lunes, 25 de enero de 2016

La vida es sueño, de Calderón de la Barca

IMPRESIONANTE.

No sé si había leído esta obra de teatro en mi lejana juventud, pero la acabo de (volver a) leer y me he quedado sin habla. Es sencillamente maravillosa.

Conste que no me emociona especialmente el teatro español del Siglo de Oro. Encuentro que normalmente las tramas son insulsas y al final todo se concentra en la rima y en ver si entiendes todas las referencias a la época. Quizá es que no reflexiono suficiente sobre lo que leo cuando lo hago. De todas formas, es lógico que con toda la producción que tenía, por ejempo, Lope de Vega, no quepa esperar grandes cosas en la mayoría de sus obras.

En todo caso, La vida es sueño me ha dejado impactado. Creo que es justificable que la califiquen como la obra cumbre del teatro español, y desde luego en mi ranking particular de obras de teatro se ha encaramado directamente en el segundo puesto.

¿Qué es lo que maravilla de La vida es sueño? Por supuesto, no la trama, que es la habitual sucesión de hijos y padres perdidos que se redescubren. La historia principal la protagoniza Segismundo prisionero en una torre desde pronta edad por las típicas razones absurdas. En un momento dado, el padre decide ponerle en su sitio para que gobierne el reinado, con la previsión de que si lo hace mal le devolverá a la prisión haciéndole cree que el periodo de gobierno fue un sueño. Por supuesto, en su primera tentativa Segismundo resulta un tirano caprichoso y arbitrario, y es devuelto a su prisión. Cuando se le dé la segunda oportunidad, su gobierno será mucho más sabio, en parte porque se planteará constantemente si no será un sueño del que deba despertarse.

Sobre esta historia lo que tenemos son magníficos monologos de todos los personajes, pero especialmente del protagonista, en los que se reflexiona y filosofa con gran vigencia sobre muchos de los aspectos de nuestra vida, y en particular sobre el poder y la forma de ejercerlo. ¿Reflexiones de interés para nuestros políticos?

Todo ello además en verso. Lo dicho: lectura obligada.




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