No creo que Jordan Peterson necesite demasiada presentación, así que me la saltaré. O mejor, me remitiré a la entrada que hice sobre el libro que le lanzó a la fama mundial (12 Rules for Life), que me pareció un libro de autoayuda, algo que no ocultaba, aunque basado en excelentes discusiones teóricas sobre psicología.
El presente es continuación del anterior, como el título proclama a los siete vientos. Son otras 12 reglas que nos propone Peterson, en este caso no tanto para tratar de sobrevivir al caos, sino para ser capaz de enfrentarlo y madurar de esta manera. El problema principal que tiene el libro es que se concentra únicamente en la parte de autoayuda, esto es, en la palabrería de Peterson para convencernos de la utilidad de cada regla, y abandona completamente el análisis teórico (la parte que mejor me pareció en el primer libro) y muy pocas veces incorpora ejemplos de la vida real. Así pues, coge la parte menos interesante para mí y es con la que llena el libro.
Es más, como se ve forzado a cubrir un determinado espacio, recurre muchísimo a su primera investigación, referente a la simbología universal de las historias como parte de nuestro acumen psicológico, y utiliza bastante material (que asumo) proveniente de la misma. Este material, pudiendo ser interesante, es muy abstracto para poder materializarse de forma simple en consejos de autoayuda o incluso para justificarlos. Francamente, no parece nada serio apoyarse en las andanzas de Harry Potter para justificar su regla II, por ejemplo. O en el cuento de la Bella Durmiente para su regla XI.
Y no es que Peterson no escriba cosas interesantes, y lo haga de forma razonablemente bien. El problema es que, desvinculado de base científica, para mí se queda en charlatanería, por muy bien argumentada que esté y por mucha reputación que tenga el autor. Creo que son temas que se pueden tratar desde la ciencia y no me gustan los argumentos de autoridad, a menos que estén basados en experiencias explícitadas. No dudo de que Peterson la tenga, pero no es en eso en lo que suele apoyar su discurso.
Quien lea a Peterson, por lo demás, se encontrará con un estilo característico que nos pinta la vida como algo extremadamente complejo y en que la mera cotidianidad requiere esfuerzos heroicos. Un ejemplo de los muchos que podría traer: "You face, or will face, terrible, chaotic forces, and you will sometimes be outmatched. Anxiety, doubt, shame, pain, and illness, the agony of conscience, the soul-shattering pit of grief, dashed dreams and disappointment, the reality of betrayal, subjection to the tyranny of social being, and the ignominy of aging unto death—how could you not degenerate, and rage, and sin, and come to hate even hope itself?" Creo que ver la vida así puede ayudar a determinadas personas que lo están pasando mal, pero también pienso que si realmente se requirieran esfuerzos heroicos para la vida diaria haría mucho que nos habríamos extinguido.
En cuanto a las reglas, no me voy a entretener con ellas, pues lo que me gustaría es ver su justificación psicológica, y es algo que esta vez Peterson no proporciona. Uno puede estar más o menos de acuerdo con ellas, muchas parecen muy razonables, pero eso no las da especial validez. En particular, la regla VIII ("Try to make one room in your home as beautiful as possible") me parece especialmente absurda, por mucha palabrería con la que la adorne el autor. Llega a recomendar que tengamos alguna obra de arte en casa!
En el otro extremo del abanico de interés se sitúa la regla I, que me parece con diferencia la más acertada y mejor razonada, aparte de combinas aspectos psicológicos y sociológicos. Dicha regla la enuncia así: "Do not carelessly denigrate social institutions or creative achievement." y en ella nos propone una reflexión filosófica extraordinaria sobre el equilibrio entre el conservadurismo de las instituciones y su necesaria renovación para adaptarse a las cambiantes necesidades humanas. Es un tema que repetirá en otras reglas, y que tiene su reflexión en los personajes arquetípicos de las narraciones.
Sobre la importancia de seguir las reglas para poder ser un individuo saludable psicológicamente, Peterson no tiene dudas: "The best player is therefore not the winner of any given game but, among many other things, he or she who is invited by the largest number of others to play the most extensive series of games." E insistirá enormemente en que para poder cambiarlas, primero hay que conocerlas y entender su razón última. Porque las reglas y las instituciones tarde o temprano se corrompen o son corrompidas, y entonces es fundamental que alguien sea capaz de innovar y cambiarlas: "The ability to conform unquestioningly trumps the inability to conform. However, the refusal to conform when the social surround has become pathological—incomplete, archaic, willfully blind, or corrupt—is something of even higher value, as is the capacity to offer creative, valid alternatives." O sea, aún más importante que cumplir las reglas, siempre mejor que incumplirlas, es ser capaz de ir contra ellas cuando han pasado a ser destructivas para la sociedad. Hágase la lectura respecto a las normas que nos han puesto en relación con el COVID.
Por cierto, tampoco tiene dudas sobre cuál es el motor de este cambio, en una de las frases que más acertadas me parecen de todo el libro: "The sovereign individual, awake and attending to his or her conscience, is the force that prevents the group, as the necessary structure guiding normative social relations, from becoming blind and deadly."
En suma, esta regla nos dice que hay que tener respeto tanto por las costumbres como por los que quieren cambiarlas, porque puede haber buenas razones para ello. A eso yo añado, basado en su última frase, que es solamente el individuo siguiendo a su conciencia el que puede hacer cambios positivos, y que en ningún caso los esperamos de entidades estatales o administrativas.Por supuesto, con todos los pensamientos que derrama Peterson en este libro, hay muchos más que merecen la pena, fuera del capítulo I. Dejo aquí un par que quizá merezcan mayor reflexión:
Por último, resulta que Peterson debe de tener también su punto de sentido del humor, aunque rara vez sea capaz de asomar en la oscuridad de su estilo narrativo. Aquí hay un ejemplo, aunque no es el único, en el contexto de las relaciones afectivas con la pareja y la búsqueda de la media naranja: