viernes, 12 de febrero de 2016

Ein Hungerküstler, de Franz Kafka

Quien quiera conocer de primera mano que significa que algo ser Kafkiano, no creo que lo encuentre en Die Verwandlung (el otro libro que me he leído de Kafka hasta el momento), sino el tipo de cuentos que se recogen en el libro del título.

Me puse a leerlo tras salir incolume de la lectura de aquel. Kafka suena a lectura difícil, y sin embargo Die Verwandlung no me lo pareció. Así que empecé con este, y me encontré que el vocabulario, mi principal obstáculo con el alemán, era relativamente sencillo, y me lancé a fondo.

Caí en la trampa, claro. Si no hubiera sido porque son cuentos relativamente cortos, hubiera tenido que abandonas la lectura a medio libro. Como digo, la dificultad no está en el vocabulario, sino en las eternas frases de Kafka que al final te impiden saber qué verbo va con qué pronombre, y a qué nombre sustituye éste, aderezado por que los alemanes siempre separan las subordinadas con comas, con independencia de su función.

El caso es que en dos de los cuentos tuve que echar mano de una traducción para ver si me estaba enterando de algo. Doy fe que de no me enteraba de mucho, pero también porque son relatos puramente kafkianos.

El mejor para mí es el que da título al volumen: "El artista del hambre". La historia de una profesión circense ya abandonada en tiempos del propio Kafka (un tipo cuyo reto es aguantar sin comer un cierto número de días, mientras el público se pasea y le ve), que da pie a éste para interesantes reflexiones sobre el sentido de la vida (¿por qué empezar a comer cuando se alcanza el objetivo de días establecido? ¿Qué pasa cuando lo que hace el Hungerkustler deja de interesar a la gente?)

De las otras historias, Erstes Leid (Primer Dolor), sobre un trapecista, es la menos rara.
Eine kleine Frau (Una mujercita) va de la comedura de coco del escritor al respecto de las miradas que le echa una vecina. Parece increible que se pueda escribir un cuento tan largo imaginándose cosas a partir de las supuestas miradas de odio que recibe, y para causar las cuales al parecer no ha hecho nada.

Finalmente, Josefine, die Sängerin oder Das Volk der Mäuse (Josefina, la cantante, o El pueblo de ratones) permite a Kafka relacionar la afición a una cantante con reflexiones sobre las cualidades de su pueblo (no sé si el checo o el alemán) sobre la música, con interesantes extrapolaciones sobre seguimiento e indiferencia.

En fin, complicadillo de entender todo ello, tanto por el alemán como por el autor. No me detengo aquí: conforme mejore mi alemán espero estar en condiciones de leer (y entender) Der Prozess (El proceso) y Das Schloss (El castillo), y luego seguir con otras obras si estas me convencen.

No hay comentarios: