los puntos anteriores. El daño procede de que nuestro cerebro está preparado evolutivamente para madurar en el mundo real, aquel en que "relationships and social interactions characterized by four features that have been typical for millions of years: They are embodied, meaning that we use our bodies to communicate, we are conscious of the bodies of others, and we respond to the bodies of others both consciously and unconsciously. They are synchronous, which means they are happening at the same time, with subtle cues about timing and turn taking. They involve primarily one- to- one or one- to- several communication, with only one interaction happening at a given moment. They take place within communities that have a high bar for entry and exit, so people are strongly motivated to invest in relationships and repair rifts when they happen."
Por contra, el mundo virtual se caracteriza casi por lo contrario. En él, las relaciones son "disembodied, meaning that no body is needed, just language. Partners could be (and already are) artificial intelligences (AIs). They are heavily asynchronous, happening via text- based posts and comments. (A video call is different; it is synchronous.) They involve a substantial number of one- to- many communications, broadcasting to a potentially vast audience. Multiple interactions can be happening in parallel. They take place within communities that have a low bar for entry and exit, so people can block others or just quit when they are not pleased. Communities tend to be short- lived, and relationships are often disposable."
Así pues, la maduración que requiere el cerebro del adolescente difícilmente se va a producir en el mundo virtual como lo haría en el mundo real, al que sí estamos adaptados evolutivamente. Dicha maduración es necesaria para "develop the social skills necessary for life in a democratic society," Subrayo la morcilla que mete aquí Haidt, como si hubieran sido democráticas las sociedades en que se produjo la evolución humana. Obviamente, se quita el calificativo y la frase vale.
Esto lo hacen a través de: "free play, attunement, and social learning." En ellas hay que correr riesgos, porque los niños son anti-frágiles, algo que ya nos contaba Haidt en "The cuddling": "Just as the immune system must be exposed to germs, and trees must be exposed to wind, children require exposure to setbacks, failures, shocks, and stumbles in order to develop strength and self- reliance." La sobreprotección ha impedido esta exposición y el resultado es que "The previously exuberant culture of millennial students in discover mode gave way to a more anxious culture of Gen Z students in defend mode."
Ello da lugar a lo que Haidt llama los "four foundational harms: sleep deprivation, social deprivation, attention fragmentation, and addiction.". Se observa que a las chicas el daño se lo están haciendo las redes sociales (Instagram se lleva la palma) mientras que a los chicos se lo ocasionan los videojuegos y la pornografia, aunque son más atemperados.
Haidt da cuatro razones por las que las chicas sufren más el fenómeno:
1) Girls Are More Affected by Visual Social Comparison and Perfectionism2 ) Girls’ Aggression Is More Relational
3) Girls More Easily Share Emotions and Disorders
4) Girls Are More Subject to Predation and Harassment
Para los chicos, Haidt afirma que la cosa no está tan clara. Su posición es ambigua respecto a los videojuegos, a los que atribuye perjucios y beneficios, o sea, que lo malo es el exceso. En cuanto a la pornografía, se resume en esta frase: "The problem is not just that modern pornography amplifies the risk for porn addiction, but that heavy porn use can lead boys to choose the easy option for sexual satisfaction (by watching porn) rather than trying to engage in the more uncertain and risky dating world." Así pues, para Haidt el principal problema que aqueja a los chicos es el de "Safetyism" o sobreprotección, que lleva a que sustituyan el mundo real al que no le dejan ir, por el mucho más cómodo que es el virtual.
Y con todo esto ya está en condiciones Haidt de hacer un manifiesto con sus propuestas, que es al final de lo que va el libro. Entre las propuestas hay mucha chorrada americana, es inevitable: lo mismo que a los 16 años les compran el coche, pues a los 14 que se les dé de alta en Instagram. En fin. Pero sí hay una clara, práctica y recomendable, y es la de evitar que las niñas utilicen redes sociales antes de los 14 años. Es más, ante las dudas de los padres sobre la presión que sufrirán las niñas excluidas si el resto de su grupo no lo está, Haidt afirma contundentemente que aún así la salud mental de las niñas mejorará.
No quiero dejar pasar un aspecto que señala Haidt. Los diseñadores de redes sociales no actuaron por prueba y error para conseguir plataformas adictivas. Sabían perfectamente lo que hacían, y se apoyaban (y supongo que se apoyan) en el state-of-the-art de la psicología, por lo que difícilmente podían desconocer o al menos anticipar los efectos que sus diseños tendrían en los adolescentes. Por ejemplo, este descubrimiento de la psicología del comportamiento: "It’s best not to reward a behavior every time the animal does what you want. If you reward an animal on a variable- ratio schedule (such as one time out of every 10 times, on average, but sometimes fewer, sometimes more), you create the strongest and most persistent behavior." Ahora que cada uno eche un vistazo a los juegos a los que es adicto.
Como decía al principio, no es ni mucho menos el libro más interesante de Haidt, pero sí creo que merece la pena que los lean padres primerizos y hasta de niños de 12 años para que actúen en consecuencia y prevengan enfermedades mentales de sus hijos. Aunque, como ya dije en el comentario sobre "The coddling,,," en España los niños siguen saliendo a la calle a jugar y tienen mucha interacción social, lo que les vacuna en cierta forma frente al abuso de redes sociales y videojuegos.
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