jueves, 28 de agosto de 2025

Los caminos de la seda, de Eva Tobalina

Todo un descubrimiento esta señora y este libro suyo. Por momentos, sobre todo al principio, recuerda a los grandes divulgadores ingleses de historia, como a Tom Holland y Persian Fire o más recientemente lo que he leído de Eric H. Cline (aquí, aquí y aquí). Tobalina te atrapa desde el principio, en la que es la mejor parte del libro, la descripción geográfica que hace la ruta de la Seda, la ruta clásica, que inmediatamente acompaña de los caminos alternativos.

Una vez descrita las distintas rutas, el lector cobra conciencia de la magnitud de la obra que nos ofrece Tobalina, pues la historia de los caminos de la seda es, en el fondo, la historia de los imperios más importantes de la humanidad hasta el siglo XVI, donde los descubrimientos de España y Portugal cambiaron el mundo y arrumbaron con la milenaria ruta. También a estos dedica Tobalina sus últimas páginas, en una historia express de las aventuras portuguesas por África hasta llegar a Goa, y aún más breve de las españolas, con base en el viaje de Magallanes-Elcano y en el descubrimiento de la ruta de retorno del Pacífico por el padre Urdaneta. Por si le faltaba dosis de épica a la obra.

Como ya he dicho, el ensayo de Tobalina comienza con una descripción detallada de lo que todos tenemos en mente por la ruta de la Seda, que llevaba originalmente desde la China Han, más o menos Xian, hasta Alejandría o Constantinopla, desde donde conectaba con el Mediterráneo. Esta ruta de la Seda fue "establecida" por un funcionario chino Zang Quian, quien conectó China con la Gran Ruta del Jorasan "que conectaba Asia Central con el valle de Mesopotamia atravesando el norte de Persia. La Ruta de Jorasán pudo comenzar a transitarse, como mínimo, en la Edad de Bronce (ca. 2300- 1700 a. C.)."

Dicha ruta la hizo a través del Corredor de Gansu, estrecho pasaje entre el Himalaya por el sur y el desierto del Gobi por el norte, y a continuación los tramos más peligrosos, la cuenca del Tarim con el desierto de Taklamakan, y el nudo de Pamir.  Aquí, entre vertiginosos desfiladeros y picos nevados se puede optar por seguir hacia el oeste y llegar al valle de Fergana y la Transoxiana (la parte en la que espontáneamente todos pensamos al hablar de la ruta de la Seda, pues aquí queda Samarcanda), p girar hacia el sur y a través del actual Afganistan y el paso Khayber, llegar a las tierras de India.

Tobalina te lleva de viaje por estas zonas contándote al mismo tiempo algo apuntes de su historia que luego se desarrollará en más detalle. Es una descripción apasionante, que te engancha completamente al libro. Especialmente esta parte que yo desconozco completamente, de Gansu había oído hablar, pero del Tarim y el nudo de Pamir, nada. A partir de la entrada en Fergana, ya sí estoy en territorios que he visitado y cuya historia conozco algo, y entonces el atractivo de esta narración pasa a ser cómo se conectan histórica y geográficamente lugares que conozco aisladamente. Desde allí, la ruta pasaba por los actuales Turkmenistan, Irán, Turquía, o Siria y Egipto.

Una vez descrita la ruta nuclear, la autora se centra en las complementarias: la ruta marítima pasando por la India y hasta la actual Basora, e incluso hasta las costas de África; la ruta de las Estepas, por el norte de Asia, y la ruta del Incienso, que llevaba desde Oman/Yemen hasta el Mediterráneo. Todas estas rutas "competían" por atraer a los mercaderes, y según las circunstancias, se usaban unas u otras.

Cuando ya nos ha presentado las rutas, entonces es el momento de la historia, tanto o más apasionante que el periplo geográfico, pero quizá más complicada de contar. A mí esta lectura se me ha hecho pesada en algún momento concreto, sobre todo cuando cuenta cosas más conocidas (por ejemplo, el origen y expansión del Islam). Tampoco entiendo por qué, en una obra de esta dimensión, dedica páginas a cuentos y leyendas, alguno de las Mil y una Noches incluido. Supongo que porque piensa que así se facilita la lectura y se deja descansar al lector. Yo, la verdad, los encontraba un poco rollo y prefería pasar estas páginas a toda velocidad.

Para contarnos la historia de los caminos de la Seda, Tobalida nos va a tener que contar la historia de los grandes imperios de la humanidad hasta el siglo XV. Aquí se incluyen, ni más ni menos: el imperio Romano, el Parto, los distintos imperios chinos, los persas sasánidas, Bizancio, los imperios y reinos islámicos (sunitas, chiitas, abasidas), el gran imperio mongol con la biografía de su fundador, Gengis Khan, el ascenso del Tamerlán y el imperio timurida, la Horda de Oro, hasta el imperio otomano... Además, le queda tiempo y arrestos para asomarse a África, con Mali y Axum, y a la India, con una breve referencia a Babur y la fundación del imperio Mogol. Una verdadera pasada.

Pero es que además Tobalina no se centra en la historia política, aunque no pueda renunciar a ella (por ejemplo, en todo el devenir de China). Al fin y al cabo, por la ruta de la Seda transitaron principalmente mercancias, por lo que es indudable que el emprendimiento y la innovación son las causas de su importancia, así que los aspectos económicos son esenciales. 

Y el caso es que Tobalina maneja correctos fundamentos económicos que rara vez se ven en historiadores. Tiene clarísima la importancia de la innovación, y lo deja patente cuando describe técnicas de producción, como la seda, la porcelana, el papel o la pimienta, resaltando sus valores como producto y por qué el mercado tenía la estructura que tenía. Tiene claros los efectos de los impuestos y la riqueza que genera la libertad, y conecta correctamente para aquellos imperios que facilitaron el transporte por estas rutas, esta facilidad con su enriquecimiento. Esto es especialmente llamativo en el caso de los mongoles, que uno tiene por salvajes, y que, por el contrario, facilitaron enormemente todo el tránsito, en parte porque fueron el imperio que más tramo de las rutas controló. Una cosa que yo desconocía es que faltó el canto de un duro para que los mongoles invadieran Europa: estuvieron a las puertas de Hungria en tiempos de Gengis Khan, pero la invasión se detuvo precisamente por problemas sucesorios tras la muerte de éste. Cuando se resolvieron dichos problemas, la situación en China había cambiado y se priorizó oriente. Por cierto, fue durante esta "pax mongol" que Marco Polo hizo sus viajes y también en sentido contrario Rabban Bar Sauma; "Gracias al nuevo mundo construido por los mongoles, los reyes de Europa Occidental y los emperadores de China, que llevaban más de un milenio imaginándose y buscándose, se encontraron y tuvieron al fin noticias ciertas el uno del otro."

Y por supuesto, también conoce los males de la inflación, a la que tiene que referirse, pues los chinos inventaron el papel-moneda en tiempos de la dinastía Song.: "Este se transformó en la forma de dinero más empleada en el país hasta el siglo XIV, y sus habitantes descubrieron pronto las ventajas—y los inconvenientes— de entregar a sus gobernantes la capacidad de poner en circulación moneda prácticamente sin coste." Confieso que se me saltaron las lágrimas al leer esta frase. Por cierto, que las reflexiones sobre la carencia de plata en China y los problemas que ello causaba para los intercambios me ha ayudado a entender mejor las tesis mercantilistas de que había que evitar la salida de metales preciosos de un país. También explica la importancia que tuvo Potosí con su cerro en los intercambios comerciales del imperio español con Asia.

Pero no solo viajaban mercancias por las rutas de la Seda. Ya hemos visto que lo hacían personas, aunque bastante menos viajeros de lo que podamos pensar: la mayor parte de los mercaderes solo hacían pequeños tramos entre plazas contiguas, y lo que pasaba es que las mercancias cambaban de manos montones de veces antes de culminar su recorrido. Los vaijeros que hacían grandes recorridos eran excepcionales, y normalmente dejaban constancia de su periplo aventurero, que les llevaba varios años. Tobalina se hace eco de muchos de estos casos, entre lo que el más conocido es, por supuesto, Marco Polo. 

Y también lo recorrían ideas y religiones, así que Tobalina también nos ofrece una breve historia de las religiones en las áreas del camino de la Seda, que son casi todas, desde el zoroastrismo al islamismo, pasando por el budismo y el confucianismo, o el maniqueismo. Del cristianismo no nos cuenta demasiado, supongo que por asumirlo conocido, pero sí que nos deja claro que había una iglesia de Oriente que es distinta de la iglesia Ortodoxa. Es muy instructivo ver la apertura de mente de muchos poderosos en la época de los caminos de la Seda.

Una cosa que me ha llamado la atención, sobre la que hasta ahora no había reflexionada, es la importancia de las estepas, el inmenso septentrión de Eurasia, en la historia humana. Como me pasó con los vikingos, no le daba la importancia que merecían. De las estepas llegaron los mongoles, pero también los turcos, entre otras tribus. Era como un inmenso reservorio de individuos, que de vez en cuando se veían obligados a abalanzarse sobre sus vecinos sedentarios (los imperios agrícolas, los llama Tobalina) para sobrevivir. Entonces descubrían sus maravillas, y dejaban de desear su previa e incómoda vida. La propia génesis de la ruta de la Seda parece encontrarse en los enfrentamientos entre una de estas tribu, los Xiongnu, y los chinos. Estos reaccionaron con la construcción de la Gran Muralla (ojo, siglo III a.C.) y la búsqueda de aliados al oeste, para lo que enviaron al ya citado Zhang Qian, quien para cumplir su misión estableció la ruta de la Seda.

Podría seguir y seguir contando cosas de este libro, como estoy seguro de que Tobalina podría haber seguido escribriendo otras mil páginas sobre el tema. Pero, para qué, lo suyo es leerlo y yo aquí lo dejo recomendado. Tobalina cierra su obra con evocador párrafo que ahora pondré aquí, pero antes de ello dejo una corta reflexión muy económica y libertaria: cómo se enriquece la humanidad cuando se facilita el intercambio, y qué difícil le tiene que resultar a los Estados detener esta tendencia casi innata de los seres humanos. Si la Ruta de la Seda no prueba ambas afirmaciones, es que yo no he entendido nada.

Dejo aquí el párrafo prometido:

"En este mundo nuevo, que se había hecho más grande y más pequeño a la vez, y en el que el comercio había quedado en manos de inmensos galeones con bodegas rebosantes de mercancías, ¿qué lugar quedaba para las caravanas que recorrían fatigosamente los confines del desierto de Taklamakán, escalaban las cumbres nevadas del Pamir y acampaban alrededor de grandes hogueras junto a los oasis de la Transoxiana?"



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