En el referendum de ayer, 3 millones de Irlandeses han dicho NO al tratado de Lísboa, el plan B de la Constitución Europea, para la que al parecer no hay plan C. El discurso de los medios es que una minoría de menos del 1% de los Europeos bloquea el proyecto de los 500 millones restantes. Obviamente, no se trata del proyecto de 500 millones de europeos, si no de unos cuantos burócratas que buscan conseguir más poder a costa de otras entidades gubernamentales de menor ámbito territorial.
Con independencia de ello, me cabe la reflexión de hasta qué punto están las minorias legitimadas para oponerse a proyectos de la mayoría. Un aspecto se relaciona con la inexistencia de intereses colectivos: como ya comenté en una entrada previa, los intereses colectivos actúan únicamente como la disculpa para que unos individuos impongan sus intereses individuales a los restantes, usando la coerción del Estado.
Conforme disminuye el número de individuos de una entidad, más fácil es encontrar intereses comunes entre ellos, y más divergentes de los restantes colectivos. Por ello, existen unos intereses catalanes que son más identificables que los intereses españoles, y que facilitan a sus políticos la persecución de políticas nacionalistas. De la misma forma, los intereses de Barcelona son más reales que los catalanes, y lo mismo con los del barrio de Gracia respecto a los de Barcelona, y así hasta los del individuo.
Hecha esta disgresión, sigo con la reflexión. Que me lleva a concluir que, precisamente si el mundo avanza, es gracias a las minorías, gracias a individuos o pequeños grupos que, en un momento dado, son capaces de mantener opiniones distintas de las de la mayoría. Poco a poco, estas opiniones van encontrando su camino en la sociedad, y la hacen avanzar, cuando son generalmente aceptadas.
En el fondo, en eso consiste la innovación. En un momento dado, todo el mundo usa cámaras analógicas y revela su carrete, y un buen día alguien decide, contra la mayoría, que hay que usar cámaras digitales. Puede que tenga éxito o que no, pero solo los que se apartan del pensamiento de la mayoría pueden hacer avanzar al resto, pueden hacer avanzar al mundo.
Cada uno de los grandes personajes de la historia lo ha sido, precisamente, porque hizo algo distinto de la mayoría, que eventualmente fue reconocido como excepcional por sus congéneres: Jesús, Galileo o Shakespeare.
Así que, adelante minorías, dadnos alternativas a lo predecible, actuad como espolón contra lo establecido, sed valientes, que nos tenéis enfrente a casi todos.
1 comentario:
como te molan las dictaduras, ¿eh?
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