martes, 7 de octubre de 2008

Dos anuncios

Ya sé que mis interpretaciones de películas y libros mueven al alborozo a unos cuantos lectores. Así que he decidido hacer un downsizing, y limitarme esta vez a un par de anuncios. Los dos me resultan bastante atractivos y originales, aunque en ellos subyacen mensajes bastante contradictorios.

Por un lado, tenemos el último anuncio de Repsol, que es una oda al espíritu emprendedor del ser humano, un anuncio que no tendría cabida en el hombre de la economía neoclásica. Básicamente, afirma que el hombre tiene capacidad para salvar el planeta de la contamincación. Para ello, pone una serie de ejemplos de lo que ha sido capaz de hacer en el pasado. Y concluye diciendo que, si hemos sido capaces de hacer todo lo anterior, cómo no vamos a poder salvar nuestro planeta.

Entre los ejemplos, se habla de la creación de Peter Pan. Pero hay otras cuantas, de las que desgraciadamente ahora no me acuerdo. En conclusión, si hemos hecho todo eso, como no vamos a ser capaces de salir de la crisis económica que estamos sufriendo. Solo hace falta dejar curso libre a la creatividad humana, y para eso hay que eliminar las trabas que le pone la intervención. O sea, que los USA la han cagado.

En el otro rincón, tenemos el anuncio del Metro de Madrid. Es ese en el que un pequeño poblado filipino, homónimo de la capital, de construye un metro del tipo del de Madrid. El día de la inauguración se monta todo el pueblo en él; avanza el tren unos metros, y todos se bajan, congratulándose de lo bien que funciona.

Por supuesto, el mensaje es que en todas las partes del mundo quieren tener un metro como el de Madrid. Pero, evidentemente, no es esa la lectura que yo hago, que es más Rothbardiana.

Para Rothbard, toda la actividad pública es "waste", puesto que no está orientada por el mercado, por la demanda, sino por criterios ajenos a esta, lo que impide su valoración.

Y, ¿a alguien se le puede ocurrir un desperdicio mayor que hacer un metro para un pueblecillo en Filipinas? Pues ese Metro absurdo es en realidad el epítome de la inversión y el gasto público, una metáfora exagerada, sin duda, pero ilustrativa. Porque cualquier actividad pública tiene un poco de ese exceso y de esa inutilidad: esas escuelas medio vacias; esa justicia inoperante y colapsada; esas colas de espera en los hospitales al lado de camas vacias, o esa inauguración del teatro del Canal al lado del vacio de los musicales.

En fin, muy bien anunciada la actividad pública.

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