Pues nada, otro artículo de este señor, en la Vanguardia también, y otra vez caigo en la tentación de tener dudas sobre su liberalismo. Extraigo textualmente los tres párrafos llamativos:
"A favor de la intervención está el hecho de que si se deja que quiebren dos empresas tan grandes, tan íntimamente entrelazados con el resto de la economía y que tienen asegurada a tanta gente como Fannie y Freddie, las consecuencias para el resto del mundo serían incalculables.
A favor de la no intervención está el argumento de que el gobierno estadounidense, que en estos momentos no tiene dinero efectivo, deberá pedir un préstamo gigante para hacer frente al rescate de Fannie y Freddie y eso comportará un aumento de tipos de interés mundiales y un perjuicio para el resto de economías del planeta. Las dos alternativas son malas.
¿Y qué hay del azar moral? ¿No tienen razón quienes dicen que el gobierno no debe rescatar empresas porque, si lo hace, las demás compañías deciden tomar decisiones demasiado arriesgadas pensando que a ellas también las salvarán? Pues la verdad es que, en este caso la respuesta es que no porque, al estar en un limbo legal especial, el rescate Fannie y Freddie no tiene por qué enviar el mensaje a las empresas estrictamente privadas de que ellas también serán rescatadas."
Vamos por partes: el argumento a favor de la intervención es los efectos sobre la economía de que quiebren Fannie y Freddie. Pero, pregunto, ¿es que hay alternativa? ¿Acaso la intervención hará algo distinto de acrecentar los problemas y retrasar una explosión inevitable, que, gracias a las sucesivas intervenciones, será aún peor? Por otro lado, si se interviene con dinero público, ¿qué pasa, que entonces no hay efectos sobre la economía? ¿No tienen que subir los impuestos o la inflación o dejarse gastar dinero en otras cosas para poder soportar a Fannie y Freddie?
Lo siento, pero son perfectamente calculables las consecuencias de la caída de Fannie y Freddie, y tendrán mucho que ver con la limpieza de inversiones que se requiere en esta parte de la crisis para poder salir de ella.
El argumento que da Sala a favor de la no intervención es de traca, y desde luego, nada liberal. Así que el gobierno USA no tiene dinero y se tendría que endeudar para rescatar a Fannie y Freddie. Es una cuestión de efectivo; se podría aceptar la intervención, siempre que hubiera pasta (de los contribuyentes) o no impactara a los tipos de interés. Hay que fastidiarse.
Por último, el riesgo moral. Es obvio que el rescate de Fannie y Freddie es preciso porque muchos banqueros listos, a sabiendas de que estas empresas compraban cualquier basura, se han aprovechado de la situación, con el claro exponente de las hipotecas subprime, que jamás hubieran dado si no fuera porque podían revender la hipoteca a estas entidades y recuperar así la pasta. Vamos, que a estos banqueros se les ha incitado a correr riesgos que de otra forma no hubieran corrido. El rescate con el dinero de los contribuyentes de estas malas deudas les incitará a volver a actuar de la misma forma en el futuro.
Dicho esto, ya confieso por adelantado que ni escribo en la Vanguardia (750.000 lectores), ni soy catedrático de universidad, y no tengo ni idea de economía austriaca. Así que, si os parece, debatimos sobre el análisis realizado (que seguro que tiene errores) y aprendemos todos un poco por el camino, en vez de hablar de los anteriores temas, a buen seguro, más aburridos.
jueves, 31 de julio de 2008
miércoles, 30 de julio de 2008
¿Qué pasa si la vivienda vale menos que la hipoteca?
Estos días he podido leer varios augurios catastrofistas ante una situación generalizada en que las viviendas pasaran a tener un valor inferior a la hipoteca que se ha constituido sobre ellas. Esta situación terrible llevaría, al parecer, a una situación crítica a la economía. Y esto exigiría, a ver si lo adivinamos, la intervención del Gobierno para evitar que el precio de las viviendas baje, y que no se pongan por debajo de las hipotecas.
Cuando alguien clama por el interés público en este sentido, suele esconder casi siempre un interés particular, que es el que trataré de desvelar en estas líneas. Para ello, seguiré la clasificación de posibles usos de un bien que hace Rothbard.
El punto de partida es la adquisición de una vivienda. Dado que este es un bien que normalmente no se puede pagar con el ahorro disponible, se requiere acudir al crédito por parte del importe. Este crédito se consituye con la garantía de la casa: en caso de que el deudor no pague, el banco tiene la garantía de que la vivienda se usará para recuperar el préstamo.
En el momento en que el individuo adquiere la vivienda, ocurre que el valor que tiene para él ese bien es superior al importe que ha de desembolsar por ella. Esa es una decisión, muy interrelacionada con la forma en que se va obtener el dinero para su pago si no se dispone del mismo. Dicho de otra forma, el individuo que compra la vivienda considera que ésta vale más que todo lo que va a tener que pagar por ella, considerando la posible deuda que va a adquirir.
Rothbard nos enseña que un bien tiene valor, básicamente, por tres posibles usos: uso directo, intercambio (venta o alquiler), uso especulativo (creemos que el bien está infravalorado y que se le puede sacar un beneficio). Veamos como afecta la relación precio - hipoteca a cada uno de los usuarios tipo.
Al de uso directo, en el fondo, le es indiferente. Obviamente, le hubiera gustado comprar más barato, pero valoró el bien por su uso, y en eso esta. El único problema le podría venir de tener que liquidar el bien por circunstancias imprevistas, ya que no cubriría la deuda con la venta. Así que a este le da más o menos lo mismo.
No pinta tan bien la situación para los otros tipos de uso. El de uso especulativo se encuentra con que, de momento, se equivocó en sus previsiones. Según el plazo que manejara inicialmente, tendrá problemas o no. Desde luego, si contaba con una revalorización inmediata, estará bastante fastidiado; pero si su inversión era a más plazo, la situación actual no tiene por qué afectarle demasiado.
Ahora, el que sí que lo tiene oscuro es el que se hizo con el bien hipotecado por el valor de intercambio y para el que carece de valor de uso. Este es el que tiene un grave problema si el valor de la vivienda está por debajo del de la hipoteca, por razones obvias. Al vender el bien se queda con una deuda que no preveía, producto de la pérdida de emprendedor por haber anticipado mal el uso de los recursos. Por supuesto, en este uso están las constructoras e inmobiliarias.
En resumen, si la vivienda vale menos que la hipoteca, los grandes perjudicados son los constructores y los especuladores de la vivienda (esos "listos" que agotaban las nuevas promociones dando señales de 5 en 5 viviendas, porque cuando estuviera terminada ya valdría más); no los usuarios normales que tenemos nuestra hipoteca para la vivienda en la que vivimos (aunque, evidentemente, nos hubiera gustado esperar y comprar más barato).
Cuando alguien clama por el interés público en este sentido, suele esconder casi siempre un interés particular, que es el que trataré de desvelar en estas líneas. Para ello, seguiré la clasificación de posibles usos de un bien que hace Rothbard.
El punto de partida es la adquisición de una vivienda. Dado que este es un bien que normalmente no se puede pagar con el ahorro disponible, se requiere acudir al crédito por parte del importe. Este crédito se consituye con la garantía de la casa: en caso de que el deudor no pague, el banco tiene la garantía de que la vivienda se usará para recuperar el préstamo.
En el momento en que el individuo adquiere la vivienda, ocurre que el valor que tiene para él ese bien es superior al importe que ha de desembolsar por ella. Esa es una decisión, muy interrelacionada con la forma en que se va obtener el dinero para su pago si no se dispone del mismo. Dicho de otra forma, el individuo que compra la vivienda considera que ésta vale más que todo lo que va a tener que pagar por ella, considerando la posible deuda que va a adquirir.
Rothbard nos enseña que un bien tiene valor, básicamente, por tres posibles usos: uso directo, intercambio (venta o alquiler), uso especulativo (creemos que el bien está infravalorado y que se le puede sacar un beneficio). Veamos como afecta la relación precio - hipoteca a cada uno de los usuarios tipo.
Al de uso directo, en el fondo, le es indiferente. Obviamente, le hubiera gustado comprar más barato, pero valoró el bien por su uso, y en eso esta. El único problema le podría venir de tener que liquidar el bien por circunstancias imprevistas, ya que no cubriría la deuda con la venta. Así que a este le da más o menos lo mismo.
No pinta tan bien la situación para los otros tipos de uso. El de uso especulativo se encuentra con que, de momento, se equivocó en sus previsiones. Según el plazo que manejara inicialmente, tendrá problemas o no. Desde luego, si contaba con una revalorización inmediata, estará bastante fastidiado; pero si su inversión era a más plazo, la situación actual no tiene por qué afectarle demasiado.
Ahora, el que sí que lo tiene oscuro es el que se hizo con el bien hipotecado por el valor de intercambio y para el que carece de valor de uso. Este es el que tiene un grave problema si el valor de la vivienda está por debajo del de la hipoteca, por razones obvias. Al vender el bien se queda con una deuda que no preveía, producto de la pérdida de emprendedor por haber anticipado mal el uso de los recursos. Por supuesto, en este uso están las constructoras e inmobiliarias.
En resumen, si la vivienda vale menos que la hipoteca, los grandes perjudicados son los constructores y los especuladores de la vivienda (esos "listos" que agotaban las nuevas promociones dando señales de 5 en 5 viviendas, porque cuando estuviera terminada ya valdría más); no los usuarios normales que tenemos nuestra hipoteca para la vivienda en la que vivimos (aunque, evidentemente, nos hubiera gustado esperar y comprar más barato).
martes, 29 de julio de 2008
Lecciones liberales del Fantasma de la Ópera
Escuchaba esta mañana la banda sonora del musical "El Fantasma de la Ópera", uno de los más espectaculares y taquilleros de la historia (y que tuve la suerte de ver en el West End en una de esas rarísimas ocasiones en que lo tienen a mitad de precio en Leicester Square - perdonad la diatriba, es solo para dar envidia). Y, como me ocurre a menudo desde que empecé a estudiar a los austriacos, observé la historia desde un nuevo punto de vista.
Vaya por delante que hablo del musical, que no sé si tendrá mucha o poca relación con la obra de Gaston Leroux, que aún no he leído. Como tal vez sepáis, la historia empieza tras la quiebra del teatro, justo en la subasta de los enseres del mismo.
El fantasma de la ópera es un tipejo un poco genio loco, que vive en las recónditas esquinas del teatro del mismo nombre en Paris. Se dedica a la música, y, usando la fuerza y su ingenio, impone a los empresarios del espectáculo, primero, la cantante principal, y luego llega a obligarles a representar una obra de su propia composición.
Entre los métodos usados destaca por su espectacularidad la famosa caída de la lámpara de cristal del teatro. La obra concluye con el abandono por parte de los productores de su proyecto, tras la dramática escena en que el Fantasma renuncia al amor de la chica en un acto de lucidez bastante emotivo.
Las escenas más espectaculares, curiosamente, son las del primer acto, empezando por "Angel of Music" y siguiendo con la travesía en canoa por las alcantarillas, en clara referencia a Caronte y el río de los muertos, para terminar en el escondite del Fantasma y ese maravillo "Close your eyes". Vamos, una de las mejores secuencias de la historia del musical, sino la mejor.
En resumen, un sujeto, usando medios coercitivos, interviene en el mercado tratando de regular el producto, primero mediante uno de sus componentes, y luego con su completa definición. Mediante esta regulación, impide que los oferentes alineen su oferta con las preferencias de los consumidores (quienes desean ver otras óperas o a otras cantantes), lo que les obliga a salir del mercado como alternativa única a la ruina. El sujeto no consigue sus objetivos, a menos que se haga con la completa producción del espectáculo, pero se ha cargado una relación mutuamente beneficiosa.
¿Os suena la historia?
Vaya por delante que hablo del musical, que no sé si tendrá mucha o poca relación con la obra de Gaston Leroux, que aún no he leído. Como tal vez sepáis, la historia empieza tras la quiebra del teatro, justo en la subasta de los enseres del mismo.
El fantasma de la ópera es un tipejo un poco genio loco, que vive en las recónditas esquinas del teatro del mismo nombre en Paris. Se dedica a la música, y, usando la fuerza y su ingenio, impone a los empresarios del espectáculo, primero, la cantante principal, y luego llega a obligarles a representar una obra de su propia composición.
Entre los métodos usados destaca por su espectacularidad la famosa caída de la lámpara de cristal del teatro. La obra concluye con el abandono por parte de los productores de su proyecto, tras la dramática escena en que el Fantasma renuncia al amor de la chica en un acto de lucidez bastante emotivo.
Las escenas más espectaculares, curiosamente, son las del primer acto, empezando por "Angel of Music" y siguiendo con la travesía en canoa por las alcantarillas, en clara referencia a Caronte y el río de los muertos, para terminar en el escondite del Fantasma y ese maravillo "Close your eyes". Vamos, una de las mejores secuencias de la historia del musical, sino la mejor.
En resumen, un sujeto, usando medios coercitivos, interviene en el mercado tratando de regular el producto, primero mediante uno de sus componentes, y luego con su completa definición. Mediante esta regulación, impide que los oferentes alineen su oferta con las preferencias de los consumidores (quienes desean ver otras óperas o a otras cantantes), lo que les obliga a salir del mercado como alternativa única a la ruina. El sujeto no consigue sus objetivos, a menos que se haga con la completa producción del espectáculo, pero se ha cargado una relación mutuamente beneficiosa.
¿Os suena la historia?
lunes, 28 de julio de 2008
Apasionante crisis de Japón
Muchos expertos parecen encontrar paralelismos entre las crisis actual de España y la que asoló Japón a finales de los 80. Lo más importante, desde mi punto de vista, sería ver lo hizo aquel Gobierno entonces, pues fue un grave error, como se demuestra unos 20 años después.
Vaya por delante que mis conocimientos sobre la economía japonesa se limitan a un capítulo de un libro (de viajes, no de economía) y a mi experiencia, reciende, de un viaje turístico por allí. Y me apresuro a solicitar bibliografía sobre el tema, preferentemente algún librillo resumen cronológico.
Primero, como creo que fue, según el capítulo citado: durante los 80 se vivió una burbuja inmobiliaria espectacular, acompañada (imagino) por el mito de la escasez de terreno. Luego resulta que las ciudades están prácticamente en su totalidad integradas por casas bajas, y solo hay los clásicos rascacielos en las proximidades de las estaciones de tren principales. En Kyoto el edificio más alto es una pagoda; en Hiroshima no recuerdo rascacielos. Sí en Osaka y Tokyo, pero solo cerca de los centros. Por ejemplo, es espectacular el espacio que ocupa el Palacio Real de Tokyo en pleno centro urbano.
Por la teoría del ciclo, dicho boom se produjo por inflación del yen. Eventualmente, la burbuja estalló. Y aquí llegó el problema: el Gobierno no dejó que los precios cayeran y montó un entramado para evitar la corrección de precios. Y hasta aquí. Todos los recursos metidos en lo 80 indebidamente en edificaciones, siguen ahí detenidos. Nadie compra, porque todos saben que los inmuebles no valen eso, pero nadie vende porque el Gobierno les sostiene, a través de los bancos.
Consulto la serie de tipos de interés oficiales: desde septiembre de 1993 están por debajo del 2%, y normalmente muy cercanos al 0%. Eso quiere decir que hay dinero barato a disposición de la gente. El IPC es muy bajo, sistemáticamente por debajo del 1%, y en algunos casos negativos.
Únase a esto que, por experiencia propia, los precios de Japón ya no son lo que eran. Vamos, que a mí me ha parecido un país normal de precios, y en algunas cosas baratos. La típica lata de Coca-Cola de máquina vale 60 céntimos de Euro; el hotel en Hiroshima me costó 40 Euros por noche; y el de Tokyo, 3 estrellas cerca de Shinjuku, 90 Euros por noche; alquilar un coche dos días.... 40 Euros!!!! (con seguro a todo riesgo y GPS-en japonés).
Vamos, que no entiendo nada. El IPC atascado, pero yo creo que inflación tienen que tener, con esos tipos de interés. Además, si no la hubiera, digo yo que el Euro no estaría tan fuerte respecto al yen. ¿O es que de verdad han bajado los precios en Japón en términos reales?
Entro en un banco: aquello parece lo de las películas de Metrópolis. No se ven ordenadores, solo empleados: uno te da un ticket con el número, otro el formulario, otro te ayuda a rellenarlo y, al cabo de 20 minutos !!!!!, consigo que me cambien Euros por yenes. ¿No hay eficiencia en el sistema financiero del país de la tecnología?
Sigo sin entender nada. Os comento mi paja mental y, si tenéis a bien, ilustradme: el exceso de regulación hace que los precios permanezcan estables en términos nominales. Sin embargo, hay considerable inflación, pues el Euro se revaloriza con respecto al yen. Esta regulación impide la adaptación de las empresas al entorno (el banco) y empobrece paulatinamente la economía japonesa hasta... ¿dónde?
Por otro lado, las empresas globales se han liberado de las economía japonesa por su huella. Un último dato: NTT, la mayor empresa de telecomunicaciones del mundo (por lo menos, hasta hace poco) es pública y no ha tenido expansión internacional, al contrario que las telcos europeas y americanas, y que otras empresas japonesas.
Pistas, por favor, dadme pistas.
Vaya por delante que mis conocimientos sobre la economía japonesa se limitan a un capítulo de un libro (de viajes, no de economía) y a mi experiencia, reciende, de un viaje turístico por allí. Y me apresuro a solicitar bibliografía sobre el tema, preferentemente algún librillo resumen cronológico.
Primero, como creo que fue, según el capítulo citado: durante los 80 se vivió una burbuja inmobiliaria espectacular, acompañada (imagino) por el mito de la escasez de terreno. Luego resulta que las ciudades están prácticamente en su totalidad integradas por casas bajas, y solo hay los clásicos rascacielos en las proximidades de las estaciones de tren principales. En Kyoto el edificio más alto es una pagoda; en Hiroshima no recuerdo rascacielos. Sí en Osaka y Tokyo, pero solo cerca de los centros. Por ejemplo, es espectacular el espacio que ocupa el Palacio Real de Tokyo en pleno centro urbano.
Por la teoría del ciclo, dicho boom se produjo por inflación del yen. Eventualmente, la burbuja estalló. Y aquí llegó el problema: el Gobierno no dejó que los precios cayeran y montó un entramado para evitar la corrección de precios. Y hasta aquí. Todos los recursos metidos en lo 80 indebidamente en edificaciones, siguen ahí detenidos. Nadie compra, porque todos saben que los inmuebles no valen eso, pero nadie vende porque el Gobierno les sostiene, a través de los bancos.
Consulto la serie de tipos de interés oficiales: desde septiembre de 1993 están por debajo del 2%, y normalmente muy cercanos al 0%. Eso quiere decir que hay dinero barato a disposición de la gente. El IPC es muy bajo, sistemáticamente por debajo del 1%, y en algunos casos negativos.
Únase a esto que, por experiencia propia, los precios de Japón ya no son lo que eran. Vamos, que a mí me ha parecido un país normal de precios, y en algunas cosas baratos. La típica lata de Coca-Cola de máquina vale 60 céntimos de Euro; el hotel en Hiroshima me costó 40 Euros por noche; y el de Tokyo, 3 estrellas cerca de Shinjuku, 90 Euros por noche; alquilar un coche dos días.... 40 Euros!!!! (con seguro a todo riesgo y GPS-en japonés).
Vamos, que no entiendo nada. El IPC atascado, pero yo creo que inflación tienen que tener, con esos tipos de interés. Además, si no la hubiera, digo yo que el Euro no estaría tan fuerte respecto al yen. ¿O es que de verdad han bajado los precios en Japón en términos reales?
Entro en un banco: aquello parece lo de las películas de Metrópolis. No se ven ordenadores, solo empleados: uno te da un ticket con el número, otro el formulario, otro te ayuda a rellenarlo y, al cabo de 20 minutos !!!!!, consigo que me cambien Euros por yenes. ¿No hay eficiencia en el sistema financiero del país de la tecnología?
Sigo sin entender nada. Os comento mi paja mental y, si tenéis a bien, ilustradme: el exceso de regulación hace que los precios permanezcan estables en términos nominales. Sin embargo, hay considerable inflación, pues el Euro se revaloriza con respecto al yen. Esta regulación impide la adaptación de las empresas al entorno (el banco) y empobrece paulatinamente la economía japonesa hasta... ¿dónde?
Por otro lado, las empresas globales se han liberado de las economía japonesa por su huella. Un último dato: NTT, la mayor empresa de telecomunicaciones del mundo (por lo menos, hasta hace poco) es pública y no ha tenido expansión internacional, al contrario que las telcos europeas y americanas, y que otras empresas japonesas.
Pistas, por favor, dadme pistas.
domingo, 27 de julio de 2008
La asimetría en los servicios judiciales
El sistema judicial español y, en general, el concebido como servicio público, es un completo desastre. No estoy descubriendo nada nuevo, aunque día a día podamos en los medios comprobar, aterrados, lo que da de sí el tema. El otro día soltaron a un tipo que llevaba 13 años en la cárcel por un delito que no había cometido... ¿hay algo peor?
Pero es que nos pensamos, en nuestro mundo virtual, que esto es lo excepcional. Y, desgraciadamente, me temo que eso es lo normal, pero solo unos pocos casos afloran, como la punta del iceberg. No queremos ver lo que hay debajo del agua.
Sin embargo, hoy me quiero detener en otro aspecto, sobre el que se vierten curiosamente pocas reflexiones. Y es que, ni siquiera a priori, somos todos iguales ante la justicia. Me explico.
Acudir a un juez no es gratis, pues en la mayor parte de los casos se precisa de la asistencia de un abogado y de un procurador, a los que lógicamente habrá que pagar. Se podría ahora debatir sobre las barreras legales a la entrada para dar asistencia judicial, lo que eleva sin duda los precios de los abogados respecto a un entorno de libre entrada. Pero no es el momento, tomemoslo como dato de partida.
Grosso modo, tenemos tres tipos de potenciales litigantes: individuos, personas jurídicas (empresas) y administraciones públicas. ¿A qué no sabéis a quién le sale más caro el abogado? Tacháaaaaaan: sí, por supuesto, al individuo. En esta sociedad democrática donde todos somos iguales, si nos empeñamos en que se haga justicia en nuestro caso contra una empresa o, no digamos ya, contra una Administración Pública, de entrada estamos palmando más pasta.
En efecto, los honorarios del abogado saldrán íntegros de nuestro bolsillo. Por contra, a la empresa le salen un 35% más baratos, pues dichos pagos le suponen un gasto fiscal y, de una u otra forma, se descontarán de sus ingresos para establecer los beneficios fiscales. Sin contar que, en muchos casos y por la propia estructura de la empresa, su departamento jurídico se puede hacer cargo del tema, sin suponer un extra para ella. Observad que a la empresa le sale más barato simplemente por una decisión normativa: a ella le dejan desgravarse los gastos, a ti no.
Pero el asunto es mucho más escandaloso cuando nos referimos al Estado, pues en este caso el individuo invita: se paga su abogado y también via los impuestos el abogado de la otra parte. ¿Es posible imaginar una situación más perversa? Así que no caben dudas: con una situación así no es de extrañar que el Estado, por vía de sus administraciones, sea el principal litigante del mundo... invita la casa.
Por ejemplo, en una situación de crisis y de disminución de ingresos fiscales, las Administraciones pueden ( y sin duda lo harán), recurrir a todas las instancias judiciales posibles para dificultar, por ejemplo, el cobro del paro o de las pensiones. Y lo harán, encima, en nombre del interés general. Como, además, todos tendemos a pensar que si el Estado lo pone en duda es que el individuo es un carota, este tiene absolutamente todos los incentivos para llevar todo a conflicto judicial, lo contrario que el individuo, quien en muchos casos no se puede permitir ni el lujo de esperar a que se resuelvan los eternos embrollos judiciales.
Así que este es el panorama fuera de Matrix: una justicia que no funciona, y que además deja al pie de los caballos al ciudadano ante el Estado y, aunque no tanto, ante las empresas. Pero sigamos con los cables enchufados.
Pero es que nos pensamos, en nuestro mundo virtual, que esto es lo excepcional. Y, desgraciadamente, me temo que eso es lo normal, pero solo unos pocos casos afloran, como la punta del iceberg. No queremos ver lo que hay debajo del agua.
Sin embargo, hoy me quiero detener en otro aspecto, sobre el que se vierten curiosamente pocas reflexiones. Y es que, ni siquiera a priori, somos todos iguales ante la justicia. Me explico.
Acudir a un juez no es gratis, pues en la mayor parte de los casos se precisa de la asistencia de un abogado y de un procurador, a los que lógicamente habrá que pagar. Se podría ahora debatir sobre las barreras legales a la entrada para dar asistencia judicial, lo que eleva sin duda los precios de los abogados respecto a un entorno de libre entrada. Pero no es el momento, tomemoslo como dato de partida.
Grosso modo, tenemos tres tipos de potenciales litigantes: individuos, personas jurídicas (empresas) y administraciones públicas. ¿A qué no sabéis a quién le sale más caro el abogado? Tacháaaaaaan: sí, por supuesto, al individuo. En esta sociedad democrática donde todos somos iguales, si nos empeñamos en que se haga justicia en nuestro caso contra una empresa o, no digamos ya, contra una Administración Pública, de entrada estamos palmando más pasta.
En efecto, los honorarios del abogado saldrán íntegros de nuestro bolsillo. Por contra, a la empresa le salen un 35% más baratos, pues dichos pagos le suponen un gasto fiscal y, de una u otra forma, se descontarán de sus ingresos para establecer los beneficios fiscales. Sin contar que, en muchos casos y por la propia estructura de la empresa, su departamento jurídico se puede hacer cargo del tema, sin suponer un extra para ella. Observad que a la empresa le sale más barato simplemente por una decisión normativa: a ella le dejan desgravarse los gastos, a ti no.
Pero el asunto es mucho más escandaloso cuando nos referimos al Estado, pues en este caso el individuo invita: se paga su abogado y también via los impuestos el abogado de la otra parte. ¿Es posible imaginar una situación más perversa? Así que no caben dudas: con una situación así no es de extrañar que el Estado, por vía de sus administraciones, sea el principal litigante del mundo... invita la casa.
Por ejemplo, en una situación de crisis y de disminución de ingresos fiscales, las Administraciones pueden ( y sin duda lo harán), recurrir a todas las instancias judiciales posibles para dificultar, por ejemplo, el cobro del paro o de las pensiones. Y lo harán, encima, en nombre del interés general. Como, además, todos tendemos a pensar que si el Estado lo pone en duda es que el individuo es un carota, este tiene absolutamente todos los incentivos para llevar todo a conflicto judicial, lo contrario que el individuo, quien en muchos casos no se puede permitir ni el lujo de esperar a que se resuelvan los eternos embrollos judiciales.
Así que este es el panorama fuera de Matrix: una justicia que no funciona, y que además deja al pie de los caballos al ciudadano ante el Estado y, aunque no tanto, ante las empresas. Pero sigamos con los cables enchufados.
viernes, 25 de julio de 2008
Excelente explicación y enmienda
No puedo menos que recomendar el excelente artículo que publicó ayer Mises, dentro de sus Dailys. Es de Matthew Beller, y va sobre la inflación: aquí tenéis el link http://www.mises.org/story/3040
Cuando hablo de inflación en estas entradas siempre simplifico y digo que se debe a la impresión de papelitos por los bancos centrales. Por supuesto, es mucha, quizá demasiada (visto este artículo), simplificación. Así que es justo que me corrija a mí mismo: de paso, se comprende mejor el nefasto efecto del "sistema financiero" y el piramidal negocio que constituyen los bancos con el respaldo del Estado.
La mayor parte del crecimiento de la inflación no se corresponde con la impresión de nuevo dinero, sino con el efecto amplificador que produce el sistema bancario con reserva fraccional. Es muy sencillo:
Suponte que tienes 1000 Euros. Decides meterlos en el banco. El banco deja 100 en sus depósitos y presta 900. Por arte de magia, han aparecido 900 Euros de la nada en la economía, de forma mucho más rápida que con la imprenta.
La clave de la cuestión estriba en que yo creo que tengo 1000 Euros, y mientras el banco no se colapse, la ilusión continua. Pero el tipo al que el banco ha dejado 900 Euros, cree que tiene 900.
Por tanto, todos creemos que hay 1900 Euros en la economía.
No acaba aquí la historia, ya que el/los eventual/es receptor/es de los 900 Euros podría/n a su vez depositarlos en un banco, que dejaría ahora 90 en reserva, y prestaría 810. Ya tenemos 2.710 Euros en la economia, gracias a mis 1.000. Y así sucesivamente: se trata de una progresión geométrica decreciente, por lo que la suma está acotada, no se generan infinitos Euros (paradoja de Aquiles y la tortuga). De hecho, si no recuerdo mal, para un 10% de encaje, el límite serían 10.000 Euros. Aún así, no está mal, eh: se multiplica por 10 la "riqueza" simplemente con este esquema. Sin imprenta ni nada.
Pero, no se olvide: solo hay 1000 Euros reales, los otros 9000 (en el límite), son ficticios. Y tarde o temprano nos tenemos que dar cuenta de que no somos tan ricos, y hemos de ajustarnos a la verdadera situación de los 1000 Euros. Sí, se trata de una crisis.
El autor pone como ejemplo a un tipo que deja todos los días su coche en un aparcamiento. Como no lo usa durante el día, el vigilante lo alquila a sus espaldas. Parece que hay dos coches, pero solo hay uno. La ficción se rompe el día en que el dueño del coche baja al mediodía a por el coche. Como es imaginable, ese día se monta la gorda.
La ficción se rompe cuando la gente quiere ver su dinero o necesita gastárselo por las razones que sea. ¿Y qué pasa en ese momento? ¿Quién tapa la mentira con su dinero otra vez? ¿Los bancos que nos han estafado? ¿O nosotros con nuestros impuestos? A lo mejor lo que pasa en ese momento es que los bancos ya no se atreven a soltar pasta con el esquema fraccional, porque saben que no pueden liquidar otro tipo de activos para hacer frente a sus obligaciones... lo que llaman un "credit crunch".
Da la impresión de que estamos metidos en un buen pollo. Y los contribuyentes tenemos todos los números para llevarnos el golpe.
Cuando hablo de inflación en estas entradas siempre simplifico y digo que se debe a la impresión de papelitos por los bancos centrales. Por supuesto, es mucha, quizá demasiada (visto este artículo), simplificación. Así que es justo que me corrija a mí mismo: de paso, se comprende mejor el nefasto efecto del "sistema financiero" y el piramidal negocio que constituyen los bancos con el respaldo del Estado.
La mayor parte del crecimiento de la inflación no se corresponde con la impresión de nuevo dinero, sino con el efecto amplificador que produce el sistema bancario con reserva fraccional. Es muy sencillo:
Suponte que tienes 1000 Euros. Decides meterlos en el banco. El banco deja 100 en sus depósitos y presta 900. Por arte de magia, han aparecido 900 Euros de la nada en la economía, de forma mucho más rápida que con la imprenta.
La clave de la cuestión estriba en que yo creo que tengo 1000 Euros, y mientras el banco no se colapse, la ilusión continua. Pero el tipo al que el banco ha dejado 900 Euros, cree que tiene 900.
Por tanto, todos creemos que hay 1900 Euros en la economía.
No acaba aquí la historia, ya que el/los eventual/es receptor/es de los 900 Euros podría/n a su vez depositarlos en un banco, que dejaría ahora 90 en reserva, y prestaría 810. Ya tenemos 2.710 Euros en la economia, gracias a mis 1.000. Y así sucesivamente: se trata de una progresión geométrica decreciente, por lo que la suma está acotada, no se generan infinitos Euros (paradoja de Aquiles y la tortuga). De hecho, si no recuerdo mal, para un 10% de encaje, el límite serían 10.000 Euros. Aún así, no está mal, eh: se multiplica por 10 la "riqueza" simplemente con este esquema. Sin imprenta ni nada.
Pero, no se olvide: solo hay 1000 Euros reales, los otros 9000 (en el límite), son ficticios. Y tarde o temprano nos tenemos que dar cuenta de que no somos tan ricos, y hemos de ajustarnos a la verdadera situación de los 1000 Euros. Sí, se trata de una crisis.
El autor pone como ejemplo a un tipo que deja todos los días su coche en un aparcamiento. Como no lo usa durante el día, el vigilante lo alquila a sus espaldas. Parece que hay dos coches, pero solo hay uno. La ficción se rompe el día en que el dueño del coche baja al mediodía a por el coche. Como es imaginable, ese día se monta la gorda.
La ficción se rompe cuando la gente quiere ver su dinero o necesita gastárselo por las razones que sea. ¿Y qué pasa en ese momento? ¿Quién tapa la mentira con su dinero otra vez? ¿Los bancos que nos han estafado? ¿O nosotros con nuestros impuestos? A lo mejor lo que pasa en ese momento es que los bancos ya no se atreven a soltar pasta con el esquema fraccional, porque saben que no pueden liquidar otro tipo de activos para hacer frente a sus obligaciones... lo que llaman un "credit crunch".
Da la impresión de que estamos metidos en un buen pollo. Y los contribuyentes tenemos todos los números para llevarnos el golpe.
jueves, 24 de julio de 2008
Con "liberales" como Xavier Sala, quien quiere socialismo
Ayer publicaba el instituto Cato un artículo de Xavier Sala, pretendido liberal catalán, en la Vanguardia. Reproduzco textualmente el párrafo que me dejó atónito:
"... proponen eliminar temporalmente los impuestos sobre carburantes con el objetivo de reducir su precio. Eso es un craso error. Imaginemos que la oferta y la demanda dictan un precio de la gasolina de 100 y que el gobierno pone un impuesto de 30: los consumidores pagan 100, los productores de gasolina cobran 70 y el gobierno recauda 30. Hasta aquí todo normal. Pensemos qué pasará si el gobierno elimina el impuesto de 30. Si la oferta de gasolina es más o menos constante a corto plazo (y lo es, dado que cambiar la producción de crudo es extraordinariamente costoso), la oferta y la demanda seguirán siendo las mismas, por lo que el precio que deberá pagar el consumidor seguirá siendo 100. Pero el gobierno ya no cobrará los 30. ¿Pero si el consumidor sigue pagando 100, a dónde van a parar los 30 que hasta ahora recaudaba el gobierno? Pues directamente al bolsillo de los productores. Es decir, la eliminación del impuesto sobre la gasolina no sólo no contribuirá a reducir precios sino que representará un enorme regalo fiscal a los ya millonarios regentes de Arabia Saudita o Venezuela."
El análisis, aparte de ser demagógico en su última línea, revela todos los inconvenientes del análisis de la economía neoclásica, con su modelito estático de homo economicus.
En efecto, si se elimina el impuesto, el precio bajaría a 70, pero como en la demanda en equilibrio el precio estaba en 100 (y este precio no varía, pues no lo hacen las preferencias de los consumidores, que son las que lo fijan), aumentaría mucho la demanda. Si, como asume Sala, la oferta no puede reaccionar aumentando suministro, efectivamente el precio se irá a 100. Personalmente, pienso que algo de capacidad de adaptarse tienen a corto plazo, por lo que posiblemente el nuevo precio de equilibrio sería menor (se mantienen las preferencias, aumenta el stock disponible atraído por los precios). Por lo que ya por ahí habríamos ganado los ciudadanos.
Pero mantengamos la hipótesis de Sala, por sencillez. Efectivamente, ahora se llevan 3o más los ricachos despreciables. Dejemos de lado también que se lo llevan porque nosotros decidimos libremente comprar su producto, no porque nos obliguen a comprarlo (como si ocurre con los impuestos).
La diferencia con la situación anterior es que esos 30 son beneficios (en sentido austriaco) y, como todos sabemos, su recorrido es corto en un mercado libre. Aquí se introduce la dimensión de eficiencia dinámica que nunca tienen en cuenta los economistas neoclásicos. Esos 30 atraerán de inmediato la atención de los emprendedores, que perciben posibilidades de beneficios, y empiezan a innovar. Y, más temprano que tarde, a alguien se le ocurrirá alguna alternativa para llevarse algo de esos beneficios con un precio menor.
En el peor caso, esos beneficios extraordinarios harán que las empresas tradicionales comiencen a invertir para aumentar su suministro a España, pues hay posibilidades de beneficios extraordinarios. Por ello, en el medio plazo se incrementa el suministro y, a igualdad de preferencias de los consumidores, baja el precio.
Así que sí, un año o dos están engordando los jeques con nuestra pasta, pero luego se acaba el chollo. Compárese con el caso actual en que los gobiernos, catalán incluido, verdad señor Sala?, engordan con nuestros impuestos, sin visos de que la cosa termine a dos años vistas.
Supongo que es incompatible ser liberal con recibir un sueldo por escribir en La Vanguardia, o impartir clases en la Pompeu Fabra.
"... proponen eliminar temporalmente los impuestos sobre carburantes con el objetivo de reducir su precio. Eso es un craso error. Imaginemos que la oferta y la demanda dictan un precio de la gasolina de 100 y que el gobierno pone un impuesto de 30: los consumidores pagan 100, los productores de gasolina cobran 70 y el gobierno recauda 30. Hasta aquí todo normal. Pensemos qué pasará si el gobierno elimina el impuesto de 30. Si la oferta de gasolina es más o menos constante a corto plazo (y lo es, dado que cambiar la producción de crudo es extraordinariamente costoso), la oferta y la demanda seguirán siendo las mismas, por lo que el precio que deberá pagar el consumidor seguirá siendo 100. Pero el gobierno ya no cobrará los 30. ¿Pero si el consumidor sigue pagando 100, a dónde van a parar los 30 que hasta ahora recaudaba el gobierno? Pues directamente al bolsillo de los productores. Es decir, la eliminación del impuesto sobre la gasolina no sólo no contribuirá a reducir precios sino que representará un enorme regalo fiscal a los ya millonarios regentes de Arabia Saudita o Venezuela."
El análisis, aparte de ser demagógico en su última línea, revela todos los inconvenientes del análisis de la economía neoclásica, con su modelito estático de homo economicus.
En efecto, si se elimina el impuesto, el precio bajaría a 70, pero como en la demanda en equilibrio el precio estaba en 100 (y este precio no varía, pues no lo hacen las preferencias de los consumidores, que son las que lo fijan), aumentaría mucho la demanda. Si, como asume Sala, la oferta no puede reaccionar aumentando suministro, efectivamente el precio se irá a 100. Personalmente, pienso que algo de capacidad de adaptarse tienen a corto plazo, por lo que posiblemente el nuevo precio de equilibrio sería menor (se mantienen las preferencias, aumenta el stock disponible atraído por los precios). Por lo que ya por ahí habríamos ganado los ciudadanos.
Pero mantengamos la hipótesis de Sala, por sencillez. Efectivamente, ahora se llevan 3o más los ricachos despreciables. Dejemos de lado también que se lo llevan porque nosotros decidimos libremente comprar su producto, no porque nos obliguen a comprarlo (como si ocurre con los impuestos).
La diferencia con la situación anterior es que esos 30 son beneficios (en sentido austriaco) y, como todos sabemos, su recorrido es corto en un mercado libre. Aquí se introduce la dimensión de eficiencia dinámica que nunca tienen en cuenta los economistas neoclásicos. Esos 30 atraerán de inmediato la atención de los emprendedores, que perciben posibilidades de beneficios, y empiezan a innovar. Y, más temprano que tarde, a alguien se le ocurrirá alguna alternativa para llevarse algo de esos beneficios con un precio menor.
En el peor caso, esos beneficios extraordinarios harán que las empresas tradicionales comiencen a invertir para aumentar su suministro a España, pues hay posibilidades de beneficios extraordinarios. Por ello, en el medio plazo se incrementa el suministro y, a igualdad de preferencias de los consumidores, baja el precio.
Así que sí, un año o dos están engordando los jeques con nuestra pasta, pero luego se acaba el chollo. Compárese con el caso actual en que los gobiernos, catalán incluido, verdad señor Sala?, engordan con nuestros impuestos, sin visos de que la cosa termine a dos años vistas.
Supongo que es incompatible ser liberal con recibir un sueldo por escribir en La Vanguardia, o impartir clases en la Pompeu Fabra.
miércoles, 23 de julio de 2008
¿Cuánto cuesta contratar a un tenor de ópera?
Hoy toca un poco de teoría económica, que nos permita comprender mejor los riesgos que corre un empresario en el libre mercado, y, por ende, los límites a su mítica capacidad de explotación de los recursos, en particular, de los trabajadores.
La teoría económica demuestra que, en un mercado libre, el precio de los factores de producción tiende al valor de su producto marginal (descontado). De otra forma, el empresario está dispuesto a pagar, como máximo, por cada factor de producción el dinero que pueda obtener por la venta de los productos que pueda fabricar al incorporar ese factor a su producción (olvídemonos del factor tiempo en esta entrada).
Así, si añadiendo 100 gramos de harina puedo fabricar otro croissant que vendo en 1 Euro, este será el precio máximo que pagará por los 100 gramos de harina. Así, de forma derivada, se crean los mercados de los factores, en los que el precio se establecerá en función de la oferta y de esta demanda derivada.
Pero vayamos con un ejemplo más divertido, el de un tenor de ópera. El empresario sabe que si Plácido Domingo canta Doña Francisquita (sí, es zarzuela, pero es que me ha dado la vena patria), vende entradas por 1o Millones de Euros más. Este es el máximo que está dispuesto a pagar a don Plácido. Y volveríamos a lo del mercado.
Introduzcamos ahora el entorno dinámico y la incertidumbre... y a mí mismo como ejemplo. En la actualidad, mi aportación como ingeniero a la empresa en que trabajo está valorada en x Euros, siendo x <<>> x.
Evidentemente, me voy a cantar lo que haga falta. El empresario me ha adelantado 100.000 Euros (que yo ya gano), porque piensa ganar así 1 M. Transcurre la temporada y hete aquí que sus previsiones fueron ciertas, se levanta el 1 M. Esa temporada es claro que me ha explotado. Pero, ay amigo, en la siguiente las cosas no le serán tan fáciles. Otros empresarios, sabedores de su éxito, que es el mio, sin duda que me ofrecerán cuantiosas cantidades, hasta ese máximo que preven poder obtener de mí, el 1 M de Euros.
Como vemos, efectivamente, el precio del factor tiende al valor del producto marginal. Y lo hace precisamente gracias a que el empresario está dispuesto a correr un riesgo con su propio dinero. Si le sale bien, será capaz de explotar el recurso, pero por poco tiempo, porque pronto se pone en valor, si el mercado es libre. Si le sale mal, palma la pasta y yo me vuelvo a mi curro de x: se ha equivocado en mi valor marginal.
No termina aquí la historia. Porque, eventualmente, en la siguiente temporada, despertamos todos del sueño y el público se da cuenta de que mi voz era un timo. El empresario ya ha palmado el Millón (a mi cuenta), sin embargo solo recauda 100.000 Euros (de más). Mi precio se vuelve a ajustar al valor de mi producto marginal, pero por el camino el empresario ha perdido pasta, por su mala apreciación de mi valor como cantante.
En resumidas cuentas, la capacidad de explotar del empresario en un mercado libre es muy limitada; además, los frutos de los riesgos que corre, los termina recogiendo el recurso pretendidamente explotado.
La teoría económica demuestra que, en un mercado libre, el precio de los factores de producción tiende al valor de su producto marginal (descontado). De otra forma, el empresario está dispuesto a pagar, como máximo, por cada factor de producción el dinero que pueda obtener por la venta de los productos que pueda fabricar al incorporar ese factor a su producción (olvídemonos del factor tiempo en esta entrada).
Así, si añadiendo 100 gramos de harina puedo fabricar otro croissant que vendo en 1 Euro, este será el precio máximo que pagará por los 100 gramos de harina. Así, de forma derivada, se crean los mercados de los factores, en los que el precio se establecerá en función de la oferta y de esta demanda derivada.
Pero vayamos con un ejemplo más divertido, el de un tenor de ópera. El empresario sabe que si Plácido Domingo canta Doña Francisquita (sí, es zarzuela, pero es que me ha dado la vena patria), vende entradas por 1o Millones de Euros más. Este es el máximo que está dispuesto a pagar a don Plácido. Y volveríamos a lo del mercado.
Introduzcamos ahora el entorno dinámico y la incertidumbre... y a mí mismo como ejemplo. En la actualidad, mi aportación como ingeniero a la empresa en que trabajo está valorada en x Euros, siendo x <<>> x.
Evidentemente, me voy a cantar lo que haga falta. El empresario me ha adelantado 100.000 Euros (que yo ya gano), porque piensa ganar así 1 M. Transcurre la temporada y hete aquí que sus previsiones fueron ciertas, se levanta el 1 M. Esa temporada es claro que me ha explotado. Pero, ay amigo, en la siguiente las cosas no le serán tan fáciles. Otros empresarios, sabedores de su éxito, que es el mio, sin duda que me ofrecerán cuantiosas cantidades, hasta ese máximo que preven poder obtener de mí, el 1 M de Euros.
Como vemos, efectivamente, el precio del factor tiende al valor del producto marginal. Y lo hace precisamente gracias a que el empresario está dispuesto a correr un riesgo con su propio dinero. Si le sale bien, será capaz de explotar el recurso, pero por poco tiempo, porque pronto se pone en valor, si el mercado es libre. Si le sale mal, palma la pasta y yo me vuelvo a mi curro de x: se ha equivocado en mi valor marginal.
No termina aquí la historia. Porque, eventualmente, en la siguiente temporada, despertamos todos del sueño y el público se da cuenta de que mi voz era un timo. El empresario ya ha palmado el Millón (a mi cuenta), sin embargo solo recauda 100.000 Euros (de más). Mi precio se vuelve a ajustar al valor de mi producto marginal, pero por el camino el empresario ha perdido pasta, por su mala apreciación de mi valor como cantante.
En resumidas cuentas, la capacidad de explotar del empresario en un mercado libre es muy limitada; además, los frutos de los riesgos que corre, los termina recogiendo el recurso pretendidamente explotado.
martes, 22 de julio de 2008
Primera solución socialista para el paro
Ya empezamos con los remedios. Por fin reacciona el Gobierno para paliar los crecientes problemas de las masas de parados que florecen por nuestro país a causa de la crisis económica. ¿Cómo no se nos habría ocurrido antes? Tanta teoría económica, austriaca o no, y no veíamos la solución.
Resulta que se acumulan las colas de parados en las oficinas del INEM. Ante esta circunstancia, la carga de trabajo de este organismo ha aumentado en un... 35%. Se necesitan medidas urgentes que palíen esta situación. Todos los probos burócratas que en una situación de bonanza económica como la anterior podían desempeñar su trabajo sin acucios de presión, se ven ahora desbordados. Y así, coincidirán conmigo, no hay quien trabaje. Ay, esos cafetitos de la mañana, dónde estarán. Menos mal que el horario se respeta, dónde ibamos a ir a parar. A las 14:00 de vuelta a casa a reposar del exceso de servicio, para al día siguiente poder atender con renovado vigor al cliente.
Así que esta es la situación: por un lado, un enorme fila de gente en paro que demanda atención; por otro, unos escasos funcionarios desbordados por tamaño trabajo. Verde y en botella. Se contrata a unos cuantos de los primeros para que ayuden a los segundos. 3000, más o menos. Aunque, si se aplicara la teoría económica neoclásica, lo suyo sería buscar el equilibrio. Porque esto es la panacea: cuanto más gente de la fila contratemos, menos tendrán que esperar los de la fila y, además, menos habrá. Si se contratan los suficientes, el tiempo de espera se podría reducir a cero... qué digo, la misma cola podría desaparecer.
Vaya, pero hay un pequeño inconveniente. ¿Cómo se paga a estos nuevos 3000 trabajadores, con sus privilegios de funcionario? Ah, con dinero público, con nuestros impuestos. O sea, incrementando el gasto público. Qué pena de inconveniente para esta panacea.
Ah, y cabe pensar, siendo algo optimistas, que eventualmente la crisis pasará y con ella las colas de parados. ¿Qué harán entonces los 3000 nuevos funcionarios alimentados por nuestros impuestos? ¿A quién atenderán antes y después del cafetito?
¿No será mejor no gastar el dinero del contribuyente en estas tareas, y dejar, por la vía de menos impuestos, que la iniciativa privada se encargue de reducir las colas de parados, en lugar de gastarse más en atenderlos "mejor"? ¿Qué quiere un parado, un puesto de trabajo o una mejor atención coyuntural?
PS: Evidentemente, no todos los funcionarios del INEM tienen la desfachatez de irse a tomar un cafetito pasando por delante de sus "clientes", pero alguno he visto. Increible, pero cierto.
Resulta que se acumulan las colas de parados en las oficinas del INEM. Ante esta circunstancia, la carga de trabajo de este organismo ha aumentado en un... 35%. Se necesitan medidas urgentes que palíen esta situación. Todos los probos burócratas que en una situación de bonanza económica como la anterior podían desempeñar su trabajo sin acucios de presión, se ven ahora desbordados. Y así, coincidirán conmigo, no hay quien trabaje. Ay, esos cafetitos de la mañana, dónde estarán. Menos mal que el horario se respeta, dónde ibamos a ir a parar. A las 14:00 de vuelta a casa a reposar del exceso de servicio, para al día siguiente poder atender con renovado vigor al cliente.
Así que esta es la situación: por un lado, un enorme fila de gente en paro que demanda atención; por otro, unos escasos funcionarios desbordados por tamaño trabajo. Verde y en botella. Se contrata a unos cuantos de los primeros para que ayuden a los segundos. 3000, más o menos. Aunque, si se aplicara la teoría económica neoclásica, lo suyo sería buscar el equilibrio. Porque esto es la panacea: cuanto más gente de la fila contratemos, menos tendrán que esperar los de la fila y, además, menos habrá. Si se contratan los suficientes, el tiempo de espera se podría reducir a cero... qué digo, la misma cola podría desaparecer.
Vaya, pero hay un pequeño inconveniente. ¿Cómo se paga a estos nuevos 3000 trabajadores, con sus privilegios de funcionario? Ah, con dinero público, con nuestros impuestos. O sea, incrementando el gasto público. Qué pena de inconveniente para esta panacea.
Ah, y cabe pensar, siendo algo optimistas, que eventualmente la crisis pasará y con ella las colas de parados. ¿Qué harán entonces los 3000 nuevos funcionarios alimentados por nuestros impuestos? ¿A quién atenderán antes y después del cafetito?
¿No será mejor no gastar el dinero del contribuyente en estas tareas, y dejar, por la vía de menos impuestos, que la iniciativa privada se encargue de reducir las colas de parados, en lugar de gastarse más en atenderlos "mejor"? ¿Qué quiere un parado, un puesto de trabajo o una mejor atención coyuntural?
PS: Evidentemente, no todos los funcionarios del INEM tienen la desfachatez de irse a tomar un cafetito pasando por delante de sus "clientes", pero alguno he visto. Increible, pero cierto.
lunes, 21 de julio de 2008
Déficits y engaños
Hoy hemos sabido que, según las cuentas que la Administración Pública lleva sobre sus propias actuaciones, este semestre ha habido por primera vez en cinco años déficit público. Esto es, que en estos semestres el Estado ha gastado más de lo que ha ingresado. Esto, dicho así, no es ni bueno ni malo. Como siempre, depende de muchas cosas.
Apliquemoslo a nuestro caso: si este mes estoy de vacaciones y me gasto una pasta en viajes, hoteles, comidas y demás, es muy posible que este mes tenga déficit: gaste más de lo que ingreso. Y da más o menos lo mismo, porque tal vez el mes pasado ocurrió lo contrario, y tengo dinero para compensarlo; o, si no, lo pago con la Visa a crédito y el próximo mes me aprieto el cinturón.
Pero lo que me molesta no es que el Estado haya tenido déficit estos seis meses; lo que me molesta es que me lo cuenten mal. Así, el comunicado oficial nos dice que el déficit público ascendió 0,41% del PIB. Es evidente que la idea que se transmite es que es poco apreciable, menos del 1% del PIB. Pero precisamente esto es lo absurdo, relacionarlo con el PIB.
Volvamos al ejemplo doméstico. Si yo tengo un déficit este mes, ¿con qué me interesará relacionarlo? Hombre, en principio, con mis ingresos mensuales. Así tengo una idea de qué parte de mi próxima nómina se va a comer lo que me he gastado. Pues bien, haciendo esta relación, más relevante que la otra, resulta que el déficit público ha sido de un 7%. Esto es, se ha gastado un 7% más de los ingresos que se han obtenido.
También puede ser interesante verlo en relación con mis ingresos anuales, puesto que, al fin y al cabo, me voy de vacaciones (tengo estos gastos extraordinarios) solo una vez al año.
Pero lo que no se me va a ocurrir hacer es ver qué porcentaje supone ese déficit de los ingresos totales de la comunidad de vecinos. ¿Para qué me interesa ese dato? "Oye, cariño, que nos hemos gastado este mes más de lo que ganamos, pero no te preocupes, que solo es el 0,23% de los ingresos de los vecinos." Ante esta afirmación lo normal es que nos pregunten si nos pasa algo en la cabeza.
Pero el Estado lo suelta tan campante, y los periodistas económicos lo reflejan como si fuera el dato a seguir. Y así nos van anestesiando en el mundo virtual de los datos absurdos. ¿O es que asumen que todo el PIB de España se podría usar en un momento dado para solventar la deuda del Estado?
Apliquemoslo a nuestro caso: si este mes estoy de vacaciones y me gasto una pasta en viajes, hoteles, comidas y demás, es muy posible que este mes tenga déficit: gaste más de lo que ingreso. Y da más o menos lo mismo, porque tal vez el mes pasado ocurrió lo contrario, y tengo dinero para compensarlo; o, si no, lo pago con la Visa a crédito y el próximo mes me aprieto el cinturón.
Pero lo que me molesta no es que el Estado haya tenido déficit estos seis meses; lo que me molesta es que me lo cuenten mal. Así, el comunicado oficial nos dice que el déficit público ascendió 0,41% del PIB. Es evidente que la idea que se transmite es que es poco apreciable, menos del 1% del PIB. Pero precisamente esto es lo absurdo, relacionarlo con el PIB.
Volvamos al ejemplo doméstico. Si yo tengo un déficit este mes, ¿con qué me interesará relacionarlo? Hombre, en principio, con mis ingresos mensuales. Así tengo una idea de qué parte de mi próxima nómina se va a comer lo que me he gastado. Pues bien, haciendo esta relación, más relevante que la otra, resulta que el déficit público ha sido de un 7%. Esto es, se ha gastado un 7% más de los ingresos que se han obtenido.
También puede ser interesante verlo en relación con mis ingresos anuales, puesto que, al fin y al cabo, me voy de vacaciones (tengo estos gastos extraordinarios) solo una vez al año.
Pero lo que no se me va a ocurrir hacer es ver qué porcentaje supone ese déficit de los ingresos totales de la comunidad de vecinos. ¿Para qué me interesa ese dato? "Oye, cariño, que nos hemos gastado este mes más de lo que ganamos, pero no te preocupes, que solo es el 0,23% de los ingresos de los vecinos." Ante esta afirmación lo normal es que nos pregunten si nos pasa algo en la cabeza.
Pero el Estado lo suelta tan campante, y los periodistas económicos lo reflejan como si fuera el dato a seguir. Y así nos van anestesiando en el mundo virtual de los datos absurdos. ¿O es que asumen que todo el PIB de España se podría usar en un momento dado para solventar la deuda del Estado?
domingo, 20 de julio de 2008
A spot of bother, de Mark Haddon
Hacía ya tiempo que no comentaba una lectura. La verdad es que el penúltimo de los libros que leí, Les contes drolâtiques, de Balzac, sin estar mal, me resultó lo suficientemente complejo para abandonarlo a mitad, ya que no lo estaba disfrutando.
Otras obras de Balzac me han gustado, sobre todo Des Illusions Perdues. Pero es que este no era nada Balzaquiano. Estaba escrito en una especie de francés antiguo, estilo Rabelais, y ya de por sí resultaba de difícil lecturar. Pero es que además eran continuos los juegos de palabras y sobreentendidos, que imagino procaces, pero de los que apenas me enteraba. El libro prometía, y posiblemente era, ser divertido. Cuando me dí cuenta de que no me estaba riendo, lo abandoné para mejor ocasión.
Y en cuanto al que acabo de terminar, pues ni fu ni fa. Mark Haddon es el autor de uno de los libros más originales que he leído en los últimos años ("El extraño incidento del perro en la medianoche" o algo así). Por eso, cuando ví este, cuya estética de la portada es similar a la de áquel, no dudé en hacerme con él.
Trata de las cosas que le ocurren a una familia (padre, madre, hija-madre separada de un niño, hijo-homosexual) en el periodo previo a la segunda boda de la hija. Poco que reseñar: la mayor parte de la narración orbita en torno al posible shock de los padres por el comportamiento de sus respectivos hijos, pero nada más.
El padre, por su parte, parece estar volviéndose loco, pero tampoco es seguro. Y la madre le pone los cuernos a éste con un antiguo compañero de trabajo. Así van pasando cosillas, y las páginas del libro. Eso sí, está bien escrito, y se lee con fluidez. Nada interesante, pero lo suficiente como para seguir hasta el final a ver si pasa algo.
Lo más original del libro es la forma de narrarlo. Son capítulos muy cortos en que se sucesivamente te van contado lo que les sucede a cada uno de los cuatro individuos anteriores y sus reflexiones. Se cuenta en tercera persona, no obstante, no son cuatro perspectivas subjetivas.
Es curioso, pues, cuando dos o más de los personajes coinciden en un evento, pues se narra como por trozos desde el punto de vista de cada uno: no un mismo suceso, desde distintos puntos de vista, sino sucesivamente.
Y poco más que decir. No es el libro de estas vacaciones, espero.
Otras obras de Balzac me han gustado, sobre todo Des Illusions Perdues. Pero es que este no era nada Balzaquiano. Estaba escrito en una especie de francés antiguo, estilo Rabelais, y ya de por sí resultaba de difícil lecturar. Pero es que además eran continuos los juegos de palabras y sobreentendidos, que imagino procaces, pero de los que apenas me enteraba. El libro prometía, y posiblemente era, ser divertido. Cuando me dí cuenta de que no me estaba riendo, lo abandoné para mejor ocasión.
Y en cuanto al que acabo de terminar, pues ni fu ni fa. Mark Haddon es el autor de uno de los libros más originales que he leído en los últimos años ("El extraño incidento del perro en la medianoche" o algo así). Por eso, cuando ví este, cuya estética de la portada es similar a la de áquel, no dudé en hacerme con él.
Trata de las cosas que le ocurren a una familia (padre, madre, hija-madre separada de un niño, hijo-homosexual) en el periodo previo a la segunda boda de la hija. Poco que reseñar: la mayor parte de la narración orbita en torno al posible shock de los padres por el comportamiento de sus respectivos hijos, pero nada más.
El padre, por su parte, parece estar volviéndose loco, pero tampoco es seguro. Y la madre le pone los cuernos a éste con un antiguo compañero de trabajo. Así van pasando cosillas, y las páginas del libro. Eso sí, está bien escrito, y se lee con fluidez. Nada interesante, pero lo suficiente como para seguir hasta el final a ver si pasa algo.
Lo más original del libro es la forma de narrarlo. Son capítulos muy cortos en que se sucesivamente te van contado lo que les sucede a cada uno de los cuatro individuos anteriores y sus reflexiones. Se cuenta en tercera persona, no obstante, no son cuatro perspectivas subjetivas.
Es curioso, pues, cuando dos o más de los personajes coinciden en un evento, pues se narra como por trozos desde el punto de vista de cada uno: no un mismo suceso, desde distintos puntos de vista, sino sucesivamente.
Y poco más que decir. No es el libro de estas vacaciones, espero.
viernes, 18 de julio de 2008
Otro sector en apuros
Tras el anuncio de Spanair de esta semana, con un expediente de regulación de empleo, ya se está organizando otro sector para pedir la intervención del gobierno, el de las líneas aéreas.
Una breve reflexión sobre el drama de Spanair. Y básicamente para decir que no debería ser tan dramático el tema como para salir de portada en tanto medio. En el mercado intervienen seres humanos que, por definición, nos equivocamos muchas veces. Si los gestores de Spanair se equivocaron en sus decisiones sobre el futuro, no hay que echarse las manos a la cabeza, pues a todos nos pasa. Pensaban que dar un determinado uso a ciertos recursos mejoraría el valor de estos, y se equivocaron. Ahora deben liberar esos recursos para que se utilicen de mejor forma en la satisfacción de las necesidades de la gente. Y que esto no les amilane para seguir probando, porque esa es la única forma de avanzar.
De la misma forma que me parece que sí puede ser un drama para determinados trabajadores la pérdida de su puesto de trabajo (ellos también calcularon mal), me parece injusto que se trate de cargar la culpa sobre una hipotética mala gestión (que no digo que pueda también pasar), cuando todos sabemos que el futuro es incierto.
De la noticia me llama especialmente la atención unas declaraciones del representante, que dice que no pueden trasladar alegremente las subidas del carburante a los precios, pues ya están notando el descenso de pasajeros.
Si es que el mercado no sabe teoría económica: a ver si se enteran de una vez que el precio es igual al coste marginal, y que las subidas de costes se trasladan a los precios. El ejemplo citado revela claramente que esta es otra de las falacias que abundan en la teoría neoclásica.
Las empresas no pueden trasladar sus costes a los precios, porque estos únicamente dependen de las preferencias de los consumidores. Y si tus costes o desembolsos no te permiten suministrar a ese precio, estás fuera del mercado. Así pues, son los costes los que se ajustan a los precios, y no al contrario.
Las empresas fijan su precio en el punto en que la demanda comienza a ser inelástica. Me explico: todo el mundo sabe que a menor precio, más demanda. Pero lo que miran las empresas es el ingreso que preven obtener, o sea, el producto de multiplicar el precio por la cantidad que creen que van a vender. Saben que si suben el precio, venderán menos, pero a lo mejor les compensa, porque ingresan más pasta. Ahora, llegado un punto, si suben el precio, venden menos de lo que ganan por vender más caro, y es ahí donde les conviene poner el precio.
Evidentemente, se pueden equivocar, y tratarán de corregir en el siguiente ciclo. Así, hasta conseguir estar en ese punto, que, por cierto, puede cambiar en cualquier momento, si lo hacen las preferencias de los consumidores.
Por ello, si sube el combustible, no pueden tocar el precio. Si lo suben, les pasará justo lo que dicen, que perderán más clientes de lo que ganan por subirlo. Pero claro, esa subida del gasoil aumenta sus desembolsos, por lo que puede hacer no rentable su negocio. Esto, tarde o temprano, hace que las empresas marginales tengan que abandonar el mercado, pues están pilladas entre preferencias y costes, y no pueden sobrevivir.
Esto es lo que deben de estar viendo las compañías aéreas, unido a una disminución en las preferencias de los clientes, tal vez por la situación de crisis económica en que estamos metidos.
Y una disculpa como otra cualquiera para explicar la relación entre precios y costes, y revelar otra mentira de la economía mainstream.
Una breve reflexión sobre el drama de Spanair. Y básicamente para decir que no debería ser tan dramático el tema como para salir de portada en tanto medio. En el mercado intervienen seres humanos que, por definición, nos equivocamos muchas veces. Si los gestores de Spanair se equivocaron en sus decisiones sobre el futuro, no hay que echarse las manos a la cabeza, pues a todos nos pasa. Pensaban que dar un determinado uso a ciertos recursos mejoraría el valor de estos, y se equivocaron. Ahora deben liberar esos recursos para que se utilicen de mejor forma en la satisfacción de las necesidades de la gente. Y que esto no les amilane para seguir probando, porque esa es la única forma de avanzar.
De la misma forma que me parece que sí puede ser un drama para determinados trabajadores la pérdida de su puesto de trabajo (ellos también calcularon mal), me parece injusto que se trate de cargar la culpa sobre una hipotética mala gestión (que no digo que pueda también pasar), cuando todos sabemos que el futuro es incierto.
De la noticia me llama especialmente la atención unas declaraciones del representante, que dice que no pueden trasladar alegremente las subidas del carburante a los precios, pues ya están notando el descenso de pasajeros.
Si es que el mercado no sabe teoría económica: a ver si se enteran de una vez que el precio es igual al coste marginal, y que las subidas de costes se trasladan a los precios. El ejemplo citado revela claramente que esta es otra de las falacias que abundan en la teoría neoclásica.
Las empresas no pueden trasladar sus costes a los precios, porque estos únicamente dependen de las preferencias de los consumidores. Y si tus costes o desembolsos no te permiten suministrar a ese precio, estás fuera del mercado. Así pues, son los costes los que se ajustan a los precios, y no al contrario.
Las empresas fijan su precio en el punto en que la demanda comienza a ser inelástica. Me explico: todo el mundo sabe que a menor precio, más demanda. Pero lo que miran las empresas es el ingreso que preven obtener, o sea, el producto de multiplicar el precio por la cantidad que creen que van a vender. Saben que si suben el precio, venderán menos, pero a lo mejor les compensa, porque ingresan más pasta. Ahora, llegado un punto, si suben el precio, venden menos de lo que ganan por vender más caro, y es ahí donde les conviene poner el precio.
Evidentemente, se pueden equivocar, y tratarán de corregir en el siguiente ciclo. Así, hasta conseguir estar en ese punto, que, por cierto, puede cambiar en cualquier momento, si lo hacen las preferencias de los consumidores.
Por ello, si sube el combustible, no pueden tocar el precio. Si lo suben, les pasará justo lo que dicen, que perderán más clientes de lo que ganan por subirlo. Pero claro, esa subida del gasoil aumenta sus desembolsos, por lo que puede hacer no rentable su negocio. Esto, tarde o temprano, hace que las empresas marginales tengan que abandonar el mercado, pues están pilladas entre preferencias y costes, y no pueden sobrevivir.
Esto es lo que deben de estar viendo las compañías aéreas, unido a una disminución en las preferencias de los clientes, tal vez por la situación de crisis económica en que estamos metidos.
Y una disculpa como otra cualquiera para explicar la relación entre precios y costes, y revelar otra mentira de la economía mainstream.
jueves, 17 de julio de 2008
Actúa la SEC, sube la bolsa
Ayer nos encontramos con una actuación regulatoria de esas que creíamos que ya no se producirían, y que revela hasta qué punto están desorientadas las autoridades económicas de USA ante la que se avecina. No puedo entrar en los detalles técnicos, porque no los conozco, pero viene a ser algo así como la fijación de un precio mínimo para las acciones de las grandes hipotecarias y de algunos bancos, de forma que se prohiben cierto tipo de operaciones.
Evidentemente, la respuesta del mercado bursátil a esta singular acción ha sido un rebotazo en toda regla, apoyado en las acciones de los bancos: básicamente te están diciendo que tu inversión no va a poder bajar de un determinado valor, siempre y cuando sea una entidad financiera. Así que uno compra: si sube, ganas; y si no, no te hace falta ni Stop-Loss, que ya ha puesto un suelo el Estado.
Obviamente, esto mete distorsiones insostenibles en el mercado, que hará como todos sabemos que cuando el bombazo estalle sea peor. No puedo hacer un análisis muy detallado, pero no me resisto a aplicar la teoría de control de precios, de Mises, al asunto, aunque sea sin gran reflexión.
Fijado el precio mínimo, hay un desequilibrio entre oferta y demanda; básicamente, hay más gente queriendo vender que los que quieren comprar, pues la mercancia está sobrevalorada. Como lo que quiere el Estado es que todo el que quiera vender a ese precio pueda hacerlo, se le abren dos opciones: o bien obliga a los compradores a pagarlo, o bien, y esto es lo que imagino que terminará haciendo, se pone él a comprar todos los títulos que se vendan. Vamos, lo que creo que se hacía en tiempos para mantener artificialmente alto el valor de la moneda.
Eso lo que significa es que los ciudadanos norteamericanos estarán comprando a los inversores listos unas acciones que no valen una mierda a un precio muy superior. Esto se financiará con sus impuestos o, seguro que lo adivináis, con inflación, y el dólar a hacer puñetas. Estupendo panorama. Por supuesto, esto no es sostenible, eventualmente el Estado americano tendrá que dejar que las acciones protegidas caigan a su valor de mercad, y entonces se pegará el batacazo padre la bolsa, cuando todos los "listos" se den cuenta que, como debería haber pasado siempre, sus acciones pueden bajar.
Y si no pasa esto, a USA se le empezarán a achinar los ojillos, y a parecerse a Japón, donde, según parece, el Estado sostiene artificialmente alto el precio de los inmuebles desde mediados de los 80. Y claro, no compra inmuebles ni el tato, y no son capaces de liberar recursos para salir de la crisis eterna.
Evidentemente, la respuesta del mercado bursátil a esta singular acción ha sido un rebotazo en toda regla, apoyado en las acciones de los bancos: básicamente te están diciendo que tu inversión no va a poder bajar de un determinado valor, siempre y cuando sea una entidad financiera. Así que uno compra: si sube, ganas; y si no, no te hace falta ni Stop-Loss, que ya ha puesto un suelo el Estado.
Obviamente, esto mete distorsiones insostenibles en el mercado, que hará como todos sabemos que cuando el bombazo estalle sea peor. No puedo hacer un análisis muy detallado, pero no me resisto a aplicar la teoría de control de precios, de Mises, al asunto, aunque sea sin gran reflexión.
Fijado el precio mínimo, hay un desequilibrio entre oferta y demanda; básicamente, hay más gente queriendo vender que los que quieren comprar, pues la mercancia está sobrevalorada. Como lo que quiere el Estado es que todo el que quiera vender a ese precio pueda hacerlo, se le abren dos opciones: o bien obliga a los compradores a pagarlo, o bien, y esto es lo que imagino que terminará haciendo, se pone él a comprar todos los títulos que se vendan. Vamos, lo que creo que se hacía en tiempos para mantener artificialmente alto el valor de la moneda.
Eso lo que significa es que los ciudadanos norteamericanos estarán comprando a los inversores listos unas acciones que no valen una mierda a un precio muy superior. Esto se financiará con sus impuestos o, seguro que lo adivináis, con inflación, y el dólar a hacer puñetas. Estupendo panorama. Por supuesto, esto no es sostenible, eventualmente el Estado americano tendrá que dejar que las acciones protegidas caigan a su valor de mercad, y entonces se pegará el batacazo padre la bolsa, cuando todos los "listos" se den cuenta que, como debería haber pasado siempre, sus acciones pueden bajar.
Y si no pasa esto, a USA se le empezarán a achinar los ojillos, y a parecerse a Japón, donde, según parece, el Estado sostiene artificialmente alto el precio de los inmuebles desde mediados de los 80. Y claro, no compra inmuebles ni el tato, y no son capaces de liberar recursos para salir de la crisis eterna.
miércoles, 16 de julio de 2008
¿Bajarán los pisos?
He ahí la cuestión. Ya en una entrada previa http://ferhergon.blogspot.com/2008/05/la-economa-se-recuperar-mediados-de.html, explicaba como la solución para salir de la crisis en que estamos inmersos pasa por liquidar el stock de viviendas que tiene en la actualidad inmovilizados numerosos recursos (capital para invertir). Dicho exceso de inversión se produjo por los tipos de interés forzados a la baja por el Banco Central Europeo. Como eso es insostenible en el medio plazo, al final no se pueden mantener los tipos de interés por debajo de las preferencias de los consumidores. Y en ese momento la gente se da cuenta de que esas inversiones no se debieron haber hecho.
Esto supone que las inversiones que creíamos que tenían un valor, no lo tienen. Nos guste o no, cuando la liquidemos, perderemos dinero. Imagina que tienes 1000 Euros, y crees que las acciones de X van a subir de 10 a 15 Euros. Compras 100 acciones. Pero resulta que te has colao, bacalao, y las acciones bajan a 5 Euros. ¿Qué puedes hacer?
Algunos dirán: aguanto el tipo hasta que suban. Pero, mientras tanto, no tienes dinero para invertir en otro lado.
Otros dirán: vendo ya, pierdo 500 Euros, y dedico los que me quedan a invertir en otra cosa, a ver si ahora acierto.
Pues en esas estamos: mucha gente tiene mucha pasta invertida en casas, que ya no valen lo que valen. Se puede hacer cualquiera de las cosas anteriores. Lo que pasa es que la cosa se complica. Porque imagina ahora que los 1000 Euros no eran tuyos, sino que te los había dejado un banco. Amigo, ahora la liquidación de la inversión te deja tiritando, con una deuda de 500 Euros, por lo que eres más reacio a la segunda opción. Tu objetivo es aguantar el tipo hasta que suban.
Pero como tampoco puedes aguantar, pues el banco te exige que le pagues los intereses de la deuda, necesitas poder vender ya, aunque sea una parte para ir atendiendo tus pagos corrientes. Y aquí es donde, si en vez de ser un mataillo con 1000 Euros, eres un tycoon con 7000 Millones, puedes forzar que te ayude el Gobierno.
Por ejemplo, que te compre las acciones al precio que tú pensabas que iban a valer. O que te dé préstamos by the face para hacer frente a tus pagos, para poder aguantar. En ambos casos, es claro que la inversión no se va a liquidar, y que no vas a liberar recursos para dedicar a otras inversiones. Las vas a dejar pilladas, hasta que la situación se te ponga de cara.
Gracias a esta acción del Gobierno, nadie tiene que liquidar las inversiones, por lo que los precios no bajan, por un lado (nadie se ve forzado a vender), y, por otro, se queda estancada la inversión en un lugar equivocado.
Queda claro que la salida de esta crisis pasa por una considerable bajada en términos reales del precio de la vivienda (en general, el real state). Todos los esfuerzos tendentes a evitar esto lo único que harán será mantener y posiblemente agravar la situación. El mercado ha dejado claro el mensaje que no se va a comprar a estos precios; que si te has equivocado, te fastidias, ya acertarás otra vez.
Ahora solo queda que el Gobierno no trate de distorsionar este hecho, favoreciendo a los empresarios equivocados a costa de los impuestos de los contribuyentes (directamente) y del bienestar de los ciudadanos (indirectamente, al dificultar la salida de la crisis).
Esto supone que las inversiones que creíamos que tenían un valor, no lo tienen. Nos guste o no, cuando la liquidemos, perderemos dinero. Imagina que tienes 1000 Euros, y crees que las acciones de X van a subir de 10 a 15 Euros. Compras 100 acciones. Pero resulta que te has colao, bacalao, y las acciones bajan a 5 Euros. ¿Qué puedes hacer?
Algunos dirán: aguanto el tipo hasta que suban. Pero, mientras tanto, no tienes dinero para invertir en otro lado.
Otros dirán: vendo ya, pierdo 500 Euros, y dedico los que me quedan a invertir en otra cosa, a ver si ahora acierto.
Pues en esas estamos: mucha gente tiene mucha pasta invertida en casas, que ya no valen lo que valen. Se puede hacer cualquiera de las cosas anteriores. Lo que pasa es que la cosa se complica. Porque imagina ahora que los 1000 Euros no eran tuyos, sino que te los había dejado un banco. Amigo, ahora la liquidación de la inversión te deja tiritando, con una deuda de 500 Euros, por lo que eres más reacio a la segunda opción. Tu objetivo es aguantar el tipo hasta que suban.
Pero como tampoco puedes aguantar, pues el banco te exige que le pagues los intereses de la deuda, necesitas poder vender ya, aunque sea una parte para ir atendiendo tus pagos corrientes. Y aquí es donde, si en vez de ser un mataillo con 1000 Euros, eres un tycoon con 7000 Millones, puedes forzar que te ayude el Gobierno.
Por ejemplo, que te compre las acciones al precio que tú pensabas que iban a valer. O que te dé préstamos by the face para hacer frente a tus pagos, para poder aguantar. En ambos casos, es claro que la inversión no se va a liquidar, y que no vas a liberar recursos para dedicar a otras inversiones. Las vas a dejar pilladas, hasta que la situación se te ponga de cara.
Gracias a esta acción del Gobierno, nadie tiene que liquidar las inversiones, por lo que los precios no bajan, por un lado (nadie se ve forzado a vender), y, por otro, se queda estancada la inversión en un lugar equivocado.
Queda claro que la salida de esta crisis pasa por una considerable bajada en términos reales del precio de la vivienda (en general, el real state). Todos los esfuerzos tendentes a evitar esto lo único que harán será mantener y posiblemente agravar la situación. El mercado ha dejado claro el mensaje que no se va a comprar a estos precios; que si te has equivocado, te fastidias, ya acertarás otra vez.
Ahora solo queda que el Gobierno no trate de distorsionar este hecho, favoreciendo a los empresarios equivocados a costa de los impuestos de los contribuyentes (directamente) y del bienestar de los ciudadanos (indirectamente, al dificultar la salida de la crisis).
martes, 15 de julio de 2008
Así que las cláusulas de revisión salarial no causan la inflación
Bueno, otra noticia de esas que me encantan. Resulta que la "Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos", dependiente del Ministerio de Trabajo, ha concluido tras sesudo estudio que las cláusulas de revisión salarial (vinculadas al IPC) no solo no causan inflación, sino que ayudan a controlar la moderación salarial.
Vamos con el tema, que tiene miga. Resulta que la subida de salario fue inferior en aquellas empresas con convenio respecto a las que no lo tienen, incluso en los casos en que se aplica el IPC real, no el previsto. Por tanto, demos la vuelta a la tortilla, dado que suben menos los salarios en las empresas con convenio con cláusula de revisión que en las otras, aquellas crean menos tensión inflacionista.
Son tantos los topicazos incorrectos en estas dos frases, que uno no sabe por donde empezar a desmontar el chiringuito. La teoría neoclásica sostiene que dichas cláusulas automáticas son inflacionistas porque suponen un aumento en los costes del factor trabajo, que se ha de repercutir en el precio de la mercancia. Al aumentar así los precios, aumenta la inflación, y así, se supone, ad infinitum. Por tanto, si dichas cláusulas en realidad contribuyen a la moderación salarial, lo que hacen es contener estos costes, que no se trasladarían en consecuencia a los precios, ni, en definitiva, a la inflación.
Lo divertido del caso es que la conclusión es correcta (algo correcta), pero para nada el razonamiento. Por supuesto que las cláusulas de revisión automática no causan inflación, porque la causa única de la inflación es la entrada de dinero nuevo en el sistema, dinero que crean los bancos centrales.
En un mercado libre, el empresario no puede subir sin más el salario a sus empleados, pues este salario queda fijado por el valor de su producto marginal descontado. Si no varia el precio del producto final, no se puede variar el salario (salvo que forcemos al empresario a abandonar el mercado).
Si el precio del producto sube, entonces surgen beneficios extraordinarios que, en poco tiempo, se han de trasladar a los factores de producción, por lo que suben los salarios y desaparecen los beneficios. En otro caso, los factores de producción se van a la competencia, que está dispuesta a pagarles más, precisamente para obtener esos beneficios.
En un entorno inflacionario, la demanda cuenta con más dinero (falso) y, por tanto, hace que todos los precios suban. La subida de estos precios, eventualmente, se ha traducir en subidas de los salarios de los factores, según acabamos de razonar brevemente.
En empresas sin convenio, esta traslación es más flexible y refleja mejor las subidas de los precios de su producto. En empresas con convenio, al ponerse trabas al funcionamiento del mercado, la traslación es incompleta, sea para bien o para mal (pues el precio de su producto puede o no haber seguido el IPC).
Perdonad la apresurada explicación, que podéis consular en Rothbard o Mises, pero llego ya a la conclusión. La inflación no tiene relación alguna con la revisión de los salarios, pues las empresas no pueden trasladar sus costes al consumidor en el libre mercado (si no estoy dispuesto a pagar más de 60 céntimos por la barra de pan, no lo haré por mucho que me expliquen que ahora el panadero cobra 100 Euros más).
De hecho, es justo al contrario. La inflación hace que los precios de todos los productos suban, y estos nuevos precios dan lugar inicialmente a beneficios que rápidamente se han de trasladar a la remuneración de los factores, pues sino estos abandonan el sector hacia otro que sí se lo traslade. Y así suben los salarios. Recuerden: la cadena causal no es salario -> precio -> inflación; es justo la contraria: inflación-> precio -> salario
Vamos con el tema, que tiene miga. Resulta que la subida de salario fue inferior en aquellas empresas con convenio respecto a las que no lo tienen, incluso en los casos en que se aplica el IPC real, no el previsto. Por tanto, demos la vuelta a la tortilla, dado que suben menos los salarios en las empresas con convenio con cláusula de revisión que en las otras, aquellas crean menos tensión inflacionista.
Son tantos los topicazos incorrectos en estas dos frases, que uno no sabe por donde empezar a desmontar el chiringuito. La teoría neoclásica sostiene que dichas cláusulas automáticas son inflacionistas porque suponen un aumento en los costes del factor trabajo, que se ha de repercutir en el precio de la mercancia. Al aumentar así los precios, aumenta la inflación, y así, se supone, ad infinitum. Por tanto, si dichas cláusulas en realidad contribuyen a la moderación salarial, lo que hacen es contener estos costes, que no se trasladarían en consecuencia a los precios, ni, en definitiva, a la inflación.
Lo divertido del caso es que la conclusión es correcta (algo correcta), pero para nada el razonamiento. Por supuesto que las cláusulas de revisión automática no causan inflación, porque la causa única de la inflación es la entrada de dinero nuevo en el sistema, dinero que crean los bancos centrales.
En un mercado libre, el empresario no puede subir sin más el salario a sus empleados, pues este salario queda fijado por el valor de su producto marginal descontado. Si no varia el precio del producto final, no se puede variar el salario (salvo que forcemos al empresario a abandonar el mercado).
Si el precio del producto sube, entonces surgen beneficios extraordinarios que, en poco tiempo, se han de trasladar a los factores de producción, por lo que suben los salarios y desaparecen los beneficios. En otro caso, los factores de producción se van a la competencia, que está dispuesta a pagarles más, precisamente para obtener esos beneficios.
En un entorno inflacionario, la demanda cuenta con más dinero (falso) y, por tanto, hace que todos los precios suban. La subida de estos precios, eventualmente, se ha traducir en subidas de los salarios de los factores, según acabamos de razonar brevemente.
En empresas sin convenio, esta traslación es más flexible y refleja mejor las subidas de los precios de su producto. En empresas con convenio, al ponerse trabas al funcionamiento del mercado, la traslación es incompleta, sea para bien o para mal (pues el precio de su producto puede o no haber seguido el IPC).
Perdonad la apresurada explicación, que podéis consular en Rothbard o Mises, pero llego ya a la conclusión. La inflación no tiene relación alguna con la revisión de los salarios, pues las empresas no pueden trasladar sus costes al consumidor en el libre mercado (si no estoy dispuesto a pagar más de 60 céntimos por la barra de pan, no lo haré por mucho que me expliquen que ahora el panadero cobra 100 Euros más).
De hecho, es justo al contrario. La inflación hace que los precios de todos los productos suban, y estos nuevos precios dan lugar inicialmente a beneficios que rápidamente se han de trasladar a la remuneración de los factores, pues sino estos abandonan el sector hacia otro que sí se lo traslade. Y así suben los salarios. Recuerden: la cadena causal no es salario -> precio -> inflación; es justo la contraria: inflación-> precio -> salario
lunes, 14 de julio de 2008
Solo una pregunta
Sigo con el tema del sistema financiero y los bancos, hoy que hemos conocido el pelotazo que va a tener que meter el Estado americano (o sea, sus ciudadanos) para que no se vayan a la m... a la quiebra las dos principales hipotecarias.
Hoy solo me surge una pregunta, pero espero que dé para alguna reflexión:
¿cuánto dinero creeis que tiene Botín depositado en alguno de los bancos de su grupo?
Hoy solo me surge una pregunta, pero espero que dé para alguna reflexión:
¿cuánto dinero creeis que tiene Botín depositado en alguno de los bancos de su grupo?
domingo, 13 de julio de 2008
Competencia en el mercado de helados
Llego de dar un paseo con los niños saborando un helado de Brownies de la marca Camy-Nestlé. Y tras pediros disculpas por este burdo "Product placement" que encima es gratis para la marca, le tendré que agradecer a la misma la existencia de este producto.
Una razón es directa, pues gracias a su capacidad de innovación ahora podemos disfrutar de este delicioso helado, junto a otros de línea similar, de los que confieso que mi favorito es el de Cheesecake.
La otra es más sútil, y nos exige remontarnos unos pocos años al pasado, a la era Magnum, de Frigo (otro placement gratuito). Porque hace tan solo 3 ó 4 años era este el helado que dominaba el mercado, con cuotas de mercado superiores al 50%, si no recuerdo mal. Esta situación, de dominio dirían unos, de clara preferencia de los consumidores, diríamos otros, permitía a Frigo subir el precio de su producto estrella año tras año, sin ningún pudor. A cambio, eso sí, introducía de vez en cuando alguna variedad. Llego a comercializar unos relacionados con los siete pecados capitales que, para más inri, no estaban disponibles más que en determinados periodos de tiempo.
¿Qué era de Camy? Pues desaparecida en combate. No es que yo buscara la marca, pero el dominio de Frigo en canales comerciales era abrumador. En este crítico momento, pudieron pasar varias cosas (que ya sé que son absurdas, pero que en otros sectores han pasado).
Algún burocrata, posiblemente amante del Magnum, hubiera podido decidir que este era un servicio esencial para los ciudadanos y, por tanto, debería ser público. El monopolio de Frigo en Magnum sólo podría ser contrarrestado por una regulación de precios del producto. Y desde ese día, se hubieran acabado las subiditas de 10-15 céntimos anuales, y ahora podríamos disfrutar todos de un cutre-Magnum a 90 céntimos. Bueno, si es que encontrábamos una tienda, y ésta tenía stock.
Otra posibilidad hubiera sido que Camy denunciara a Frigo por abuso de posición dominante. Imposibilitada de llegar al público por no encontrar canal de comercialización para su producto (peor), hubiera podido denunciar algún tipo de abuso con relación a este tema, o algún empaquetamiento. Lo que se le hubiera ocurrido a algún abogado. Andando el tiempo, se hubiera sancionado a Frigo, y, por ejemplo, obligar a todos los distribuidores a llegar a acuerdos con Camy, o a Frigo a abrir la fabricación del Magnum a terceros.
Sí, ya sé que es absurdo. Pero ambas cosas han ocurrido y la segunda sigue ocurriendo con frecuencia (no tanto la primera).
En ambos casos, yo no hubiera podido disfrutar hoy de mi helado de Brownie. Afortunadamente, Camy-Nestlé optó por tratar de mejorar su servicio a los clientes, para así frenar a Frigo. E innovó en producto. Y gracias a eso, hoy no solo me puedo comprar un Magnum o un Cheesecake, sino que además lo puedo hacer por la módica cantidad de 1'5 Euros. Encima, hay montones de puestos para ambos tipos de helados (multimarca).
Qué alivio que el Magnum (al contrario que el agua, la electridad, la educación, la justicia...) no sea un servicio público.
Una razón es directa, pues gracias a su capacidad de innovación ahora podemos disfrutar de este delicioso helado, junto a otros de línea similar, de los que confieso que mi favorito es el de Cheesecake.
La otra es más sútil, y nos exige remontarnos unos pocos años al pasado, a la era Magnum, de Frigo (otro placement gratuito). Porque hace tan solo 3 ó 4 años era este el helado que dominaba el mercado, con cuotas de mercado superiores al 50%, si no recuerdo mal. Esta situación, de dominio dirían unos, de clara preferencia de los consumidores, diríamos otros, permitía a Frigo subir el precio de su producto estrella año tras año, sin ningún pudor. A cambio, eso sí, introducía de vez en cuando alguna variedad. Llego a comercializar unos relacionados con los siete pecados capitales que, para más inri, no estaban disponibles más que en determinados periodos de tiempo.
¿Qué era de Camy? Pues desaparecida en combate. No es que yo buscara la marca, pero el dominio de Frigo en canales comerciales era abrumador. En este crítico momento, pudieron pasar varias cosas (que ya sé que son absurdas, pero que en otros sectores han pasado).
Algún burocrata, posiblemente amante del Magnum, hubiera podido decidir que este era un servicio esencial para los ciudadanos y, por tanto, debería ser público. El monopolio de Frigo en Magnum sólo podría ser contrarrestado por una regulación de precios del producto. Y desde ese día, se hubieran acabado las subiditas de 10-15 céntimos anuales, y ahora podríamos disfrutar todos de un cutre-Magnum a 90 céntimos. Bueno, si es que encontrábamos una tienda, y ésta tenía stock.
Otra posibilidad hubiera sido que Camy denunciara a Frigo por abuso de posición dominante. Imposibilitada de llegar al público por no encontrar canal de comercialización para su producto (peor), hubiera podido denunciar algún tipo de abuso con relación a este tema, o algún empaquetamiento. Lo que se le hubiera ocurrido a algún abogado. Andando el tiempo, se hubiera sancionado a Frigo, y, por ejemplo, obligar a todos los distribuidores a llegar a acuerdos con Camy, o a Frigo a abrir la fabricación del Magnum a terceros.
Sí, ya sé que es absurdo. Pero ambas cosas han ocurrido y la segunda sigue ocurriendo con frecuencia (no tanto la primera).
En ambos casos, yo no hubiera podido disfrutar hoy de mi helado de Brownie. Afortunadamente, Camy-Nestlé optó por tratar de mejorar su servicio a los clientes, para así frenar a Frigo. E innovó en producto. Y gracias a eso, hoy no solo me puedo comprar un Magnum o un Cheesecake, sino que además lo puedo hacer por la módica cantidad de 1'5 Euros. Encima, hay montones de puestos para ambos tipos de helados (multimarca).
Qué alivio que el Magnum (al contrario que el agua, la electridad, la educación, la justicia...) no sea un servicio público.
sábado, 12 de julio de 2008
La odiosa comparación entre Afinsa-Forum y los bancos
Al hilo del post del jueves, se me habían ocurrido algunas reflexiones ciertamente pavorosas, comparando lo que podría pasar en un banco con lo que les pasó a los cientos de miles de clientes del caso Forum Filatélico.
Como es sabido, la gente depositaba el dinero en esta entidad, la cual lo invertía en sellos, garantizando una rentabilidad anual al depositario. Se supone que los sellos eran del depositario, que los dejaba en custodia de la entidad. El dinero se conseguía vendiendo los sellos al propio Forum Filatélico, que tenía un compromiso de compra por la inversión inicial más la revalorización ofertada.
El único problema estribaba en que el mercado de sellos no es muy líquido (una "isla de caos" de Rothbard), por lo quen el valor de los sellos lo ponía el prácticamente único comprador-vendedor de sellos del mercado, a saber, la entidad. En la práctica, eso se traduce en un negocio piramidal, puesto que la única forma en que FF podía recomprar los sellos a un nuevo valor era obteniendo dinero de otros clientes. Aparentemente, no exisitía la posibilidad para FF de salir al mercado a vender sus activos.
Veamos ahora lo que pasa con un banco. El banco coge nuestro dinero, deja un 10% en caja, y el resto lo invierte. No en sellos, que se sepa, sino en otro tipo de activos. Mientras estos activos tengan su mercado, no hay problemas para liquidarlos, aunque pueda ser con perdidas. Pero si desaparece el mercado para los mismos (por ejemplo, porque son derivados basura de hipotecas subprime), entonces el banco está en la misma situación que FF. No existe la posibilidad de salir al mercado, y solo podrá hacer frente a sus compromisos con sus clientes cogiendo fondos de nuevos clientes. Vamos, el fraude piramidal.
¿Cuáles son las diferencias y semejanzas? Una cosa que no sabemos del caso de FF es qué encaje tenía. A lo mejos nos llevamos la sorpresa de que, en el momento de la intervención judicial, este era superior al 10%, al de los bancos. Imaginen, pues, cuál sería la perspectiva de los depositantes de un banco si este fuera intervenido judicialmente.
Otro problema con FF es que no diversificaba su inversión: al parecer, todo era sellos. Pero, en todo caso, alguien debería poner en el mercado mundial dichos sellos y ver el grado de fraude que representaba el asunto. Imaginad por un momento que los sellos sí valían lo que decía FF que valían. Claro que una liquidación en masa de estos activos reduciría su valor enormemente, dejando a FF en una situación no adecuada a la realidad inicial.
Vaya hombre, lo mismo que les pasaría a los bancos si tuvieran que liquidar desordenadamente sus inversiones. Específicamente, las relacionadas con hipotecas basura. Lo que nos lleva a la última diferencia: en el negocio piramidal de los bancos, al final de la pirámide, si las cosas van mal, está el Estado, el Banco Central, nosotros. De ahí las inyecciones de dinero de los BCs en los momentos críticos. Y de ahí la inflación que se vive o vivirá.
¿Alguien recuerda lo que quieren los estafados o afectados del caso Afinsa-FF? Pues lo mismo, que los últimos de la pirámide seamos los ciudadanos. Justo lo que los bancos tienen por privilegio, se vista como se vista.
Como es sabido, la gente depositaba el dinero en esta entidad, la cual lo invertía en sellos, garantizando una rentabilidad anual al depositario. Se supone que los sellos eran del depositario, que los dejaba en custodia de la entidad. El dinero se conseguía vendiendo los sellos al propio Forum Filatélico, que tenía un compromiso de compra por la inversión inicial más la revalorización ofertada.
El único problema estribaba en que el mercado de sellos no es muy líquido (una "isla de caos" de Rothbard), por lo quen el valor de los sellos lo ponía el prácticamente único comprador-vendedor de sellos del mercado, a saber, la entidad. En la práctica, eso se traduce en un negocio piramidal, puesto que la única forma en que FF podía recomprar los sellos a un nuevo valor era obteniendo dinero de otros clientes. Aparentemente, no exisitía la posibilidad para FF de salir al mercado a vender sus activos.
Veamos ahora lo que pasa con un banco. El banco coge nuestro dinero, deja un 10% en caja, y el resto lo invierte. No en sellos, que se sepa, sino en otro tipo de activos. Mientras estos activos tengan su mercado, no hay problemas para liquidarlos, aunque pueda ser con perdidas. Pero si desaparece el mercado para los mismos (por ejemplo, porque son derivados basura de hipotecas subprime), entonces el banco está en la misma situación que FF. No existe la posibilidad de salir al mercado, y solo podrá hacer frente a sus compromisos con sus clientes cogiendo fondos de nuevos clientes. Vamos, el fraude piramidal.
¿Cuáles son las diferencias y semejanzas? Una cosa que no sabemos del caso de FF es qué encaje tenía. A lo mejos nos llevamos la sorpresa de que, en el momento de la intervención judicial, este era superior al 10%, al de los bancos. Imaginen, pues, cuál sería la perspectiva de los depositantes de un banco si este fuera intervenido judicialmente.
Otro problema con FF es que no diversificaba su inversión: al parecer, todo era sellos. Pero, en todo caso, alguien debería poner en el mercado mundial dichos sellos y ver el grado de fraude que representaba el asunto. Imaginad por un momento que los sellos sí valían lo que decía FF que valían. Claro que una liquidación en masa de estos activos reduciría su valor enormemente, dejando a FF en una situación no adecuada a la realidad inicial.
Vaya hombre, lo mismo que les pasaría a los bancos si tuvieran que liquidar desordenadamente sus inversiones. Específicamente, las relacionadas con hipotecas basura. Lo que nos lleva a la última diferencia: en el negocio piramidal de los bancos, al final de la pirámide, si las cosas van mal, está el Estado, el Banco Central, nosotros. De ahí las inyecciones de dinero de los BCs en los momentos críticos. Y de ahí la inflación que se vive o vivirá.
¿Alguien recuerda lo que quieren los estafados o afectados del caso Afinsa-FF? Pues lo mismo, que los últimos de la pirámide seamos los ciudadanos. Justo lo que los bancos tienen por privilegio, se vista como se vista.
viernes, 11 de julio de 2008
Que viva la balanza fiscal de Cataluña
Parece que el señor Montilla va por libre, y ya ha publicado datos de las balances fiscales de Cataluña con el resto de España. Dichos datos, por supuesto, pues si no no habría insistido en su cálculo y publicación, muestran un déficit fiscal para aquella Autonomía. Dicho de otra forma, en Cataluña el Estado español gasta menos de lo que le correspondería a los ingresos fiscales que obtiene allí. Si, por ejemplo, Cataluña aporta el 15% de los impuestos, el Estado solo gasta allí el 10% de los mismos.
A mí me parece fenomenal que estos datos se hagan públicos. Que quieren que les diga, también me gustaría conocer mi balanza fiscal, que tengo la sensación de que también es ampliamente negativa a favor de otras personas.
Lo que pide la Generalitat es que se gaste en Cataluña tanto como se ingresa de esta Comunidad. Nada más lógico, sí señor. De esta forma nos cargamos de una vez el papel de distribuidor de rentas del Estado. A cada Comunidad Autónoma lo que es de cada Comunidad Autónoma, y una entidad burocrática menos.
Pero, ¿por qué parar aquí? ¿O es que lo único que desea el señor Montilla es ser el redistribuidor de impuestos, según su criterio, para los catalanes? No, hombre, no pare aquí en su afán justiciero. Miremos cada provincia de Cataluña, y dentro de estas, cada ciudad. Que conozcamos la balanza fiscal de Manresa, Sabadell, Lérida y Cervera. Y si no se gasta en ellas por la Generalitat tanto como aportan al fisco catalán, repitamos el proceso.
Es exactamente la misma lógica. Que sea el Ayuntamiento de Sabadell el que redistribuya las rentas de esta ciudad, y otra entidad burocrática menos.
Pero a mí me interesa más el último escalón, que soy yo. Que se publique mi balanza fiscal, que se gaste en mí tanto como yo pago al fisco. En definitiva, que me dejen distribuir mi propia renta, y fin de entidades burocráticas.
Ánimo, señor Montilla, ese es el camino. Pero hasta el final.
A mí me parece fenomenal que estos datos se hagan públicos. Que quieren que les diga, también me gustaría conocer mi balanza fiscal, que tengo la sensación de que también es ampliamente negativa a favor de otras personas.
Lo que pide la Generalitat es que se gaste en Cataluña tanto como se ingresa de esta Comunidad. Nada más lógico, sí señor. De esta forma nos cargamos de una vez el papel de distribuidor de rentas del Estado. A cada Comunidad Autónoma lo que es de cada Comunidad Autónoma, y una entidad burocrática menos.
Pero, ¿por qué parar aquí? ¿O es que lo único que desea el señor Montilla es ser el redistribuidor de impuestos, según su criterio, para los catalanes? No, hombre, no pare aquí en su afán justiciero. Miremos cada provincia de Cataluña, y dentro de estas, cada ciudad. Que conozcamos la balanza fiscal de Manresa, Sabadell, Lérida y Cervera. Y si no se gasta en ellas por la Generalitat tanto como aportan al fisco catalán, repitamos el proceso.
Es exactamente la misma lógica. Que sea el Ayuntamiento de Sabadell el que redistribuya las rentas de esta ciudad, y otra entidad burocrática menos.
Pero a mí me interesa más el último escalón, que soy yo. Que se publique mi balanza fiscal, que se gaste en mí tanto como yo pago al fisco. En definitiva, que me dejen distribuir mi propia renta, y fin de entidades burocráticas.
Ánimo, señor Montilla, ese es el camino. Pero hasta el final.
jueves, 10 de julio de 2008
¿Quién se fía de su banco?
Las cosas que están pasando en el sistema financiero mundial desde que comenzó la llamada crisis "subprime", o más bien el destape, son para poner los pelos de punta. Pero a cualquiera, o al menos a aquellos que tienen algo de dinero en el banco. Unos cuantos millones de personas, vamos.
Lo de la "subprime" se ve muy lejos, pero me temo que está muy cerca. Los bancos tienen que cumplir el llamado coeficiente de caja. Eso consiste en que tienen que mantener en caja, en dinero contante y sonante, un porcentaje determinado de sus depósitos. El resto lo pueden dedicar a inversiones diversas. Sí, dicho con toda su crudeza, los bancos NO tienen en este momento todo el dinero que les hemos depositado.
Si el vecino te pide la bicicleta, asumes que cuando se la pidas te la devolverá entera, no solo la rueda. Sin embargo, si mañana nos vamos a pedirle al banco que nos devuelva lo que es nuestro, no podrá. Esto es posible porque el Gobierno le autoriza a hacerlo, al banco sí, a nosotros no. Si se diera el caso antes enunciado, para evitar tener que liquidar sus posiciones en condiciones adversas, el banco puede acudir a otros bancos para que le presten pasta, o al banco central, siempre presto con la manivela a fabricas papelitos.
Seguimos. En el mejor caso, el banco ha metido nuestro dinero en inversiones de las que espera sacar una rentabilidad. O sea, nuestro dinero existe, pero está invertido. Si le forzamos a devolvérnoslo, podría hacer frente a sus compromisos, pero tal vez prefiera liquidar sus inversiones en otro momento para no perder pasta.
Pero imaginemos por un momento que los bancos han invertido mal. Que había unos productos por ahí que pensaban que valían lo que no valían, y que ahora no valen nada. O que ni siquiera se sabe lo que valen. No conocemos la dimensión del problema. Pues sí llega ese día en que queremos sacar nuestra pasta, ese banco NO TIENE UN DURO para devolvernosla. Es más, si va a otros bancos, estos, que saben más y mejor que nosotros la situación, lógicamente no le prestan ni un duro. O, si lo hacen, a corto plazo y con un tipo de interés alto (por el riesgo): te lo dejo, pero como no me fio, rápidito de vuelta y además bien pagado. Imagino que por eso sube y sube el Euribor.
El fuego se puede ir apagando así, pero lo cierto es que el banco afectado no tiene dinero, y eventualmente esto va a aflorar. Es inevitable: si metes 1000 Euros en acciones, y la empresa se va al garete, tú podrás seguir soñando con que tienes 1000 Euros mientras no las vendas, pero el día que toque vender...
Así está el sistema financiero. Y a la vista de esto se entienden "las inyecciones de dinero" que meten los bancos centrales "coordinadamente", que eventualmente nos levantan la inflación. Porque, para evitar que cunda el pánico, la solución final es que el banco central fabrique papelitos para el banco sin dinero, y se los deje contra la garantía de su basura sin valor. Básicamente, que entre todos compremos esa basura, con dinero fabricado, que encima terminará haciendo crecer la inflación.
O sea, que un día de estos unos cuantos vamos a ir al banco y nos vamos a encontrar que no nos puede devolver nuestra pasta. Y que, si lo puede hacer, a lo mejor es por los billetes fabricados que dentro de un tiempo harán que todos perdamos parte de nuestra pasta.
Viva el coeficiente de caja. Y no se soluciona con más regulación.
Lo de la "subprime" se ve muy lejos, pero me temo que está muy cerca. Los bancos tienen que cumplir el llamado coeficiente de caja. Eso consiste en que tienen que mantener en caja, en dinero contante y sonante, un porcentaje determinado de sus depósitos. El resto lo pueden dedicar a inversiones diversas. Sí, dicho con toda su crudeza, los bancos NO tienen en este momento todo el dinero que les hemos depositado.
Si el vecino te pide la bicicleta, asumes que cuando se la pidas te la devolverá entera, no solo la rueda. Sin embargo, si mañana nos vamos a pedirle al banco que nos devuelva lo que es nuestro, no podrá. Esto es posible porque el Gobierno le autoriza a hacerlo, al banco sí, a nosotros no. Si se diera el caso antes enunciado, para evitar tener que liquidar sus posiciones en condiciones adversas, el banco puede acudir a otros bancos para que le presten pasta, o al banco central, siempre presto con la manivela a fabricas papelitos.
Seguimos. En el mejor caso, el banco ha metido nuestro dinero en inversiones de las que espera sacar una rentabilidad. O sea, nuestro dinero existe, pero está invertido. Si le forzamos a devolvérnoslo, podría hacer frente a sus compromisos, pero tal vez prefiera liquidar sus inversiones en otro momento para no perder pasta.
Pero imaginemos por un momento que los bancos han invertido mal. Que había unos productos por ahí que pensaban que valían lo que no valían, y que ahora no valen nada. O que ni siquiera se sabe lo que valen. No conocemos la dimensión del problema. Pues sí llega ese día en que queremos sacar nuestra pasta, ese banco NO TIENE UN DURO para devolvernosla. Es más, si va a otros bancos, estos, que saben más y mejor que nosotros la situación, lógicamente no le prestan ni un duro. O, si lo hacen, a corto plazo y con un tipo de interés alto (por el riesgo): te lo dejo, pero como no me fio, rápidito de vuelta y además bien pagado. Imagino que por eso sube y sube el Euribor.
El fuego se puede ir apagando así, pero lo cierto es que el banco afectado no tiene dinero, y eventualmente esto va a aflorar. Es inevitable: si metes 1000 Euros en acciones, y la empresa se va al garete, tú podrás seguir soñando con que tienes 1000 Euros mientras no las vendas, pero el día que toque vender...
Así está el sistema financiero. Y a la vista de esto se entienden "las inyecciones de dinero" que meten los bancos centrales "coordinadamente", que eventualmente nos levantan la inflación. Porque, para evitar que cunda el pánico, la solución final es que el banco central fabrique papelitos para el banco sin dinero, y se los deje contra la garantía de su basura sin valor. Básicamente, que entre todos compremos esa basura, con dinero fabricado, que encima terminará haciendo crecer la inflación.
O sea, que un día de estos unos cuantos vamos a ir al banco y nos vamos a encontrar que no nos puede devolver nuestra pasta. Y que, si lo puede hacer, a lo mejor es por los billetes fabricados que dentro de un tiempo harán que todos perdamos parte de nuestra pasta.
Viva el coeficiente de caja. Y no se soluciona con más regulación.
miércoles, 9 de julio de 2008
Otra vez el empresario explotador
Acabo de tropezarme con otra de esas noticias que hacen afición. Al parecer, el gobernador del Banco de España echa la culpa de la inflación (medida por el IPC) a los beneficios empresariales. Hombre, no podía ser de otra forma. Si se entiende por inflación la subida de precios (en vez del concepto originario, que viene de inflar, hacer crecer de la nada), estoy de acuerdo con MAFO que es culpa de los empresarios. Es evidente, ellos son los que fijan los precios, por lo tanto es su culpa.
Pero rasquemos un poco más, porque decir a posteriori que los precios suben porque suben los beneficios, es cuanto menos confundir la relación causal. Creo que todos estaremos de acuerdo en que fijar precios más altos no implica la obtención de beneficios, ya que es necesaria la voluntad de la otra parte, el comprador, para que esos precios se puedan sostener. Si el comprador no compra, ya puede poner los precios altos el vendedor.
El empresario lleva a cabo el proceso productivo. Para ello, adelanta a los recursos originarios el dinero que él prevé obtener de la venta del resultado de combinar dichos recursos (trabajo, recursos naturales, bienes de equipo). Como digo, adelanta dinero a unos recursos que perciben así su retribución, con independencia de que el empresario consiga o no vender los resultados de su inversión.
¿Qué espera obtener el empresario de este sacrificio? Pues, por un lado, recuperar la retribución ya pagada. Pero también quiere ver compensado su sacrificio: ha postpuesto el consumo de recursos, y por ello espera una retribución por preferencia temporal (más o menos, el tipo de interés). Finalmente, y aquí entra la incertidumbre, espera haber acertado en sus predicciones de que la gente valoraría más los recursos según la combinación que él les ofrece, de lo que lo hacía antes. Y, si es así, la gente le premiará, y obtendrá beneficios (en sentido austriaco).
Lo cierto es que, en un momento dado, el empresario tiene un bien listo para su venta. Y, lo adivinan, lo querrá vender al precio más alto posible, de la misma forma que los asalariados querríamos cobrar más sueldo. Puede que ese precio cubra los desembolsos realizados, más la preferencia temporal, y entonces obtiene beneficios... o puede que no.
Pero, en todo caso, los beneficios vienen necesariamente después de fijar el precio, si el empresario ha acertado en sus predicciones, y no antes. Los beneficios, por tanto, no pueden explicar una subida de precios.
Hala, a buscar otra disculpa para mantenernos viviendo en Matrix. Los que nos hemos arrancado los cables sabemos que la inflación la causan los Gobiernos fabricando papelitos, y así no nos vemos obligados a abandonar el sentido común.
Pero rasquemos un poco más, porque decir a posteriori que los precios suben porque suben los beneficios, es cuanto menos confundir la relación causal. Creo que todos estaremos de acuerdo en que fijar precios más altos no implica la obtención de beneficios, ya que es necesaria la voluntad de la otra parte, el comprador, para que esos precios se puedan sostener. Si el comprador no compra, ya puede poner los precios altos el vendedor.
El empresario lleva a cabo el proceso productivo. Para ello, adelanta a los recursos originarios el dinero que él prevé obtener de la venta del resultado de combinar dichos recursos (trabajo, recursos naturales, bienes de equipo). Como digo, adelanta dinero a unos recursos que perciben así su retribución, con independencia de que el empresario consiga o no vender los resultados de su inversión.
¿Qué espera obtener el empresario de este sacrificio? Pues, por un lado, recuperar la retribución ya pagada. Pero también quiere ver compensado su sacrificio: ha postpuesto el consumo de recursos, y por ello espera una retribución por preferencia temporal (más o menos, el tipo de interés). Finalmente, y aquí entra la incertidumbre, espera haber acertado en sus predicciones de que la gente valoraría más los recursos según la combinación que él les ofrece, de lo que lo hacía antes. Y, si es así, la gente le premiará, y obtendrá beneficios (en sentido austriaco).
Lo cierto es que, en un momento dado, el empresario tiene un bien listo para su venta. Y, lo adivinan, lo querrá vender al precio más alto posible, de la misma forma que los asalariados querríamos cobrar más sueldo. Puede que ese precio cubra los desembolsos realizados, más la preferencia temporal, y entonces obtiene beneficios... o puede que no.
Pero, en todo caso, los beneficios vienen necesariamente después de fijar el precio, si el empresario ha acertado en sus predicciones, y no antes. Los beneficios, por tanto, no pueden explicar una subida de precios.
Hala, a buscar otra disculpa para mantenernos viviendo en Matrix. Los que nos hemos arrancado los cables sabemos que la inflación la causan los Gobiernos fabricando papelitos, y así no nos vemos obligados a abandonar el sentido común.
martes, 8 de julio de 2008
Matrix: De la ficción a la realidad
Ayer me volví a ver este peazo peliculón. Como mi opinión liberal es relativamente reciente (al menos en su fundamentación teórica), el enfoque que hago de esta película es ahora nuevo, lo veo con otros ojos, influido principalmente por la lectura de Rothbard. Ya me pasó con Pocahontas, que vi con los niños hará un par de meses, y a la que dediqué también una entrada.
La primera vez que vi Matrix, desgraciadamente no en el cine, pues su emisión coincidió con mis primeros años como padre, y todos sabemos la dificultades logísticas que hay que confrontar en esa sitación para algo tan simple, me quedé completamente alucinado. La idea era fantástica, genial. Confieso que me costó entender el salto de secuencia cuando Neo toma la pastilla, pero cuando la entendí, en fin, qué cambio de paradigma.
Lo que pasa es que ayer lo veía como metáfora de una situación real, la que estamos viviendo. En vez de ser fuentes de energía para unas máquinas, somos fuente de riqueza para unos cuantos listos, los burócratas, que nos hacen vivir en una ficción, en que los impuestos, la moneda sin valor y la inflación son fenómenos naturales, como una inundación o las estrellas. Como los rascacielos de Matrix.
La pildora que nos tenemos que tomar para ver la realidad es en este caso la lectura de Mises o la de Rothbard, o incluso la de Hazzlitt. Esa fue mi pastilla roja. La caída es tan similar como arrancarte tubos, aunque afortunadamente no es tan dolorosa, y te ahorras el chapuzón. Pero uno no deja de estar un poco atontado al principio. Pero, ¿cómo? ¿Los bancos centrales son los que causan la inflación, no son los que luchan contra ella? ¿Se podría vivir sin impuestos?
Afortunadamente, el montaje del escenario está en manos humanas, tan imperfectas como nosotros, no en máquinas contra las que resulta mucho más difícil luchar. Los agentes Smith de turno no pasan de ser intelectualoides, aunque con Nobel, pero con unos medios de difusión extremadamente más poderosos que los nuestros.
Y queda por analizar el personaje de Cypher, quien prefiere la falsa realidad de Matrix, a la libertad en la pobreza. Lo que le lleva a traicionar a sus compañeros. ¿Cuánta gente prefiere la falsa seguridad del Estado, a la incertidumbre de la libertad? No nos lo preguntemos, que la respuesta sería triste.
Eso sí, hay una gran diferencia con Matrix: el día que levantemos nuestra Matrix económica, la libertad nos llevará a un mundo mucho mejor, no como en la película, en que la libertad lleva a un mundo en ruinas. Arruinado por... ¿quién arruina el mundo de Matrix? ¿quién desarrolla esa máquina definitiva? ¿No será el Estado?
La primera vez que vi Matrix, desgraciadamente no en el cine, pues su emisión coincidió con mis primeros años como padre, y todos sabemos la dificultades logísticas que hay que confrontar en esa sitación para algo tan simple, me quedé completamente alucinado. La idea era fantástica, genial. Confieso que me costó entender el salto de secuencia cuando Neo toma la pastilla, pero cuando la entendí, en fin, qué cambio de paradigma.
Lo que pasa es que ayer lo veía como metáfora de una situación real, la que estamos viviendo. En vez de ser fuentes de energía para unas máquinas, somos fuente de riqueza para unos cuantos listos, los burócratas, que nos hacen vivir en una ficción, en que los impuestos, la moneda sin valor y la inflación son fenómenos naturales, como una inundación o las estrellas. Como los rascacielos de Matrix.
La pildora que nos tenemos que tomar para ver la realidad es en este caso la lectura de Mises o la de Rothbard, o incluso la de Hazzlitt. Esa fue mi pastilla roja. La caída es tan similar como arrancarte tubos, aunque afortunadamente no es tan dolorosa, y te ahorras el chapuzón. Pero uno no deja de estar un poco atontado al principio. Pero, ¿cómo? ¿Los bancos centrales son los que causan la inflación, no son los que luchan contra ella? ¿Se podría vivir sin impuestos?
Afortunadamente, el montaje del escenario está en manos humanas, tan imperfectas como nosotros, no en máquinas contra las que resulta mucho más difícil luchar. Los agentes Smith de turno no pasan de ser intelectualoides, aunque con Nobel, pero con unos medios de difusión extremadamente más poderosos que los nuestros.
Y queda por analizar el personaje de Cypher, quien prefiere la falsa realidad de Matrix, a la libertad en la pobreza. Lo que le lleva a traicionar a sus compañeros. ¿Cuánta gente prefiere la falsa seguridad del Estado, a la incertidumbre de la libertad? No nos lo preguntemos, que la respuesta sería triste.
Eso sí, hay una gran diferencia con Matrix: el día que levantemos nuestra Matrix económica, la libertad nos llevará a un mundo mucho mejor, no como en la película, en que la libertad lleva a un mundo en ruinas. Arruinado por... ¿quién arruina el mundo de Matrix? ¿quién desarrolla esa máquina definitiva? ¿No será el Estado?
lunes, 7 de julio de 2008
Perspectiva histórica de la libertad: un post pregunta
En la entrada de ayer se discutió sobre las pirámides en calidad de monumento elevado bajo un régimen de tiranía. A raiz de ello, me surge de forma inmediata si los monumentos construidos bajo régimenes de libertad son más atractivos de alguna forma (Florencia?). Dicho de otra forma, si hay alguna relación entre libertad y desarrollo en este sentido. ¿Hubieran podido ser posibles las pirámides o los palacios de S Petersburgo en un régimen liberal? ¿Se construyen las obras más grandiosas en regímenes tiránicos (el enterramiento de la M-30, por ejemplo;-))?
De hecho, ya se planteó la cuestión en el Curso de Aranjuez, tras la ponencia de Rodríguez Braun. Si la libertad conlleva el desarrollo, a mayor libertad en una determinada época o lugar, más desarrollo debería haberse producido. ¿Conocer alguien algún estudio de estas características?
Hay quienes propugnan que el siglo XX ha sido el de desarrollo más espectacular de la humanidad. Y, sin embargo, ha estado plagado por los regímenes menos liberales de la historia (Estalinismo, Maoismo, Nazismo) y seguimos conviviendo con países por el estilo (Cuba, Corea, algunas teocracias musulmanas). Es más, nos quejamos amargamente de que incluso en Europa o USA no hay libertad, estamos más cerca del socialismo que del liberalismo.
¿Qué pasa entonces? Una de dos, o ese no ha sido el siglo de mayor desarrollo, o no estamos tan mal en libertad, y seguimos progresando. Y, sin embargo, el dinero falso es de reciente creación.
¿Se puede medir la libertad en cada época? ¿Y el grado de desarrollo?¿Alguien conoce algún trabajo al respecto?
Como veis, hoy solo tengo preguntas, pero cuyas respuestas podrían ayudar enormemente a la causa liberal, y desmontar mitos por el camino.
De hecho, ya se planteó la cuestión en el Curso de Aranjuez, tras la ponencia de Rodríguez Braun. Si la libertad conlleva el desarrollo, a mayor libertad en una determinada época o lugar, más desarrollo debería haberse producido. ¿Conocer alguien algún estudio de estas características?
Hay quienes propugnan que el siglo XX ha sido el de desarrollo más espectacular de la humanidad. Y, sin embargo, ha estado plagado por los regímenes menos liberales de la historia (Estalinismo, Maoismo, Nazismo) y seguimos conviviendo con países por el estilo (Cuba, Corea, algunas teocracias musulmanas). Es más, nos quejamos amargamente de que incluso en Europa o USA no hay libertad, estamos más cerca del socialismo que del liberalismo.
¿Qué pasa entonces? Una de dos, o ese no ha sido el siglo de mayor desarrollo, o no estamos tan mal en libertad, y seguimos progresando. Y, sin embargo, el dinero falso es de reciente creación.
¿Se puede medir la libertad en cada época? ¿Y el grado de desarrollo?¿Alguien conoce algún trabajo al respecto?
Como veis, hoy solo tengo preguntas, pero cuyas respuestas podrían ayudar enormemente a la causa liberal, y desmontar mitos por el camino.
domingo, 6 de julio de 2008
Patrimonio UNESCO: Mi traición al liberalismo
Lo confieso con desazón, porque soy consciente de ello. Hasta mi identificación con el liberalismo, relativamente reciente (al menos, con fundamento teórico), no me preocupaba demasiado el seguimiento y fidelidad que tengo por la lista de patrimonio mundial de la UNESCO. Sin embargo, tras el último viaje me surgieron dudas sobre si eran coherentes ambos planteamientos vitales.
Me explico: la UNESCO viene confeccionando desde 1979 una lista con los lugares que son patrimonio de la humanidad. Y desde hace unos años, en que la descubrí, decidí tomar como criterio para fijar el itinerario de mis viajes la vista a estos puntos, en muchos casos de forma exclusiva.
Por si no la conocéis, la podéis consultar aquí: whc.unesco.org. En la lista se incluyen las pirámides de Egipto, Macchu Pichu, Angkor, San Petersburgo o Venecia, el Serengeti y la bahía Halong, por ejemplo. En España, Toledo, Cáceres, Salamanca o la Sagrada Familia. Vamos, la crème de la crème. Hasta 800 sitios.
Ya algunos amiguetes me han recriminado que no haga caso de sus consejos al preparar mis viajes, incluso acusándome de preferir el criterio de unos cuantos "burócratas" al suyo propio. Aquí surge mi esquizofrenia.
Y, sin embargo, creo que la lista de la UNESCO cumple una función hasta ahora no cubierta por el sector privado, quizá por inexistencia de demanda, o por "damping" del organismo. Me refiero a la perspectiva global de lo que merece la pena verse. Desgraciadamente, mi tiempo es limitado, y más el dedicado a viajar, y me gusta ser muy selectivo. Los sitios que te recomiendan las guias locales son, necesariamente, los mejores a nivel del país, pero no tal vez los más interesantes desde perspectiva global.
Por ejemplo, cualquier tour o guia de Jordania recomienda la visita de las ruinas romanas de Jerash. Sin embargo, aún no estando mal, no merecen la pena para alguien que conozca las de Mérida, Pompeya, Arles o Butrint. Así que ese criterio de priorización no es capaz de dártelo un jordano.
Más fácil, en España: tanto un cacereño como un trujillano te hablarán maravillas del casco histórico medieval de sus ciudades. Pero si solo puedes ver uno, ¿cómo elegirlo? Desgraciadamente para Trujillo, la UNESCO se inclina por Cáceres (y, personalmente, discrepo).
Una vez escogido el criterio de la UNESCO, para mí resulta muy difícil separarme de él en ausencia de mayor justificación. Lo siento.
PS: De todas formas, otro día hablaré de los timos UNESCO, que también los hay, y mi explicación sobre su existencia. Así me redimiré en mi liberalismo.
Me explico: la UNESCO viene confeccionando desde 1979 una lista con los lugares que son patrimonio de la humanidad. Y desde hace unos años, en que la descubrí, decidí tomar como criterio para fijar el itinerario de mis viajes la vista a estos puntos, en muchos casos de forma exclusiva.
Por si no la conocéis, la podéis consultar aquí: whc.unesco.org. En la lista se incluyen las pirámides de Egipto, Macchu Pichu, Angkor, San Petersburgo o Venecia, el Serengeti y la bahía Halong, por ejemplo. En España, Toledo, Cáceres, Salamanca o la Sagrada Familia. Vamos, la crème de la crème. Hasta 800 sitios.
Ya algunos amiguetes me han recriminado que no haga caso de sus consejos al preparar mis viajes, incluso acusándome de preferir el criterio de unos cuantos "burócratas" al suyo propio. Aquí surge mi esquizofrenia.
Y, sin embargo, creo que la lista de la UNESCO cumple una función hasta ahora no cubierta por el sector privado, quizá por inexistencia de demanda, o por "damping" del organismo. Me refiero a la perspectiva global de lo que merece la pena verse. Desgraciadamente, mi tiempo es limitado, y más el dedicado a viajar, y me gusta ser muy selectivo. Los sitios que te recomiendan las guias locales son, necesariamente, los mejores a nivel del país, pero no tal vez los más interesantes desde perspectiva global.
Por ejemplo, cualquier tour o guia de Jordania recomienda la visita de las ruinas romanas de Jerash. Sin embargo, aún no estando mal, no merecen la pena para alguien que conozca las de Mérida, Pompeya, Arles o Butrint. Así que ese criterio de priorización no es capaz de dártelo un jordano.
Más fácil, en España: tanto un cacereño como un trujillano te hablarán maravillas del casco histórico medieval de sus ciudades. Pero si solo puedes ver uno, ¿cómo elegirlo? Desgraciadamente para Trujillo, la UNESCO se inclina por Cáceres (y, personalmente, discrepo).
Una vez escogido el criterio de la UNESCO, para mí resulta muy difícil separarme de él en ausencia de mayor justificación. Lo siento.
PS: De todas formas, otro día hablaré de los timos UNESCO, que también los hay, y mi explicación sobre su existencia. Así me redimiré en mi liberalismo.
sábado, 5 de julio de 2008
Demagogia con los beneficios de las empresas
La perspectiva que tenemos en España de las pérdidas y los beneficios de las empresas es uno de los aspectos más descorazonadores para los posibles emprendedores. Es estar entre la espada y la pared.
Si una empresa tiene pérdidas y se ve, por ejemplo, obligada a despidos, es sistemáticamente culpa de la mala gestión del equipo director, que seguro que lo ha estado llevando crudo a costa de los pobres trabajadores. Pero si tiene beneficios, la cosa no es mucho mejor, pues posiblemente se han obtenido a costa de explotar a aquellos y también al consumidor. Tanto las pérdidas como los beneficios (sobre todo, si son multimillonarios) son una lacra social.
La escuela económica austriaca nos enseña la verdadera interpretación de ambos conceptos y como, en general, no tienen nada que ver con la explotación de nadie. El emprendedor se enfrenta a un entorno de incertidumbre en el que constantemente se pueden percibir oportunidades de negocio. Estas consisten en la identificación de recursos que están infravalorados por el mercado, y a los que se les podría dar un mejor uso, poniéndolos así en valor.
El emprendedor detecta este desfase y decide adquirir los recursos que cree baratos para ponerlos en valor, para proporcionar una mayor utilidad de los mismos a la sociedad y obtener un mayor precio de los mismos. Es una especulación en sentido amplio, pues el emprendedor - especulador necesita en muchos casos realizar complejos procesos con los recursos que adquiere antes de ponerlos en valor. El especulador puro, en este sentido, se limita a esperar.
Pero, como se dijo, vivimos en un entorno de incertidumbre, por lo que las cosas cambian, en muchos casos de forma radical, y los cálculos del emprendedor pueden sufrir errores. Así, si se equivocó en sus percepciones, y el nuevo uso del recurso es menos valorado por el mercado, obtendrá pérdidas. Muy valiosas, pues le están diciendo que se equivocó y que esos recursos que malgastó deberían haber sido utilizados de otra forma. Gracias a esta poderosa señal, el emprendedor corrige su actuación y trata de adaptarse mejor a las necesidades del mercado.
Como vemos, no tienen nada que ver con la mala gestión, sino con errores de percepción (incluidos posibles errores de gestión, claro).
Los beneficios dan justo la señal contrario. Le están diciendo al emprendedor que acertó, que está dando un mejor uso a los recursos que el que se les venía dando. El mercado está dispuesto a pagar más ahora que antes. Y cuanto más acierta el emprendador y mejor satisface a los clientes, mayor ha de ser su beneficio. A más beneficio, más satisfechos han estado los clientes.
Desgraciadamente para el emprendedor clarividente, estos beneficios constituyen también una poderosa señal de llamada. Y rápidamente otros emprendedores comienzan a pensar en nuevas formas de usar ese recurso, y a competir por él, por lo que poco a poco el recurso aumenta su valor al nuevo que le da el mercado, y por el camino se disipan los beneficios.
Un ejemplo muy rápido: si descubres que un ingeniero es un buen cantante, el primer año le puedes pagar una miseria (vamos, como ingeniero) y forrarte con las entradas (siempre que de verdad sea bueno, aciertes en tu toma de riesgo); pero al siguiente, si acertaste, mucha gente ofrecerá más dinero al ingeniero devenido cantante, hasta que eventualmente sea él el que se lleve todo el nuevo valor generado.
En definitiva, los beneficios no son el producto de la explotación de nadie (al menos, en un mercado libre), sino la recompensa que el mercado da a aquellos emprendedores que encuentran mejores usos para los recursos existentes.
Cuanto daño nos hace la percepción "española" de los beneficios y las pérdidas, ¿no creeis?
Si una empresa tiene pérdidas y se ve, por ejemplo, obligada a despidos, es sistemáticamente culpa de la mala gestión del equipo director, que seguro que lo ha estado llevando crudo a costa de los pobres trabajadores. Pero si tiene beneficios, la cosa no es mucho mejor, pues posiblemente se han obtenido a costa de explotar a aquellos y también al consumidor. Tanto las pérdidas como los beneficios (sobre todo, si son multimillonarios) son una lacra social.
La escuela económica austriaca nos enseña la verdadera interpretación de ambos conceptos y como, en general, no tienen nada que ver con la explotación de nadie. El emprendedor se enfrenta a un entorno de incertidumbre en el que constantemente se pueden percibir oportunidades de negocio. Estas consisten en la identificación de recursos que están infravalorados por el mercado, y a los que se les podría dar un mejor uso, poniéndolos así en valor.
El emprendedor detecta este desfase y decide adquirir los recursos que cree baratos para ponerlos en valor, para proporcionar una mayor utilidad de los mismos a la sociedad y obtener un mayor precio de los mismos. Es una especulación en sentido amplio, pues el emprendedor - especulador necesita en muchos casos realizar complejos procesos con los recursos que adquiere antes de ponerlos en valor. El especulador puro, en este sentido, se limita a esperar.
Pero, como se dijo, vivimos en un entorno de incertidumbre, por lo que las cosas cambian, en muchos casos de forma radical, y los cálculos del emprendedor pueden sufrir errores. Así, si se equivocó en sus percepciones, y el nuevo uso del recurso es menos valorado por el mercado, obtendrá pérdidas. Muy valiosas, pues le están diciendo que se equivocó y que esos recursos que malgastó deberían haber sido utilizados de otra forma. Gracias a esta poderosa señal, el emprendedor corrige su actuación y trata de adaptarse mejor a las necesidades del mercado.
Como vemos, no tienen nada que ver con la mala gestión, sino con errores de percepción (incluidos posibles errores de gestión, claro).
Los beneficios dan justo la señal contrario. Le están diciendo al emprendedor que acertó, que está dando un mejor uso a los recursos que el que se les venía dando. El mercado está dispuesto a pagar más ahora que antes. Y cuanto más acierta el emprendador y mejor satisface a los clientes, mayor ha de ser su beneficio. A más beneficio, más satisfechos han estado los clientes.
Desgraciadamente para el emprendedor clarividente, estos beneficios constituyen también una poderosa señal de llamada. Y rápidamente otros emprendedores comienzan a pensar en nuevas formas de usar ese recurso, y a competir por él, por lo que poco a poco el recurso aumenta su valor al nuevo que le da el mercado, y por el camino se disipan los beneficios.
Un ejemplo muy rápido: si descubres que un ingeniero es un buen cantante, el primer año le puedes pagar una miseria (vamos, como ingeniero) y forrarte con las entradas (siempre que de verdad sea bueno, aciertes en tu toma de riesgo); pero al siguiente, si acertaste, mucha gente ofrecerá más dinero al ingeniero devenido cantante, hasta que eventualmente sea él el que se lleve todo el nuevo valor generado.
En definitiva, los beneficios no son el producto de la explotación de nadie (al menos, en un mercado libre), sino la recompensa que el mercado da a aquellos emprendedores que encuentran mejores usos para los recursos existentes.
Cuanto daño nos hace la percepción "española" de los beneficios y las pérdidas, ¿no creeis?
viernes, 4 de julio de 2008
Me encanta la economía austriaca
Se acabó la Escuela de Verano de Aranjúez, pero de qué manera: con un Profesor Huerta de Soto completamente brillante y no dejando títere con cabeza; al lado del vendaval Huerta, Rodríguez Braun se quedó en un brisa de verano.
Hablaba don Jesús de la crisis económica que estamos viviendo, y de los remedios para atajarla. Y esto es lo fascinante de la teoría económica austriaca, que demuestra que estamos de verdad ante una teoría económica, y no ante un cúmulo de tesis oportunistas para dar justificaciones de actuación al Gobierno. Lo maravilloso de esta teoría económica es que los problemas económicos, los enfoques desde el punto de vista que los enfoques (teoría del intervencionismo, del capital y el interés, de la eficiencia dinámica...) siempre llevan a resultados consistentes. Vamos, como las teorías de las ciencias "exactas". Calcules como calcules 2 y 2, siempre da cuatro.
Y esto no debería de llamar la atención, si no fuera porque no ocurre lo mismo con la pseudoteoría económica neoclásica. Aquí, dos economistas, ante un mismo problema, pueden llegar a soluciones completamente opuestas con sus modelos econométricos. Claro, lo enfoquen como lo enfoquen, se han cargado el supuesto básico del modelo, por lo que resulta como dividir por cero: te da el resultado que quieras.
Supongo que alguna vez os habrán demostrado matemáticamente que 1=2. Hay muchas variaciones, pero el truco es siempre el mismo. 1 x 0 = 2 x 0. Dividimos ambos términos entre 0, y queda 1 = 2. Pues exactamente lo mismo son los modelos neoclásicos: por eso pueden llegar sin rubor a explicaciones contradictorias, a gusto del consumidor.
Los remedios propuestos por el profesor Huerta para la crisis: eran evidentes, no hacer nada. Sin ánimo de compararme con tan ilustre personaje, os remito a una entrada de junio en este blog:
ferhergon.blogspot.com/2008/06/bien-por-solbes.html
Lo mismo. Ante un problema similar, la aplicación de la teoría económica austriaca lleva a soluciones similares. La diferencia es la forma, por supuesto: la brillantez de don Jesús es muchísimo más atractiva que la ramplonería de mi escrito. Aún así, uno se queda satisfecho.
Confieso que hubiera querido que don Jesús propusiera como solución la bajada de impuestos y la desregulación de la economía. Pero, claro, su mayor experiencia le hace preferir la ausencia de actuación a propuestas de algún tipo. No se fia, ni siquiera para proponerlo.
Muchas gracias, don Jesús, por la conferencia. Y muchas gracias, Instituto Juan de Mariana, por la organización del curso.
Hablaba don Jesús de la crisis económica que estamos viviendo, y de los remedios para atajarla. Y esto es lo fascinante de la teoría económica austriaca, que demuestra que estamos de verdad ante una teoría económica, y no ante un cúmulo de tesis oportunistas para dar justificaciones de actuación al Gobierno. Lo maravilloso de esta teoría económica es que los problemas económicos, los enfoques desde el punto de vista que los enfoques (teoría del intervencionismo, del capital y el interés, de la eficiencia dinámica...) siempre llevan a resultados consistentes. Vamos, como las teorías de las ciencias "exactas". Calcules como calcules 2 y 2, siempre da cuatro.
Y esto no debería de llamar la atención, si no fuera porque no ocurre lo mismo con la pseudoteoría económica neoclásica. Aquí, dos economistas, ante un mismo problema, pueden llegar a soluciones completamente opuestas con sus modelos econométricos. Claro, lo enfoquen como lo enfoquen, se han cargado el supuesto básico del modelo, por lo que resulta como dividir por cero: te da el resultado que quieras.
Supongo que alguna vez os habrán demostrado matemáticamente que 1=2. Hay muchas variaciones, pero el truco es siempre el mismo. 1 x 0 = 2 x 0. Dividimos ambos términos entre 0, y queda 1 = 2. Pues exactamente lo mismo son los modelos neoclásicos: por eso pueden llegar sin rubor a explicaciones contradictorias, a gusto del consumidor.
Los remedios propuestos por el profesor Huerta para la crisis: eran evidentes, no hacer nada. Sin ánimo de compararme con tan ilustre personaje, os remito a una entrada de junio en este blog:
ferhergon.blogspot.com/2008/06/bien-por-solbes.html
Lo mismo. Ante un problema similar, la aplicación de la teoría económica austriaca lleva a soluciones similares. La diferencia es la forma, por supuesto: la brillantez de don Jesús es muchísimo más atractiva que la ramplonería de mi escrito. Aún así, uno se queda satisfecho.
Confieso que hubiera querido que don Jesús propusiera como solución la bajada de impuestos y la desregulación de la economía. Pero, claro, su mayor experiencia le hace preferir la ausencia de actuación a propuestas de algún tipo. No se fia, ni siquiera para proponerlo.
Muchas gracias, don Jesús, por la conferencia. Y muchas gracias, Instituto Juan de Mariana, por la organización del curso.
jueves, 3 de julio de 2008
El Estado contra el bienestar
Son constantes las quejas sobre la inoperancia de una de las leyes estrellas de la pasada legislatura, la ley de la dependencia: ayudas que no llegan, dificultades burocráticas y otras trabas. Si miramos a las prestaciones de la Seguridad Social, son montones los juicios que estos organismos tienen en marcha discutiendo con los beneficiarios sus derechos a recibir las pensiones de turno. Pero es que, incluso en las exenciones por familia numerosa, son cutres y el Estad parece ir en contra de sus intenciones.
Mi tercera niña nació en noviembre de 2003, y en 2004 se implantó en Madrid una exención (o como se llame) del IBI para familias numerosas. Por supuesto, fue solicitada por un servidor el 11 de enero, tras realizar el carnet de familia numerosa el mismo día. Exención denegada, por no tener el título el 1 de enero del año. De poco valieron mis alegaciones de que constaba que la niña había nacido en noviembre y que la familia numerosa lo era ya el 1 de enero de 2004, aunque careciera de un carnet que lo dijera, y que entendía que en el espíritu de la norma estaba facilitar la vida a esta familia, con independencia de la existencia del documento formal.
Y es que, en cuanto la norma entra en vigor, se pone en marcha también la eficiente maquinaría estatal para ahorrar los gastos que tal norma conlleva. Se supone que en beneficio de todos, pero no. Porque lo que cuenta es que se diga a bombo y platillo que se cuenta con el derecho, no que este se pueda ejecutar. El anuncio ha de salir lo más barato posible, y punto.
Además, todos tendemos a pensar que cuando el Estado lleva a alguien a juicio es seguramente porque éste estaba tratando de beneficiarse indebidamente de algo que no le correspondía. Y, sin embargo ni tener datos estadísticos, me atrevería a decir que no es así. Lo digo por una razón: al funcionario obstaculizador no le cuesta nada ir a juicio, tiene a su disposición un cuerpo de Abogados del Estado para que defiendan sus supuestos intereses. Mientras que al sujeto receptor, sí le cuesta, y lógicamente tratará de evitarlo.
Cuando vas a juicio con el Estado, pagas tu abogado y también el de la otra parte: ¿quién quiere ir a juicio entonces?
Deseo que, con esta crisis, no empiecen los problemas para cobrar el paro y otras pensiones, pero no me extrañaría que, en breve, se empiecen a poner muchas más dificultades irreales a la percepción de estas prestaciones. Al tiempo.
Mi tercera niña nació en noviembre de 2003, y en 2004 se implantó en Madrid una exención (o como se llame) del IBI para familias numerosas. Por supuesto, fue solicitada por un servidor el 11 de enero, tras realizar el carnet de familia numerosa el mismo día. Exención denegada, por no tener el título el 1 de enero del año. De poco valieron mis alegaciones de que constaba que la niña había nacido en noviembre y que la familia numerosa lo era ya el 1 de enero de 2004, aunque careciera de un carnet que lo dijera, y que entendía que en el espíritu de la norma estaba facilitar la vida a esta familia, con independencia de la existencia del documento formal.
Y es que, en cuanto la norma entra en vigor, se pone en marcha también la eficiente maquinaría estatal para ahorrar los gastos que tal norma conlleva. Se supone que en beneficio de todos, pero no. Porque lo que cuenta es que se diga a bombo y platillo que se cuenta con el derecho, no que este se pueda ejecutar. El anuncio ha de salir lo más barato posible, y punto.
Además, todos tendemos a pensar que cuando el Estado lleva a alguien a juicio es seguramente porque éste estaba tratando de beneficiarse indebidamente de algo que no le correspondía. Y, sin embargo ni tener datos estadísticos, me atrevería a decir que no es así. Lo digo por una razón: al funcionario obstaculizador no le cuesta nada ir a juicio, tiene a su disposición un cuerpo de Abogados del Estado para que defiendan sus supuestos intereses. Mientras que al sujeto receptor, sí le cuesta, y lógicamente tratará de evitarlo.
Cuando vas a juicio con el Estado, pagas tu abogado y también el de la otra parte: ¿quién quiere ir a juicio entonces?
Deseo que, con esta crisis, no empiecen los problemas para cobrar el paro y otras pensiones, pero no me extrañaría que, en breve, se empiecen a poner muchas más dificultades irreales a la percepción de estas prestaciones. Al tiempo.
miércoles, 2 de julio de 2008
Pagar el peaje
Como todo el mundo, supongo, llevo especialmente mal peajes en las carreteras. Cuando estás acostumbrado a circular gratis por los caminos, casi que te resulta chocante tener que pagar por circular por una carretera aparentemente igual.
Tras unos días por Francia, no obstante, había conseguido llevar el tema razonablemente bien y hasta alegrarme de que se me diera la oportunidad de este tipo de vías para algunos trayectos.
Entonces volví a España, y me toco pagar por uno de los tramos en camino a Madrid. Traté de psicoanalizarme, por qué me mosqueaba más este pago que los otros. Y acudí a un poco de economía austriaca, llegando a convencerme a mí mismo de lo afortunado que era al pagar el peaje en España (y la mala suerte que lo mismo constituía en Francia).
De hecho, yo normalmente no uso ninguno de los tramos por cuyo uso se me cobraba peaje. Pero en el caso del tramo español, eso significa que, de alguna forma, al pagar determinadas carreteras los que las usan, yo me ahorro impuestos. Y, al mismo tiempo, tengo a mi disposición esa vía para cuando la necesite. Así que bendito peaje en España: me ahorra impuestos y dispongo del activo como cualquier otro usuario, aunque yo no sea habitual.
En cambio, el peaje de Francia no me supone ningún ahorro de impuestos, pues esas vías serían pagadas únicamente con el impuesto de los franceses. O sea que vaya faena. Así que yo quiero que las vias francesas no cobren peaje y sí lo hagan las españolas (esperando con cierta ingenuidad que de esa forma me ahorraré impuestos).
No está tan mal esto de pagar peajes, después de todo.
Tras unos días por Francia, no obstante, había conseguido llevar el tema razonablemente bien y hasta alegrarme de que se me diera la oportunidad de este tipo de vías para algunos trayectos.
Entonces volví a España, y me toco pagar por uno de los tramos en camino a Madrid. Traté de psicoanalizarme, por qué me mosqueaba más este pago que los otros. Y acudí a un poco de economía austriaca, llegando a convencerme a mí mismo de lo afortunado que era al pagar el peaje en España (y la mala suerte que lo mismo constituía en Francia).
De hecho, yo normalmente no uso ninguno de los tramos por cuyo uso se me cobraba peaje. Pero en el caso del tramo español, eso significa que, de alguna forma, al pagar determinadas carreteras los que las usan, yo me ahorro impuestos. Y, al mismo tiempo, tengo a mi disposición esa vía para cuando la necesite. Así que bendito peaje en España: me ahorra impuestos y dispongo del activo como cualquier otro usuario, aunque yo no sea habitual.
En cambio, el peaje de Francia no me supone ningún ahorro de impuestos, pues esas vías serían pagadas únicamente con el impuesto de los franceses. O sea que vaya faena. Así que yo quiero que las vias francesas no cobren peaje y sí lo hagan las españolas (esperando con cierta ingenuidad que de esa forma me ahorraré impuestos).
No está tan mal esto de pagar peajes, después de todo.
martes, 1 de julio de 2008
Se va haciendo la luz austriaca
Leo el siguiente artículo en El Confidencial: http://www.cotizalia.com/cache/2008/06/30/29_ustedes_opinan_verdadera_inflacion_espana.html
Y veo que todavía hay esperanza, que tarde o temprano la gente empieza a recapacitar y se hacen las primeras grietas en la ilusión, en esta Matrix económica en la que nos tienen viviendo.
El asunto que subyace es la medida de la inflación mediante el IPC (por eso, siempre en estas entradas hablo de la "inflación, medida por el IPC") y sus evidentes limitaciones. Porque el IPC no deja de ser un indicador arbitrario que, además, define el Gobierno, una de las partes menos interesadas en que se pueda tener una idea de la verdadera inflación a la que estamos sometidos.
Hace unos años, en plena euforía de la subida de precios de las viviendas, y teniendo en cuenta la cantidad de renta que uno dedica a este tema, me preguntaba yo cómo era posible que el precio de la vivienda no estuviera recogido en el IPC. Respuesta: la vivienda no es un gasto, es una inversión. Toma ya. Pues nada, entonces los precios no suben.
Estoy seguro que, a no tardar mucho, y si prosiguen los descensos de precios de la vivienda, este criterio se podrá fácilmente reconsiderar, y así incluir este activo en la cesta de la compra, reflejando de una forma mucho más acertada los precios que los españoles confrontamos. Claro, ahora interesa que esté en la cesta, y con buen peso, pues hace que el IPC baje.
Y es que todo es mentira: el IPC está compuesto por una serie de bienes, valorados de formas arbitrarias, en condiciones en que nadie los compra, con unos activos dentro y otro fuera...
Y es que ya lo decía Rothbard hace ya un tiempo: No existe un ama de casa promedio que compre la cesta cuyo precio se mide por el IPC. Y, además, las decisiones de compra se toman individualmente, no en conjunto, por lo que el hecho de que una cesta de compra definida por burocratas con proporciones absurdas de los bienes que a ellos les parecen relevantes y valoradas como consideran ellos adecuadas, no tiene nada que ver con la realidad que confronta cada uno de nosotros cuando compra.
En resumen, bienvenido al mundo de los economistas austriacos, bienvenidos al sentido común.
Y a ver si vamos dejando de hacer bobadas midiendo cosas inconmensurables para engañar a la gente.
Y veo que todavía hay esperanza, que tarde o temprano la gente empieza a recapacitar y se hacen las primeras grietas en la ilusión, en esta Matrix económica en la que nos tienen viviendo.
El asunto que subyace es la medida de la inflación mediante el IPC (por eso, siempre en estas entradas hablo de la "inflación, medida por el IPC") y sus evidentes limitaciones. Porque el IPC no deja de ser un indicador arbitrario que, además, define el Gobierno, una de las partes menos interesadas en que se pueda tener una idea de la verdadera inflación a la que estamos sometidos.
Hace unos años, en plena euforía de la subida de precios de las viviendas, y teniendo en cuenta la cantidad de renta que uno dedica a este tema, me preguntaba yo cómo era posible que el precio de la vivienda no estuviera recogido en el IPC. Respuesta: la vivienda no es un gasto, es una inversión. Toma ya. Pues nada, entonces los precios no suben.
Estoy seguro que, a no tardar mucho, y si prosiguen los descensos de precios de la vivienda, este criterio se podrá fácilmente reconsiderar, y así incluir este activo en la cesta de la compra, reflejando de una forma mucho más acertada los precios que los españoles confrontamos. Claro, ahora interesa que esté en la cesta, y con buen peso, pues hace que el IPC baje.
Y es que todo es mentira: el IPC está compuesto por una serie de bienes, valorados de formas arbitrarias, en condiciones en que nadie los compra, con unos activos dentro y otro fuera...
Y es que ya lo decía Rothbard hace ya un tiempo: No existe un ama de casa promedio que compre la cesta cuyo precio se mide por el IPC. Y, además, las decisiones de compra se toman individualmente, no en conjunto, por lo que el hecho de que una cesta de compra definida por burocratas con proporciones absurdas de los bienes que a ellos les parecen relevantes y valoradas como consideran ellos adecuadas, no tiene nada que ver con la realidad que confronta cada uno de nosotros cuando compra.
En resumen, bienvenido al mundo de los economistas austriacos, bienvenidos al sentido común.
Y a ver si vamos dejando de hacer bobadas midiendo cosas inconmensurables para engañar a la gente.
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