sábado, 7 de junio de 2008

A vueltas con gasolina y gasóleo

Asistimos a un curioso fenómeno desde hace unas pocas semanas: el precio del gasóleo supera de forma notable al de la gasolina. El combustible diseñado regulatoriamente para transportistas y empresarios, se ha vuelto más caro que el originalmente previsto para el consumidor final, sin repercusiones de coste para el resto de las distintas cadenas de producción.

No es de extrañar la confusión de muchas personas, no sólo empresarios, sino también conductores normales “listos”, quienes se encuentran ahora en una situación en que, tras haber invertido en equipos más costosos, los que usan gasóleo, se enfrentan a un combustible también más caro.

Sin embargo, la situación era predecible y revela, una vez más, lo vanos que son los intentos regulatorios de los Gobiernos, y los nefastos efectos que, tarde o temprano, dichos actos tienen. Aunque se hayan realizado con la mejor de las intenciones.

Es evidente que ambos tipos de combustible cubren un mismo objetivo, son percibidos como sustituibles por los usuarios. Sin embargo, uno se fijaba arbitrariamente más barato que el otro, simplemente por la carga impositiva que soportaba.

¿Cuál es la consecuencia? La gente, no sólo los transportistas, prefieren comprar equipos, esto es, vehículos, que consuman gasóleo por el ahorro que le supone en combustible. Lógicamente, el precio de los coches, que no está regulado, evoluciona inversamente: si hay más demanda, el precio de los vehículos a gasóleo tenderá a subir respecto a los de gasolina. Una vez más, para el usuario, ambos tipos de vehículo son perfectamente sustitutivos, por lo que la única justificación para un precio diferente es precisamente la carga impositiva de cada tipo de combustible.

Conforme más y más conductores optan por vehículos diesel por el pretendido ahorro de combustible, aumenta la demanda del gasóleo, relativamente más que la de la gasolina. Consecuentemente, el precio de aquel sube más que el de ésta, hasta alcanzarse la situación actual.

El objetivo del Gobierno era proporcionar un combustible más barato a los empresarios, de forma que este menor coste tuviera un menor efecto en los precios de los bienes finales. Lo que ha conseguido el Gobierno es que los empresarios hayan tenido que pagar equipos más caros desde el principio, con lo que dicho ahorro ya quedaba atenuado por dicha vía, y que ahora tengan que pagar también el combustible más caro.

Además, los vehículos adquiridos por empresarios y particulares constituyen lo que los economistas llaman “inversiones hundidas”. Vamos, que no los van a dejar de usar, ni se van a comprar vehículos de gasolina de forma inmediata, ante las nuevas circunstancias. El ajuste será lento, como corresponde con bienes de equipo duraderos.

Mientras tanto, y dado que tampoco es automático trasladar la subida de estos costes a los precios del consumidor final, encontraremos pérdidas de margen de los empresarios. ¿Cuál es la única forma en que estos pueden actuar para mantener su capacidad adquisitiva? Ya la estamos viendo: manifestaciones de pescadores, agricultores y transportistas para que se bajen los impuestos del gasóleo.

La duda es si el Gobierno responderá estas presiones, o habrá aprendido de una vez la lección y se estará quietecito. La duda es, por supuesto, meramente retórica.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Retórica o no la duda, afortunadamente tenemos al loable Solbes...

Liberal Hispano dijo...

El estado ha creado una deformación del mercado, como siempre.

El petróleo más apto para la producción de gasóleo es el petróleo ligero y bajo en azufre. Y el petróleo ligero y bajo en azufre es el más escaso.

Los transportistas usan tradicionalmente gasoil porque los motores Diesel son de un mayor rendimiento energético (menor consumo) y de una gran duración, en kilometraje muy grande, pero que pocos particulares amortizan pues cambian de vehículo mucho antes de que realmente la máquina esté agotada, incluso incentivados por planes "prever" también absurdos (el ahorro energético de un coche nuevo es irrelevante frente a la energía que se ha gastado en fabricarlo y el coste económico del nuevo vehículo pagaría muchos años de combustible). Para los particulares, la diferencia de eficiencia no justificaría la inversión en motores más caros.

La razón de que los particulares se lanzaran en España y en Europa al gasóleo fue, sin saberlo, que el estado les inducía a esa absurda inversión sobrecargando la gasolina de impuestos, porque al gasóleo no podía ser sobrecargado porque los transportistas no soportarían tal carga impositiva. Los particulares no compraron Diesel porque el coste real de producción del gasóleo justificara ese gasto a largo plazo, sino que tuvieron una visión distorsionada de la realidad.

Ahora resulta que hay un parque automovilístico colosal de coches Diesel que agrava la escasez de petróleo ligero y por tanto de gasóleo. Por ello, ese parque de autos particulares absurdo contribuye a elevar los precios del combustible que requieren los transportistas, pernicioso efecto generado por el estado.

Además por supuesto el estado se ha hipertrofiado también gracias a esta carga impositiva. Por eso Z y otros adolescentes dicen que bajar los impuestos a los combustibles "es imposible ": tendrían que comenzar a desinflar el estado fagocito del cual dependen todos sus sillones, dietas, enchufes y entramado poder comprado.

Como siempre, el estado ha provocado "una asignación ineficiente de recursos". Pronto veremos restricciones de gasóleo en Europa por culpa de esta distorsión estatista de la realidad. La restricción será por ley o por precio, al no poder abordarlo particulares y transportistas, pero será. Quienes tenemos coches gasolina nos alegraremos, aunque solo quizá algún tiempo porque a la larga ("larga" puede significar meses) el asunto llegará a ser grave para todos.

Liberalismo es libertad

Anónimo dijo...

Acabo de llenar el depósito de mi coche, gasoleo!! me río yo de los pobres transportistas, qué pasa? qué a los demás no nos has subido también?

Muy bueno tu artículo, una vez más la intervención del Estado la pagamos (caro, muy caro) todos.
Felicidades!!

Unknown dijo...

El crecimiento del precio del gasóleo viene determinado por el aumento de la demanda. La destilación del petroleo puede producir una mayor cantidad de gasolina que de gasóleo (proceso "cracking"), por lo que si la demanda es más alta que la oferta, el precio ha de subir obligatoriamente.

Como bien dices, esto era previsible, pero no por la razón que tu expones. No siempre tiene la culpa de todo "el sistema".

Un saludo,
JJ.