martes, 12 de enero de 2016

El caso de la modelo extraviada, de Eduardo Mendoza

La última novela de Mendoza es divertidísima, ha merecido la pena mantenerse fiel a sus obras.

Eduardo Mendoza es uno de los escritores contemporáneos en lengua española que más me gustan. Me tropecé con él aún en el instituto, por un amigo que me recomendó "El misterio de la cripta embrujada" y "El laberinto de las aceitunas". El estilo me atrapó inmediatamente, ese estilo culto con el que habla y narra el, por otro lado, desarrapado protagonista de las obras: un detective sin nombre que normalmente habita en un manicomio del que debe escaparse para realizar o proseguir sus pesquisas.

Las peripecías de este detective siguieron en "La aventura del tocador de señoras" (sugestivo título) y "El enredo de la bolsa y la vida", aunque para mi no alcanzaron el nivel de la primera de las novelas. En cambio, ésta si me ha gustado mucho. A poco de empezarla, ya me había carcajeado unas cuantas veces.

Aparte de estas novelas, Mendoza tiene otras muchas obras: La ciudad de los prodigios, La verdad sobre el caso Savolta, La Isla Inaudita, Una comedía ligera... He leído prácticamente todas. La más divertidad es "Sin noticias de Gurb". En el lado contrario está "El último trayecto de Horacio Dos", cuya lectura casi me lleva a proscribir futuras obras de don Eduardo. Menos mal que no lo hice.

En esta ocasión, todo ocurrirá mientras el protagonista lleva a cabo una entrega de comida china para el restaurante en que trabaja. A poco de empezar, tiene un incidente con un perro, lo que Eduardo Mendoza aprovecha para obsequiarnos con un flashback de esos que tan de moda ha puesto la series.
Es realmente la narración de este flashback el caso del título y lo que ocupa la mayor parte del libro.

En él, nuestro héreo adopta el nombre de Asmarats, como un subordinado del inspector Flores. El protagonista comienza envuelto en la búsqueda de un perrillo, que luego resulta una mera estratagema para involucrarlo en el asesinato de una modelo. Lógicamente, esto le forzará a meterse a fondo en la investigación, en defensa propia. En esta obra, el detective sin nombre descubre el footing, con hilarantes escenas, y tiene por compañero de investigación a un travesti ex-policia.

Entre los personajes entrañables con que nos encontraremos está un conductor de autobuses para turismo religioso al que el Papa le bendice una raya de coca, y un colmbiano que viaja a Montlluich con la sana intención de homenajear a su abuelo bombardeando desde allí la ciudad de Barcelona.

Un libro magníficamente escrito, aunque realmente todos los personajes mantienen ese registro cómico-elevado propio de Mendoza (uno de los pocos escritores que usa, y con profusión, la construcción "ora... ora..."). El único problema sigue siendo que conforme avanza la novela se deshincha la comicidad de la misma, algo que siempre pasa con las obras de este autor. Empiezan muy divertidas, pero el humor se difumina conforme se aproxima el final.

2 comentarios:

Carlos López Díaz dijo...

Leí las dos primeras que citas con sumo placer, también cuando iba al instituto. Pero sobre todo "La verdad sobre el caso Savolta", un clásico a la altura de las grandes novelas de la literatura española del siglo XX, con esa hábil mezcla de géneros, de inserción de documentos, etc. Luego no he seguido a Mendoza; quizás tu entrada me anime a recuperar su lectura. Un saludo.

Ferhergón dijo...

Si lo haces, empieza por "Sin noticias de Gurb". A lo mejor si tratas de retomarlo con otro, te desencanta un poco. Y yo evitaría La isla Inaudita y Una comedia ligera de entrada, y bajo ningún concepto el de Horacio Dos, porque entonces no vuelves a leer a Mendoza en la vida y encima pensarás que te ha tomado el pelo.
Nos vemos.