jueves, 4 de diciembre de 2025

Viaje al Oeste: Las aventuras del rey Mono, anónimo chino

Por increible que parezca a quien haya visto el volumen de este libro, por fin lo he terminado. Posiblemente es el segundo libro más largo que he leído en mi vida, solo superado por la Biblia. Bueno, si contamos toda la serie de Juego de Tronos como un solo libro, también le superaría. La pregunta del millón es si merece la pena dedicar dos meses de tiempo de lectura al mismo. La respuesta no es obvia, aunque espero dar pistas en esta entrada para los interesados.

Esta obra es de caracter épico. Recoge los capítulos míticos que se generaron en China a raiz de un acontecimiento real ocurrido en la dinastia Tang: el viaje de un monje a la India para traer de vuelta determinados libros sagrados budistas, el Tripitaka. Este viaje, como digo, es histórico, y lo recoge Tobalina en su magnífico Los caminos de la Seda, que es donde encontré la referencia a este libro. Desde que su produjo, fueron innumerables los trovadores que cantaron diversos momentos de la hazaña. Es en el siglo XVI cuando un autor anónimo recupera y ordena todos estos episodios y completa así esta magna obra. De hecho, muchos de sus capítulos recogen fragmentos de las obras originales en que se basan, normalmente en verso.

Según parece, el Viaje al Oeste es una obra clásica para los chinos, tan conocida y de referencia allí como pueda serlo el Quijote aquí. Sus protagonistas aparecen por doquier, hay multitud de obras de arte en templos y palacios, así como piezas teatrales, que recogen algún episodio de la obra. Seguro que yo he visto alguna de ellas en mi viaje a China sin ser consciente. 

Siendo una obra clásica en China y además épica, indudablemente me interesaba leerla. El problema como siempre con la literatura oriental sería la traducción. En este caso, se trata de una traducción directa al español, sin pasar por idioma intermedio, lo que hace más atractiva la lectura, siempre y cuando la traducción sea buena. Y, sí, es una buena traducción. No puedo saber si es fiel al texto original o no, pero sí puedo decir que el libro se lee bien, tiene interesantes anotaciones y, lo más importante, tiene saborcillo exótico. Cuando uno lo lee nota que no ha leído nada parecido antes, no tanto por las aventuras, como por la forma de contarlas y describir las cosas. Por ejemplo, cobran sentido esas peleas voladoras tan habituales en las películas orientales (estoy pensando en Tigre y Dragón).

Así que con mucha precaución me adentré en la lectura de tan ingente volumen, con la disposición a abandonarla tan pronto me aburriera o me dejara de convencer la traducción. Dado que he llegado al final, es claro que no ha pasado lo segundo, y aunque lo primero sí ha pasado en algún momento, me he mantenido firme hasta el final tirando de oficio, para poder tener una idea completa de la obra y, por qué no, para dar una muestra de agradecimiento al traductor por su enorme tarea, que posiblemente no le suponga rentabilidad alguna.

Al argumento ya me he referido. En realidad, el monje viajero, Tripitaka le llamaré, no es el protagonista principal, como se deduce del título del libro. Lo es el Rey Mono que allí aparece, y es con la historia de su nacimiento y hazañas juveniles con la que empieza la obra. Pronto nos percataremos de los enormes poderes que tiene, lo que siembra dudas sobre el interés del libro: ¿qué problemas va a tener que confrontar alguien que es capaz de transformarse en lo que quiera, se puede hacer una montaña, no le hace daño nada, puede recorrer 10000 km en un minuto y además lleva un arma indestructible? Es como cuando uno ve una de las pelis de Superman: ¿dónde habrá un enemigo a su altura?

Al final, tiene que ser el mismísimo Buda quien domine al Rey Mono. Ya en estos primeros capítulos empezamos a ver que esta obra es distinta de cualquier cosa que uno haya leído. La mitología china es mega-compleja, los dioses y espíritus se cuentan por cientos y miles; además, se mezclan personajes históricos (Lao Tse, poetas, emperadores) con simbólicos. Aparecen monstruos siempre con su corte de diablillos que mueren por cientos ante cualquiera de los héroes. En este contexto, las notas que proporciona el traductor son más curiosas que útiles. Es imposible acordarse de quiénes son los Tres Puros, los Cuatro Emperadores Celestes, los Nueve Planetas, los Generales de los Cinco Puntos Cardinales, las Doce Divisiones Horarias, los Ancianos de las Cinco Regiones o los Cuatro Devarajas. Por ejemplo, estos son "eternos defensores del mundo contra los ataques de los espíritus malignos, y sus nombres eran: Dhrtarastra, Protector del Reino; Virudhaka, Señor del Crecimiento; Virupaksa, Rey Deva de los Ojos Saltones; Vaisravana, Señor de la Suprema Doctrina." Y si solo fueran estos...

Por ejemplo, Caballos Celestes hay más de un millar: "contándose entre ellos animales de la valía de Hua- Lian, Chr- Ching, Lu- Ar, Hsien- Li, Tzu- Hsiang, Chüe- Te, Yao- Niao, Esposas de Dragón, Golondrinas Rojas, Alas Dobladas, Cascos de Plata, Amarillos Voladores, Castañas, Más- rápidos- que- las- flechas, Liebres Rojas, Másveloces- que- la- luz, Luces Saltarinas, Sombras de Bóveda, Dispersadores de Niebla, Perseguidores de Viento, Destructores de Distancia, Alas Voladoras, Provocadores de Vientos, Brisas Huracanadas, Relámpagos Deslumbrantes,"

El Rey Mono quedará atrapado bajo una montaña hasta que Tripitaka lo encuentre al comienzo de su periplo. Solo si asiste al monje podrá liberarse de su castigo. A ellos se les unirán otros dos peregrinos más Ba-Chie, con forma de cerdo, y el Bonzo Sha. además de un dragón transformando en caballo blanco. Todos ellos castigados por sus pecados pasados, solo podrán redimirse si Tripitaka es capaz de concluir con éxito su misión.

Una vez configurada la banda, empieza propiamente el viaje, que es una sucesión de capítulos con estructuras similares. Se alcanza un sitio, se describe lo bonito que es, pero rápidamente se ven montañas de miles de metros de altuas y miles de kilómetros de longitud, habitadas por algún monstruo terrible que, de una u otra forma, rapta a Tripitaka, a veces solo, otras con alguno de sus compañeros, forzando a los que quedan libres a rescatarlo, enfrentándose directa o indirectamente con el monstruo o monstruos de turno. Por el camino mueren infinidad de diablillos, eso sí. En las ocasiones, más numerosas de lo esperado, en que el Rey Mono no se basta con sus poderes, se verá obligado a viajar a diversos lugares míticos donde aparecen divinidades que le ayudarán en su empeño.

Por supuesto, cada monstruo se derrota de una forma diferente, y los capítulos son solo repetitivos en estructura, no en contenido. Además, muchos de ellos son alegóricos de procesos alquimicos internos al cuerpo según las creencias de la China de la época. Una vez más, el traductor hace un esfuerzo porque uno vea que hay algo más que el texto literal, pero en mi caso cae siempre en caso roto.

Y así va avanzando la lectura y la odisea. No hay forma de anclar geográficamente el viaje, lo que le hubiera dado más interés a la lectura. Todos son montañas terribles, ríos salvajes y selvas exóticas pobladas por todo tipo de animales. Las ciudades tienen murallas de enorme grosor, y brillates cúpulas y pagodas, los templos y palacios tienen salones con todos los nombres que uno pueda imaginar. Lo mismo ocurre con las cuevas. En muchos casos, hay un rótulo con el nombre del lugar, cosa que ya me había llamado la atención en China. Hay muchas referencias a lugares sagrados reales, como los montes Tai, Wutai o Wudang (en los que he estado), pero es imposible saber por dónde transcurre el viaje.

Y es que Tripitaka tiene que pasar por 81 pruebas para ser digno de que Buda le confie los libros que busca. El inventario de esas pruebas se hace en uno de los últimos capítulos. Dejo aquí una muestra: "Hundirse en el Río Negro, la trigésima segunda. Los padecimientos del Reino de la Carreta Lenta, la trigésima tercera. La lucha de poder a poder, la trigésima cuarta. Expulsar a los taoístas en beneficio de los budistas, la trigésima quinta. Encontrarse con el camino cubierto de agua, la trigésima sexta. Caer en el Río- que- llega- hasta- el- cielo, la trigésima séptima. Ver el cuerpo de Cesta de Pescado, la trigésima octava."

El retorno a Xian se hará en los dos últimos capítulos, habrá una fiesta insigne con un banquete "vegetariano" que superará a todos los anteriores, demostrando así que China es un país más poderoso, y los libros quedarán cobijados en la pagoda del Ganso Salvaje, que existe en la actualidad.

El libro se lee bien y tiene pasajes de gran belleza. Incluso la descripción de los combates es interesante. Un ejemplo: "El cielo estaba prácticamente lleno de caballitos del diablo, mientras que el suelo aparecía cubierto de una tupida alfombra de gusanos. Las abejas y las avispas atacaban, furiosas, las cabezas de sus enemigos, al tiempo que las cucarachas se ocupaban de sus ojos. Los ciempiés, por su parte, no dejaban de asestarles tremendos picotazos en el pecho y en la espalda, ayudados por los saltamontes, que se ocupaban de los pies y de la parte de atrás de la cabeza."

Los fragmentos en verso que originalmente incorporaba la obra, se incluyen, pero prosificados. Y hay numerosos refranes, algo que también tiene en común con el Quijote. Pero, no se olvide, son cien capítulos como cien soles.

Leer este libro me parece que merece la pena. Pocas veces se tiene la oportunidad de leer algo tan ajeno a nuestra cultura occidental, y que sin embargo en mainstream en oriente, además preservando el sabor oriental. Ahora, leerlo entero es una hazaña casi a la altura del monje Tripitaka, a nivel de lecturas. Yo recomendaría al interesado que lea la obra hasta que se forme el grupo de peregrinos y superen la primera aventura (en torno al capítulo XXV). Después de esto, se puede saltar a los últimos capítulos donde las aventuras cobran otra forma, y acompañar al grupo en su encuentro con Buda y en su retorno a China, más o menos desde el capítuco XC.

Yo me he quitado un peso de encima, pero que conste que lo he leído entero.